Las hordas consumistas

Una de las taras impúdicas del capitalismo es el consumismo, esa inducida pulsión a comprar cosas que realmente no se necesitan debido a ser víctima de la publicidad o de la imitación. Pero para ser consumista es necesario que se tengan recursos en demasía, razón por la que el consumista tienda a encontrarse en las capas medias de una sociedad y, en las menos pudientes, sólo latente permanece entonces el deseo de convertirse tan pronto lleguen los “sobranceros” recursos que lo permitan. 

El consumista por tanto pareciera en primer término ser un perturbado debido al influjo de un engendro del mal: la publicidad perniciosa. Pero hay muchos que constituyen el escalón más degradado de ellos, llegando incluso hasta el desafuero para fines de alcanzar adquirir un determinado bien. Y son los que llegan a convertirse en miembros hasta de una horda descerrajada, siendo Estados Unidos el país donde –y nada raro- se ven estas con mayor y dramática frecuencia. 

La última de ellas se formó en Tukwila para comprar por 180 dólares unos zapatos deportivos con la firma del basquetbolista Michael Jordan, ocurriendo luego que, las muchedumbres de Seatle a Georgia se amontonaban desde la madrugada frente a los expendios, para adquirir los embrujados “Air Jordan 11 Retro”, erigiendo así todo un monolito a la banalidad. Pues resultó Tukwila donde comenzaran a amotinarse -a eso de las tres de la mañana cuando las puertas se abrirían a la cuatro- unas 2.000 personas… Y tómese en cuenta que esto no es poca cosa, que es una magna marcha de la MUD, cuando ya habían forzado las puertas producto de las peleas, las coleaderas y los empujones de los dignos compradores de una bagatela… que no otra cosa es. 

Lo cierto es que poco tiempo después los zapatos de la ira se cotizaban entre pujas que rondaban los 300 y 500 dólares, no dejando algunas de elevarse hasta los 700. Fue así como los zapatitos, con la firma de Jordan saliendo del horno, terminaron vendiéndose a precio de valiosas antigüedades . Por tanto debemos darnos cuenta cómo funciona, y qué tan rentable resulta, un mercado de histéricos…

Pero también resulta que así mismo es Estados Unidos como imperio. Tan consumista de petróleo y de otras riquezas ajenas, es, que a la caza anda por allí de un “almacén” desguarnecido para romperle de madrugada la cerradura y entrar a sangre y fuego a comprarlo todo dizque bien barato… Pues sí, no hay duda que un imperio es el reflejo de su atolondrada nación. 

canano141@yahoo.com.ar



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Raúl Betancourt López


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