Estados Unidos, que inventó pruebas chimbas para invadir y ensangrentar Irak, pide pruebas al gobierno venezolano sobre el denunciado magnicidio contra el presidente Chávez. Por eso es perder el tiempo contestar al petitorio de los “legalistas” gringos, desconocedores contumaces del derecho internacional. A sus cipayos en Venezuela sí no está demás refrescarles un poco la memoria. No para que recuerden, sino para que sepan que el pueblo no olvida.
Cuando el gobierno y los bolivarianos denunciaron en diciembre de 2001 que se fraguaba una conspiración para derrocar al presidente y desconocer la Constitución, los jefes políticos de oposición, Fedecámaras y los medios respondían con desdén que mostraran las pruebas. "¿Cuál golpe? ¿Cuál conspiración?”, ironizaban los columnistas y anclas enrolados en el complot y bien pagados desde el norte.
Las pruebas aparecieron la noche del 11 de abril de 2002, cuando los amos mediáticos rodeaban a un inefable Luis Miquilena en un estudio de televisión. La demostración que hicieron de que el gobierno había disparado contra la “cívica” oposición fue el famoso video trucado de Puente Llaguno. El ancla del canal 4 vociferaba que estaban disparando contra una marcha “pacífica”, pero el canal nunca enfocó a la supuesta multitud bajo el puente. Sencillamente nunca llegó hasta allí como se comprobó con videos de las mismas plantas golpistas.
Sin pruebas, denunciaron que el Ejecutivo se preparaba para allanar universidades. Nunca ocurrió. Sin pruebas, alertaron en el país y Estados Unidos que serían cerrados varios medios de comunicación. Jamás sucedió. Sin pruebas, informaron sobre muertos en la industria petrolera que luego aparecían vivos en televisión. Sin pruebas, acusaron a un hijo de Alí Rodríguez de traficar con gasolina, a pesar que el señalado tenía varios años muerto. Sin pruebas levantaron el más alto monumento de mentiras e infamias que se conozca en la historia de Venezuela.
Derrotados democrática y pacíficamente en todos los procesos electorales realizados en el país, fragmentados en mil pequeñas ambiciones individuales y grupales, vencidos en los caminos inconstitucionales que escogieron (golpe, paro petrolero, guarimba y paramilitares), hoy el magnicidio es su última esperanza y, también, su última locura. El desquiciamiento les impide mirar y sopesar las consecuencias de esa aventura extrema y extremista..
Allí usted los ve. Tratan como ayer de banalizar la denuncia sobre algo no sólo bien serio, sino harto peligroso para la paz de la república por muchas décadas. Los medios que siguen disociados minimizan las advertencias del gobierno venezolano y magnifican en primera plana y espacios estelares las cínicas respuestas de los funcionarios estadounidenses. Estos gringos son sucesores de los que, a principio de los 70, tildaban de “ridículas” las denuncias de la Unidad Popular y el presidente Salvador Allende sobre la conspiración yanqui contra su gobierno. El guión es el mismo y el coro de los cipayos, ayer en el Chile socialista y hoy en la Venezuela bolivariana, también lo es.
Para banalizar las advertencias del presidente Chávez, los medios apelan a los mismos erráticos y predecibles internacionalistas que siempre tienen al alcance de la mano para que, con solemne aire de sabihondos, lancen sus repetidos y superficiales “análisis” de invariables lugares comunes. Puro monte, aunque cumplen el cometido de las campañas, harto conocidas, que precede las acciones abiertas y encubiertas de la CIA y el Departamento de Estado. Están al tanto de lo que se está tramando, sin embargo, con el cinismo que los caracteriza piden pruebas. Frente a este tipo de gente apátrida y al gobierno ultramontano de Bush, cuando te pidan pruebas, cuídate.
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