Alquimia Política

Benjamín Arenas, pintor de los tiempos que vendrán

Benjamín Arenas dejó de ser un artista popular de carácter local y nacional, para constituirse, tras varios años de producción pictórica y escultórica de gran factura, en un personaje universal: un artista universal. Su obra se podría resumir como una síntesis geométrica de las formas, en todo su contexto, confundiéndose en líneas que aprovecha el artista para construir módulos grabados y esgrafiados, donde lo grafico concilia al hombre con lo cotidiano y con su entorno; la obra de Arenas redescubre el interior del ser humano, comunicándolo con la luz, las sombras. Ya sea en la talla o/y la pintura, cada pieza de Arenas es más un ceremonial que una creación emotiva; su técnica (talla ensamblaje, grabado y esgrafiado en pasta acrílica sobre madera y m.d.f., con medidas variables) da cuerpo a una temática variada que plantea, según su espíritu (Ejemplo: La serie guardianes del concilio), una conexión del hombre con el hombre y con la naturaleza.

En la obra de Benjamín Arenas, se aprecia la "naturaleza" desde la óptica de dos significados fundamentales: En primer lugar, entendida como el conjunto, orden y disposición de la realidad material existente, entendida como un sistema dotado de leyes propias al margen de la intervención humana. Es decir, la Naturaleza está formada por el conjunto de todos los seres no artificiales que existen en el universo; y es cosmos (y no caos), en cuanto es un conjunto ordenado y regulado por leyes (físicas, químicas, biológicas). En segundo lugar, la Naturaleza, a través del arte de Arenas, designa la esencia o modo que determina a un ser; el conjunto de caracteres particulares o propiedades que le definen. En una palabra, cada figura de Arenas posee una naturaleza o esencia que se corresponde con su modo de ser específico.

El hombre que se ve a través de la creación de Benjamín Arenas es un ser que vive más allá de lo observable y, como tal, forma parte de la Naturaleza; el hombre benjaminero es un ser natural, cuya naturaleza específica consiste en la racionalidad, en poseer una inteligencia y una voluntad libre. La naturaleza humana que Arenas descarga en los formatos, es universal y lo coloca en una situación privilegiada ya que, a diferencia del resto de los seres naturales, su comportamiento no está determinado por los instintos y necesidades naturales sino que, gracias a su voluntad libre, incluso puede obrar en oposición a los mismos; para el hombre benjaminero no existe oposición entre naturaleza y libertad, ya que la libertad pertenece a su naturaleza.

Por otro lado, Benjamín Arenas desnuda al hombre y lo proyecta como un “animal en conexión”, que siempre ha intentado conocer la Naturaleza, ya que de ello depende su supervivencia. El conocimiento del marco natural, así como su transformación, ha motivado a Arenas a impulsar en el conocimiento de ese “hombre vínculo”, la capacidad de adaptarse a sus propias necesidades. Se vale Arenas de elementos de la naturaleza para perfeccionarla, adaptándola a las necesidades humanas.

El hombre benjaminero no es un hombre conforme, recolecta los frutos que la naturaleza le ofrece, y aprende a sembrar y cosechar: primero a través de las miradas, luego ayudado por el color y finalmente creando equilibrio con el espacio, aspirando canalizar el sentido de un alma que crece y se multiplica como corriente en lugares en los que las lluvias no aparecen como liquido sino como brillo. El hombre benjaminero "usa" la naturaleza para satisfacer sus necesidades, pero también es cierto que, muchas veces "abusa" de ella y acaba destruyéndola: extinguiendo al hombre que construye, porque en el fondo, haciendo eso, lo termina de liberar.

El hombre benjaminero no es "dueño de la naturaleza”, ni aspira utilizarla de un modo arbitrario; es un hombre que administra la luz y la belleza; desde una ética de las relaciones de todos los organismos vivos entre sí y con el medio físico en lo

que se refiere a producción o intercambio de materia orgánica. Sin embargo, sus

valoraciones sí que pueden tener un carácter normativo para la conducta humana.

De ahí que la importancia de la obra de Benjamín Arenas radica en los movimientos de sus imágenes y del rompimiento de esos movimientos con una masa que abandona el peso específico del formato, para transformarse en el fondo moral de un hombre y una naturaleza que subsisten en un escenario de vínculo e interrelación perenne, en el cual, sino me equivoco, está la respuesta para la solución de todos los problemas.

Benjamín Arenas, ganador recientemente del Premio de Pintura Ciudad de Guanare, crece cada vez más con sus creaciones; ya no es sólo la imagen lacerada y el pigmento fluorescente sus más cercanos colaboradores, sino el hombre y la naturaleza; o en un sentido más exacto, ese hombre benjaminero que él le ha dado cuerpo, forma y espíritu.

azocarramon1968@gmail.com


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Ramón E. Azócar A.

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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