Los encuestadores pasaron del idilio al desprecio en un parpadeo. Niños mimados de los comandos electorales y oráculos infalibles de los medios de comunicación, de la noche a la mañana se convirtieron en blanco sarnoso de todos los dicterios. Hace algún tiempo se hizo un estudio en Brasil, con el fin de conocer cuáles eran las profesiones peor valoradas por la gente. Se disputaron ese honor las prostitutas y los diputados, algo injusto con las primeras. En la Venezuela de hoy, habría que agregar a los ejecutivos de las firmas dedicadas a los sondeos de  opinión. 

 La tirria a estas empresas se la cogen siempre los perdedores, aquellos que no son favorecidos por la  inclinación política de la población. Hay encuestadores que ni se preocupan en responder  los insultos. Otros, sin embargo, tienen su corazoncito y reaccionan ante los ataques de quienes, hasta hace una semana, eran todo alabanzas hacia ellos. Hay un canal de televisión nacional -¿adivinen cuál?- que hasta ayer tenía a los ejecutivos de esas firmas en todos los programas. Hoy también los tiene, pero como peras de boxeo, dándoles palo parejo sin misericordia.

 El señor Schemel, director de Hinterlaces, no se ha aguantado y ha denunciando esa intolerancia hacia quienes  realizan mediciones. Luis Vicente León, de Datanálisis, ha sido más diplomático, pero no ha dejado de exteriorizar en sus columnas los ataques injustos que lo tocan. Otros encuestadores han recibido estoicamente las descargas de algunos medios que hace rato olvidaron el periodismo informativo para convertirse en agencias de propaganda partidista.

 La verdad es que, como nunca en el país, las encuestas coinciden en la ventaja del presidente Chávez sobre el candidato de la Cuarta República. La diferencia está en la brecha que los separa, la cual oscila entre  15 y 30 puntos porcentuales. Si tomamos incluso la más baja, se trata de una diferencia imposible de revertir en lo que resta de campaña. De allí esa mezcla de angustia y cólera que hace estragos en el alma del comando opositor y en el archipiélago de la Mesa de la Unidad. El plato lo pagan los encuestadores, quienes de paso no son culpables de las carencias del abanderado del puntofijismo ni, mucho menos, de las preferencias de la gente. Pero, como dice el presidente chileno, en esta vida nada es gratis y alguien tiene que pagar.

 Cuando el abanderado opositor fue Manuel Rosales, una vez derrotado, Teodoro Petkoff reconoció que las encuestadoras, entre éstas Hinterlaces y Datanálisis, estuvieron acertadas en sus sondeos, pero que ellos, en el comando, debían rebatirlas para evitar una desbandada de las bases. Por eso él y Manuel Rosales emitieron lo que Petkoff denomina “mentiras blancas”. En este 2012, en lugar de recurrir al engaño piadoso, se ha pasado a la agresión contra los encuestadores. El canal de TV antes citado ha sido implacable con los que se ocupan de medir la opinión pública y sus tendencias. Pero lo cierto es que ni la agresión contra estas firmas del marketing político ni las “mentiras blancas”,  cambian la realidad ni tuercen lo que va a suceder. Como decía un ex presidente: amanecerá y veremos. Y ojalá, los encuestadores sobrevivan a los medios privados de aquí al 7 de octubre.

P.S: Cuando un palangrista contumaz lanzó el run-run de que yo me encontraba en Cuba dándome la gran vida con viáticos de la Asamblea Nacional, en verdad me hallaba en Caracas trabajando en mi programa el Kiosco Veraz, a la vista de todo el mundo. Miserias del  periodismo, o mejor, del palangrismo. Ese “columnista” nunca ha emergido del albañal.