Cuando el crecimiento económico no basta, pero el gasto social tampoco

Mis queridos lectores, lo que leerán a continuación me viene inspirado por los resultados de las elecciones en Perú. Según los resultados dados a conocer con el 85% de los votos escrutados, Ollanta Humala estaría en primer lugar, seguido por la hija de Fujimori. En verdad, no sé qué pasará en la segunda vuelta, y debo reconocer que no poseo un conocimiento sólido de la política peruana, por lo tanto, mi interés no es hacer una disertación acerca del futuro político del Perú. Mi interés va dirigido a poner sobre el tapete, el hecho de que Perú ha tenido durante los últimos años un crecimiento económico elevado, con tasas de inflación muy bajas y un decrecimiento de la pobreza. Según muchos economistas un modelo de éxito a seguir en América Latina.

En virtud de lo anterior, parece contradictorio que en estas elecciones llegue de primero un candidato de izquierda, seguido por la hija de Fujimori, un populista corrupto. Es obvio, que a pesar del crecimiento económico existe una parte importante de la población insatisfecha, los más pobres, y que hacen sentir su descontento votando por Humala. Parece ser claro que el crecimiento económico por sí solo no funciona en América Latina. Una economía en crecimiento es una economía que produce cada año más y que tiene también un proceso de inversión creciente, todo esto, da lugar a que haya generación de empleos, y por lo tanto, una disminución de los niveles de pobreza. Si este proceso se alarga en el tiempo veremos también un alza paulatina en los salarios. Sin embargo, estos procesos de crecimiento económico basados en una economía de mercado con pocas regulaciones por parte del Estado, conducen inevitablemente a un proceso de concentración de la riqueza. Las diferencias entre los ricos y los pobres llegan a niveles verdaderamente odiosos.

Además, esta concentración de la riqueza en pocas manos y un proceso de inversión acelerado conducen finalmente a las crisis recurrentes del sistema capitalista, la ruina de muchos pequeños y medianos empresarios, el desempleo para millones de personas, la pérdida de los ahorros de mucha gente por la crisis financiera que se produce.

Frente a este esquema, se encuentra aquel que plantea la inversión social del Estado para subvencionar a los sectores pobres. La idea es que las subvenciones, becas, donativos, dádivas que no son el resultado de un trabajo productivo, finalmente irán a parar al consumo. Aunque la gente de izquierda no lo quiera aceptar, hay algo de Keynesianismo en esta visión de gasto social, mayor consumo por parte de los pobres y finalmente mayor producción y generación de nuevos empleos para satisfacer una demanda creciente. Es así como hoy vemos en Venezuela, que el gobierno señala como un logro, que las clases más pobres estén consumiendo más kilo calorías que nunca. Nadie que tenga sentimientos podrá no sentirse feliz que los más necesitados estén comiendo mejor y que no pasen hambre.

Sin embargo, esta visión tiene sus problemas. Primero, es necesario que el Estado tenga los recursos suficientes como para hacer una inversión elevada en gasto social, y que esos recursos sean recurrentes, pues cuando se echa a andar la máquina del gasto social, ésta tiende a acelerarse y puede ser un barril sin fondos. El caso de Venezuela es atípico debido a la existencia de la riqueza petrolera, la cual se vuelca a la inversión social. Para otros países la situación es difícil, pues los estados viven del cobro de impuestos a los ciudadanos y a las empresas, por lo tanto, es necesario que el aparato productivo esté en crecimiento para que el Estado obtenga recursos de la recaudación de impuestos. Además, el gasto social que termina en el consumo genera presiones en la demanda lo cual origina inflación, y el aparato productivo debe estar en capacidad de responder a los incrementos de la demanda. No sólo debe estar en capacidad, sino que además, debe tener el deseo de hacerlo. El crecimiento de la oferta requiere una inversión constante. El deseo de invertir de la empresa privada está influido por diversas variables, desde el punto de vista económico que invertir sea rentable, desde el punto de vista político que no haya amenazas a sus inversiones y unos controles mínimos, desde el punto de vista social que exista un ambiente de paz social.

Todo lo anterior nos conduce a pensar que un gobierno con inclinaciones a beneficiar a las mayorías pobres deberán o bien pactar con los sectores económicos privados con el fin de que éstos inviertan y den respuesta a la mayor demanda de bienes y servicios potenciada por el gasto social, o bien, confiscar todo el aparato productivo para tener un control de la oferta y la demanda. Esta última posición ha sido la clásica del socialismo del siglo XX. Sin embargo, a la luz de lo sucedido con las economías centralizadas del siglo pasado podemos dudar de la efectividad de esta receta, y más aún, cuando vemos que Cuba ha emprendido unas reformas dirigidas a crear un sector privado de la economía, admitiendo que el Estado no es capaz de llevar toda la carga económica.

Por lo dicho anteriormente, debemos llegar a la conclusión lógica que la única vía para el desarrollo a largo plazo es combinar crecimiento económico con una política de distribución más equitativa del ingreso. Resulta fácil decirlo, pero hacerlo es otro cantar. Los sectores económicos privados siempre mirarán con recelo a los gobiernos con inclinaciones hacia lo social, creyendo que la búsqueda de una mayor justicia social va contra sus intereses, lo cual puede ser totalmente falso. Mejores niveles de distribución del ingreso estimulan un mayor consumo, garantizando mercados en expansión para los productores. Pero por otro lado, gobiernos inclinados hacia lo social descuidan muchas veces el aspecto productivo de la economía, y también ven al sector privado con malos ojos.

En este sentido, siempre he pensado que el proceso bolivariano no ha prestado suficiente atención a los aspectos económicos. Desde sus inicios hemos visto un fuerte énfasis en lo político y lo social. Recordemos que se inicia con una constituyente y una nueva Constitución, y luego con esfuerzos para modificar esa misma Constitución. Además, hemos presenciado la promulgación de una retahíla de nuevas leyes y decretos, y reformulaciones de las mismas, muchos de los cuales no han pasado a ser más que letra muerta. En lo social, hemos visto la proliferación de misiones de todo tipo, las cuales han sido bien recibidas por las clases desposeídas del país y que han resultado ser una transferencia directa a dichos sectores de la riqueza petrolera, y por qué no, a ellos también les toca. El único problema es que esta política de redistribución de la riqueza está sujeta a los avatares del mercado petrolero y no en función de la capacidad productiva interna del país.

Ahora en lo que respecta a la economía, no creo que podamos hablar de que en todos estos años hayamos tenido una política económica como tal. Y esto me quedó muy claro al escuchar al ministro de Planificación y Finanzas explicando lo compleja que era la inflación, lamentablemente, yo no quería escuchar una explicación al respecto, sino más bien escuchar los lineamientos de política para su reducción, y me quedé esperando. Durante estos años nos hemos paseado por el trueque, las cooperativas, las devaluaciones, promesas de reducción de la inflación, incrementos del salario mínimo para compensar la inflación, blindaje contra la crisis económica mundial que quedó perforado por todos lados, areperas socialistas, estatizaciones de empresas, fundos zamoranos, la Venezuela en positivo, y por último, un discurso anticapitalista. Pero no he visto una política coherente para defender el valor del bolívar y que fuerte, ni algo que pueda llamarse política anti inflacionaria, ni una política coherente para el desarrollo industrial y agrícola del país. Todo pareciera darse de forma epiléptica cuando ya estamos convulsionando, entonces sí, le entramos con toda la fuerza al asunto y creamos una nueva misión, vamos a arreglar el caos del metro, vamos a solucionar el problema de la vivienda, vamos a solucionar el problema eléctrico, vamos a pavimentar toda Venezuela, etc.

 Pareciera ser que es difícil combinar la idea del crecimiento económico con la de la redistribución del ingreso, hacer entender por una parte a los empresarios que una política de redistribución del ingreso, que en el corto plazo los puede afectar (por la vía de una mayor tributación), a largo plazo los puede beneficiar por la vía de mercados en expansión. Por el otro lado, hacer entender a los gobiernos populares que es necesario mantener un crecimiento sostenido de la economía, y que esto sólo es posible con el concurso de la empresa privada, y que no es recomendable por ser una tarea demasiado compleja para una burocracia estatal, que el Estado se convierta en productor además de propulsor de una mejor distribución de la riqueza. Incluso en Venezuela ya se han visto casos de empresas nacionalizadas en que los trabajadores entran en pugna con la administración de las mismas por reivindicaciones salariales. El patrón que propugna la justicia social aparece como el villano explotador que no quiere aumentar los sueldos de los trabajadores. Este papel puede ser embarazoso para un gobierno que defiende los intereses de los pobres, en este rol debería ceder a las demandas de los trabajadores de sus empresas, pero por otro lado, las empresas estatales requieren de una mínima rentabilidad para operar con normalidad y disponer de recursos para la inversión bruta. Si estas empresas no operan bajo criterios de rentabilidad, se convertirán en una carga para el presupuesto nacional distrayendo recursos que bien podrían ir al gasto social.

También quiero destacar que los gobiernos con orientación popular ven en la educación una clave fundamental para el desarrollo de la sociedad y propiciar una sociedad más justa y equilibrada, estamos convencidos del papel fundamental de la educación como palanca para el desarrollo, sin embargo, una vez que se ha obtenido cierto nivel  de educación es necesario que el aparato productivo pueda absorber a las personas que egresen de los diversos institutos educativos, y aún más, que puedan acceder a niveles de remuneración aceptables de acuerdo a su nivel de educación. En este sentido, me preocupa la gran cantidad de egresados universitarios que está produciendo Venezuela, muchos de los cuales tienen serios problemas de colocación y tienen que aceptar muchas veces sueldos muy bajos, iguales o levemente superiores al salario mínimo.

Desde mi perspectiva, Lula es posiblemente el único gobernante con una orientación popular que entendió que sus esfuerzos por combatir la pobreza tenían que combinarse con un Brasil en expansión económica, y que la única manera de lograr esto era a través de un pacto con los sectores económicos brasileños. Por esta razón, no era extraño ver a Lula viajando en compañía de empresarios de su país. Creo que la alta popularidad con que abandonó el gobierno y el hecho de que haya logrado que su sucesora sea una compañera del mismo partido, nos hablan del éxito de su estrategia política. Por supuesto, para muchos radicales de izquierda, Lula se vendió a la burguesía, para mí, combinó exitosamente el pragmatismo y sentido de la realidad necesarios en todo gobernante, con una política social a favor de los desposeídos.

Creo que en Venezuela nos está haciendo falta este sentido de realidad y pragmatismo en el seno del gobierno y la izquierda, que nos salvaguarde de postular anacronismos como los mercados de trueque, o un aparato productivo basado en las cooperativas, lo que hasta los momentos ha sido un fracaso, o que nos empeñemos en que el  Estado debe involucrarse de una forma determinante en el sector de la producción, imitando las experiencias fallidas del socialismo del siglo XX. Lo social, lo político, lo ideológico no bastan, debe haber un sustento económico que se concrete en una política coherente, que impulse el crecimiento económico sostenido en base a la productividad de los factores de producción internos, una moneda estable, un nivel de importaciones razonable, diversificación de las exportaciones, control de la inflación, generación de empleos. De no ser así, a largo plazo la revolución no sobrevivirá y el péndulo se desplazará a la derecha, posiblemente para que al cabo de un tiempo vuelva hacia la izquierda en un ciclo interminable.

htorresn@gmail.com



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Hernán Luis Torres Núñez


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