Luis Britto García, a 5 años de su artículo contra la doble nacionalidad

Como algunos recordarán, en un artículo del 2007 (http://www.aporrea.org/actualidad/a37085.html) el intelectual venezolano Luis Britto García nos sorprendió con lo que podríamos llamar una "puntada" ultraderechista, la cual le diera al pronunciarse en contra del derecho legítimo a la doble nacionalidad contemplado en nuestra Constitución quinto-republicana. El conocido autor y militante bolivariano se opone férreamente en el citado artículo a la pluri-ciudadanía, curiosamente emulando así a las peores derechas mundiales que se han obstinado desde siempre en ver una doble moral en quienes la detentan. No teniendo desde entonces sus lectores noticias acerca de un posible cambio de posición al respecto, queremos recordar hoy el crucial artículo, publicado exactamente hace cinco años. 

 
Recuerdo haber señalado en su momento el alcance y la gravedad de tales declaraciones. No obstante, esperar respuesta o cambios substanciales por parte de individuos modélicos ("de referencia") puede durar una eternidad. Confinados a una perfecta y confortable simbiosis con sus propias imágenes públicas, todo regreso sobre sus propias opiniones es tal vez presentido por ellos como una aventura suicida, sin duda por aquello de chivo que se devuelve... 
 
Pero veamos cuáles son las implicaciones del tema en cuestión. El pensamiento de izquierda es por tradición universalista y condena todo sectarismo, viendo en el nacionalismo exclusivista un contrasentido a los valores de integración y diversidad. Este tipo de nacionalismo retrógrado clama reivindicaciones de identidad y autoctonía, terminando por declararse en contra de la universalidad del humanismo, en cuya tradicional apertura hacia el mundo sólo ve una errónea candidez de poeta. Pero bien podemos recordar al fatal nacionalismo "ario" y las consecuencias desastrosas que tuvo para la humanidad, al son de las mismas cancioncitas de identidad y autoctonía. 
 
Al igual que entonces, la bandera emblemática de gente como Jean-Marie Le Pen, el conocido líder de la ultraderecha francesa —hoy remplazado por su hija Marine—, no es otra que la abolición de la doble nacionalidad y el cierre de las fronteras. La premisa empleada en su razonamiento es exactamente la misma sostenida por Luis Britto García en su artículo de 2007: "no se puede ser leal al mismo tiempo a dos naciones", toda vez que la doble nacionalidad supondría ambivalencia y por ende traición potencial a la patria.  
 
En el caso de los Le Pen, la abolición de la doble nacionalidad evitaría una peligrosa lealtad al tercer mundo por parte de la población francesa de origen magrebino. En el caso de Luis Britto, la abolición de la doble nacionalidad en Venezuela evitaría una supuesta lealtad al primer mundo por parte de los venezolanos de origen europeo, o simplemente de origen "primermundista". En ambos casos se conjuga la misma falacia, el mismo sofisma que consiste en suponer que una doble lealtad es algo imposible per se, y merece por lo tanto una negación preventiva. Es decir, es algo imposible, pero que habría que prohibir... (¡?!) 
 
La doble nacionalidad, tanto para Le Pen como para Britto, constituiría sobre todo un Caballo de Troya político, una suerte de oportunismo geodésico a través del cual los seres humanos, en su libre circulación por el mundo, habrían convertido la redondez del planeta en una hipocresía ontológica. 
 
Pero la revolución tiene un carácter universal (recordemos "la Internacional socialista") y no admite los "argumentos insignia" de la ultra derecha mundial. Estos argumentos exhiben una lógica tosca y ramplona. Exhortan a quien detente doble, triple o cuádruple nacionalidad a explicar a cual de sus países será leal cuando éstos entren en guerra. Pero lo cierto es que dos, tres, cuatro o cinco países no pueden entrar en guerra si son justos, pues la guerra no se justifica que por la injusticia. Es allí que el poly-nacional se sabe entonces originario de una patria anterior a sus muchas patrias, y que engloba a todas éstas: la justicia, única por cual luchará. 
 
Mayor número de nacionalidades tenemos, y mayor número de veces constatamos ser un solo pueblo en todas partes. Por ello el poly-nacional pudiera incluso erigirse en modelo de paz, y en un instrumento mucho más eficaz para la justicia que el patriota típico al servicio de las razones de Estado, las cuales, como sabemos, no son siempre —ni necesariamente— justas.   

Donde haya países en conflicto, hay forzosamente injusticia por parte de alguno de ellos, o mejor dicho, de sus gobiernos (recordemos que sólo los gobiernos pueden ser injustos, no los pueblos, quienes nunca tienen el poder absoluto ni son perfectamente representados). Si la injusticia se encuentra en el propio gobierno del país de un mono-nacional, entonces el justo, cuya única patria es la justicia, lucha contra éste. 
 
No hay diferencia cuando se trata del individuo justo con múltiple nacionalidad. El ABC de la lucha por la liberación de los pueblos está en la internacionalidad de una causa justa. Esto anula las fronteras, o une a los pueblos por encima de toda diferencia o contingencia histórica. 
 
Vale señalar que si el derecho a la doble o múltiple nacionalidad no reposara sobre bases "justificables" (esto es, de justicia), difícilmente el derecho internacional lo apoyaría en la mayoría de las constituciones del mundo. Los derechos inalienables a la nacionalidad y a la múltiple nacionalidad están contemplados en el derecho internacional como únicamente revocables mediante renuncia a los mismos. 
 
Por ello, antes de preguntar al poly-nacional a cual de sus países será leal de éstos entrar en guerra, debe preguntársele a quien niega las bases del derecho a la múltiple nacionalidad bajo qué circunstancias "la realidad" puede invalidar principios eternos de justicia. Frente a la guerra, éstos antes bien se afianzan. 
 
El origen de la doble o múltiple nacionalidad está fundamentado en realidades históricas tales como la emigración y la ascendencia parental mixta. Para negar el derecho a la múltiple nacionalidad habría que negar o impedir tales realidades, lo cual es obviamente imposible. 
 
Un derecho, no nace de la nada. No se puede no reconocer, por ejemplo, que la emigración, históricamente, es una realidad, un hecho, un incidente que no solamente reivindica, en términos generales, el derecho humano a la libre circulación por el planeta, sino que responde puntualmente a necesidades vitales del individuo —y aun de poblaciones enteras— en períodos críticos por los cuales atraviesan todas las sociedades. 
 
Los emigrantes y sus descendencias tienen vínculos históricos indelebles con más de un país. Estos vínculos, obviamente, son relativos a la cultura de tales países, no a los gobiernos o a la situación política de los mismos. La opción política del individuo con múltiple nacionalidad es expresión directa de su libertad de conciencia, la cual es lo único que puede determinar su postura frente a los gobiernos de "sus" países entrados eventualmente en conflicto. 
 
En el plano económico, la justa medida del intercambio comercial entre dos países puede ser incluso mejor defendida por el doble-nacional, debido a su condición imparcial, que por el mono-nacional. El verdadero internacionalista no niega las nacionalidades, los orígenes culturales de los pueblos, ni por ende los países mismos; lo que niega es una constante oposición entre ellos fundamentada, precisamente, en el sectarismo de una visión simplista, "maniquea" de la historia, mediante el cual la evocación de situaciones pseudo paradójicas invita a una relativización o desuniversalización de la justicia. 
 
Imaginemos la reacción que tendrían los descendientes de emigrantes frente a la supuesta codicia depredadora achacada a ellos y a sus progenitores por los portavoces del razonamiento ultranacionalista. ¿Qué podrían sentir estas víctimas prefabricadas por el fascismo frente a la acusación según la cual su doble arraigo en el mundo sería una impostura; qué dirían de la supuesta promiscuidad genética de su multi-etnicidad; o de la congénita concupiscencia multi-cultural que los incapacita para tener justo discernimiento en pro a los intereses de cada nación?

¿Qué podrían opinar al ser percibidos como ciudadanos doblemente inferiores por el hecho de tener dos o más patrias, y por lo tanto... ¡¡¡ ¿ninguna? !!! 
 
Vaya lavativa, bastoles con nacer... en la mira del concepto de Nación que encarna desde siempre Le Pen (¿y ahora en nuestro país Luis Britto García?). 
 
Re-pasemos a comentar algunas de las reflexiones de Luis Britto. Sí, son de hace 5 años, y hasta nuevo aviso seguirán siendo bien suyas:  
 
"[De acuerdo con nuestra Constitución] Personas con nacionalidad distinta de la venezolana pueden sancionar las leyes y dictar las medidas administrativas y las sentencias obligatorias para los venezolanos, mientras juegan a la vez en otro equipo político y son leales a otro país." 
 
Triste inexactitud: en realidad un venezolano puede jugar en otro (mmm... "otro", esta palabra suena a democracia...) equipo político y ser al mismo tiempo leal a nuestro país, de la misma manera que puede ser leal a otro país y, por pura coincidencia del destino, jugar en el mismo equipo de preferencia de... Luis Britto García! 
 
No puede hacerse revolución teniendo como base medias permutaciones que sólo contemplan un lado selectivamente simpatético de la realidad. Los "procesos" —esas efervecencias orgánicas, colectivas— no están allí para ser defendidos con sofismas. Las personas que Britto señala en su texto como "de nacionalidad distinta de la venezolana", y que "pueden sancionar las leyes y dictar las medidas administrativas y sentencias obligatorias para los venezolanos", son, incidentalmente, también venezolanas (!) y por lo tanto todo lo que puedan sancionar y dictar es y será aplicable indistintamente a ellas mismas. ¿Entonces...?  
 
Respuesta de Luis Britto: "¿Y entonces para qué nos independizamos?" 
 
Diríase que las invasiones, las dictaduras, el despotismo, el sometimiento y la barbarie siempre vinieron de fuera. Teníamos entendido que estas cosas no conocen de fronteras, pero he aquí que Luis Britto nos informa de lo contrario. Seguramente la paja en el ojo propio goza de privilegios ciudadanos y no produce injurias como las que nos produce la paja existente en el ajeno. También Jesús se habría equivocado. Pero tomemos nota, he aquí el inferible evangelio, o la buena nueva "luis-brittánica": Bolívar habría vencido al imperio español, no para liberarnos de su yugo, sino para cerrar definitivamente la puerta al curso complejo de la historia, y hacer de la patria un búnker. 
 
¿Y Miranda? Pobre mercenario de Miranda, ciudadano de Indias, ciudadano francés, ciudadano británico, ciudadano del mundo...  
 
"El banquero López Bouza a la hora de pedir ahorros en Venezuela se fingía venezolano, a la hora de robarlos y no pagar prisión, se decía español." 
 
Perfecto: henos aquí, sin más, frente a un delincuente cuyo fingir y decir no lo exoneran de su violación de la ley venezolana bajo ningún pretexto. ¿Pagó o no pagó por ello? Su caso ha de corresponder a una figura jurídica existente, bien precisa. ¿Se aplicó o no se aplicó? Ya es otra historia. 
 
"Carlos Fernández a la hora de llamar al cierre patronal era venezolano, y a la hora de evadir su responsabilidad era español." 
 
Idem... 
 
"Gracias a ello, y a los tratados contra la doble tributación, [los poseedores de la doble nacionalidad] tampoco pagarían impuestos." 
 
Falso a leguas: estas personas pagarían sus impuestos sólo en el país de residencia, la cual no puede ser, ésta, doble. Para no pagarlos en uno de los dos países, el ciudadano con doble nacionalidad debe probar su ausencia en uno de ellos por más de seis meses, mientras todo ingreso generado en el otro será exonerado (según una gama de intereses definida bilateralmente entre los Estados involucrados) en el primero, evitándose así la ilógica carga de una doble tributación para los bi-nacionales. Pero Luis Britto insiste en confundir a éstos con extranjeros residentes en nuestro país, que nos invaden para hacer negocios. En realidad se trata de un problema simple, resuelto internacionalmente hace añales, y que ni aun los Le Pen continúan evocando. 
 
"No se puede servir al mismo tiempo a dos patronos, a dos religiones, a dos banderas. Doble lealtad es lealtad a medias." 
 
Servir a dos patronos, a dos religiones o a dos banderas en realidad no es imposible ni amoral para el espíritu humano; a menos, claro está, que juzguemos según los cánones de la mentalidad neo-liberal, capitalista, bi-dimensional y maniquea del progreso, desde cuya perspectiva resulta imposible concebir que ser leal a una bandera no implica deslealtad a otra, o que el mundo no es una ponchera de países antagónicos, ni de culturas en choque, en competencia. 
 
De hecho, para la visión capitalista, la competencia y el choque son la medida del éxito: el sometimiento de unos por otros, el beneficio de unos en detrimento de otros. Aquí la lógica consiste en una fidelización extremadamente frívola y automática a los intereses propios por encima del bien ajeno, incluso a pesar del dolor y la miseria ajenos (los cuales genera). El mundo visto y vivido según este esquema es el ideal mismo del triunfo, del poder fáctico sobre la vida y el entorno, y constituye una reproducción inconsciente del paradigma divino en Occidente. 
 
A propósito, ¿por qué no se podría venerar a dos o más dioses, como en el politeísmo de las civilizaciones antiguas? Respuesta: porque los dioses de hoy tienen también prohibido compartir.  
 
"Como venezolano que he sido, soy y seguiré siendo, me resisto a que un extranjero me legisle, me administre, me sentencie, me represente o decida sobre mi destino y el de mi República. Amo y respeto a todos los extranjeros, pero opino que deben ejercer el poder político en sus propios países. Venezuela merece tener un gobierno de los venezolanos, por los venezolanos y para los venezolanos. Atentamente, Luis Britto García, venezolano." 
 
Así termina el testamento político de un autor autoproclamado de izquierda respecto al tema de la doble nacionalidad. Curiosa forma de adherir al patrimonio histórico de los revolucionarios: adhiriendo al de los reaccionarios. Si hay algo que sospechosamente huele a doble, es por aquí que fumea... 
 
El reconocido escritor venezolano, más allá de su talento literario y de apoyo explícito al sector revolucionario, visiblemente no ha logrado superar el estado dicotómico de la cultura que lo produjo y contra la cual cree rebelarse. Sólo puede ver en el venezolano con doble nacionalidad a un extranjero invasor a quien nuestro país no debe reconocerle ninguna posible lealtad patria, ninguna legitimidad cultural, ninguna ciudadanía válida. Una suerte de huérfano doble por decreto, sin poder político alguno en ninguna parte. 
 
La doble nacionalidad no es, pues, para Luis Britto García, más que una farsa; pero es así como el diez veces galardonado autor parece idealizar a Venezuela, su propio país: una especie de propiedad monócroma, homogénea, exclusiva del nativo histórico. Propiedad etnocrática al fin, esto es, con derechos reservados y sublimación del ciudadano "puro", so pretexto de soberanías arias... Perdón: aéreas! 

xavierpad@gmail.com 


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Xavier Padilla


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