Cómo me gustaría!

(Mi posición ante la "expropiación" de los terrenos de la ULA en Mérida)

Hay que vivir el drama del inquilino y el atropello de los propietarios, para entender que el problema de la vivienda es un asunto de primerísima importancia, si pretendemos desactivar la bomba de la destrucción social, la delincuencia, y la desesperanza. Por ejemplo, los masivos desahucios en Europa y EEUU están convirtiendo esos países en perfectos caldos de cultivo para el enfrentamiento interno y la violencia sin precedentes.

Hace una década, un grupo de profesores universitarios, luego de una dura batalla de muchísimos años, logramos obtener una vivienda propia a través de una de las pocas Organizaciones Comunitarias de Vivienda exitosas de la clase media en Venezuela: en Campo Claro (Mérida) pueden ver el fruto de nuestros desvelos y preocupaciones.

Digo todo esto porque no es posible opinar, así, en abstracto -como es lugar común dentro de la elite universitaria- la (mal llamada) “expropiación” de los terrenos de la Universidad de Los Andes, en los sectores “Campo de Oro” (11.66 hectáreas) y “La Liria” (1.45 hectáreas); según lo establecido en la Gaceta Oficial (Nº 39.817 ordinaria, y 6.061 extraordinaria) del 9 de diciembre de 2011.

No voy a romper lanzas para defender a la Universidad, mi Universidad, acometiendo irracionalmente contra las decisiones del gobierno del Presidente Chávez; para ponerme al lado de un grupo que controla las universidades autónomas, con el consabido chantaje ético de la “defensa” de la universidad venezolana. No, no soy tan pendejo ¿Puedo defender a estas autoridades -porque de eso se trata y no de la Universidad de Tulio Febres Cordero o de Caracciolo Parra y Olmedo- cuando insensatamente torpedearon los Estudios de Medicina Integral Comunitaria, en lugar de apoyarla e influir sobre la calidad de su enseñanza? No, no puedo ¿Puedo defender a esa derecha “tapa amarilla” que se enquistó en nuestras universidades autónomas y que pretende equipararse con eminentes universitarios como Jacinto Convit o Rafael Rangel, a través de un contrabando ideológico de una supuesta y etérea “excelencia académica” que no practican? No, no puedo. Cuando veo los extensos terrenos de Campo de Oro, convertidos por décadas en verdaderos latifundios, en una pequeña ciudad atrapada entre las montañas más altas de mi país, con muy escasos lugares para construir ¿debo entonces salir a juntarme con esos “universitarios”, de la puñalada trapera en el Consejo Universitario, casados con la suspensión de clases por las más nimias razones, incapaces de hilar un discurso coherente y direccionador de las realidades políticas y geopolíticas de Venezuela? No, no pueden pedirme eso.

Pueden pedirme que diga, como lo he afirmado todos estos años, que el gobierno del Presidente Chávez no ha sabido como tratar a las universidades, mezclando la gran masa de quienes hacemos nuestro trabajo con ahínco y honestidad, de aquella caterva minúscula de rimbombantes personajes con charreteras de humo ganadas en universidades intergalácticas, muy alejadas de las realidades objetivas y de las necesidades de nuestro pueblo. Eso sí puedo reclamar. Como el no ser escuchados en Caracas, habiendo tanto talento que se desperdicia en la provincia, por visiones que parecieran sostener ciertos interlocutores de las universidades autónomas, sin contacto con el día a día, con sus estudiantes, llevando a cabo proyectos de investigación y con demostradísimo trabajo comunitario. Lo digo sin complejos, con clara conciencia política de la desesperación de factores de la derecha precámbrica incrustados en las universidades, pero también de la precariedad de los revolucionarios de la base universitaria, que con las uñas (literalmente) y con los dientes, defendemos este proceso liderado por el Presidente Hugo Chávez.

Hay que ponerse en el pellejo de una familia sin vivienda para llenarse de su dolor, de su angustia por la suerte de los suyos. Pero también hay que entender que la Universidad es un patrimonio de todo el pueblo, y que con este acto no se está ciertamente “expropiando” a una elite podrida que ensimismada se mira el ombligo, que en su rapacidad e ineptitud no ha podido construir !en 30 años! las nuevas Facultades que a gritos piden desde hace décadas la realidad universitaria en la ciudad de los caballeros.

Me gustaría que la realidad fuese mas amable, y no tener que decidir entre una vivienda y un Laboratorio de Biotecnología, entre un parque para los niños y una Facultad de Ciencias Médicas. Cómo me gustaría que el gobierno, nuestro gobierno, entendiera la mentalidad de la clase media profesional, que sin pretenderla convertir en clase revolucionaria, podríamos hacer que ella trabajara por el país (sí, ciertamente, desde sus concepciones conservadoras, pero que como Estado no tendría mayor importancia) en áreas vitales como medicina del cáncer, nanotecnología, química de nuevos materiales o física de altas energías. Cómo me gustaría, también, que las Universidades, que tienen gente talentosa (no toda por cierto), con profundos estudios, dedicación y profesionalismo, cultivara la sensatez, la humildad, la entereza intelectual y la lealtad al país !Cómo me gustaría!

Pero la realidad es terca e implacable. Los enemigos externos e internos del gobierno, deseosos de derrocarlo, bombardearlo, destruirlo, pulverizarlo, mandándonos a todos nosotros a lo más oscuro de las tinieblas (la muerte, no duden), nos deja sin muchas opciones. La oposición política, siguiendo directrices foráneas, manejando un discurso repetitivo y apátrida, sin entender las dimensiones de la realidad histórica que nos ha tocado vivir, tienen su reflejo en las pequeñeces de las discusiones en el seno de las universidades, banalizando temas tan álgidos como la seguridad, vivienda, alimentos o transporte.

No queriendo en definitiva escurrir el bulto, creo lo siguiente: de ser cierto el cambio de uso conforme (no “expropiación” como quieren vendernos la derecha) de los terrenos de Campo de Oro y La Liria, y habiéndose asegurado que el gobierno nacional es consciente que son espacios del patrimonio de la Universidad de Los Andes (podría no saberlo, máxime cuando en la gaceta no hace mención a la ULA), considero que las coordenadas publicadas deben ser revisadas, para no afectar sensibles dependencias estudiantiles actualmente en uso. Además, una parte de esos terrenos pueden (y deben) ser destinados a la expansión natural de la Universidad de Los Andes; pero la otra parte utilizada en la construcción de nuevas viviendas, especialmente dirigidas al sector estudiantil universitario (ULA, UNEFA, UBV, IUTE, etc), el cual dificulta enormemente su estadía en esta ciudad, dado los altos costos de los alquileres. Eso sí sería realmente revolucionario, democratizando y haciendo realmente posible la entrada y permanencia exitosa en nuestras universidades, de ese pueblo humillado y maltratado desde hace quinientos años. A eso, ciertamente, le teme el conservadurismo universitario.

Facultad de Ciencias ULA

juanvillegas.febres@gmail.com



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Juan Carlos Villegas


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