María Gil, el hombre se llama Hugo Chávez

María Gil, hace 22 años culminó tu misión en esta vida. Al cambiar de dimensión, dejaste un saldo humano en azul aunque como lo sabemos tú y yo, tu preferido siempre fue el rojo. Fuiste una roja rojita empedernida.

Chama, cuánta agua ha corrido bajo el puente desde ese 16 de mayo de 1989. ¿Lamentos de mi parte?, ¡claro vieja! Cómo reniego de que no hayas estado durante el explosivo 4 de febrero que apenas tres años después puso a temblar al más pinta’o. Chama, y fue como quisiste: nació de un huracán verde adornado con boina roja. Como dicen en Lara: qué templada fuiste en tu deseo.

Me quito el sombrero ante ti, chica. Fíjate, cuando abordábamos la política –que era casi siempre– coincidíamos en que algo tenía que pasar. Los abusos y las violaciones a los derechos humanos eran una constante, y hasta nosotros mismos fuimos víctimas en numerosas ocasiones. Apuntábamos hacia el Socialismo y el Comunismo como la única vía. Pero donde yo no me cuadraba mucho contigo, era en ese pronóstico o anhelo tuyo según el cual los vientos transformadores saldrían de una acción militar. Tú con sexto grado y yo todo un pichón de ser viviente no podía permitirte que tal simbiosis fuese factible. Ay, Angelina: cuánta razón tuviste vale. Como siempre en casi todo. De los cuarteles precisamente salió el hombre y caramba María Gil, el hombre se llama Hugo Chávez. Qué puntería tuviste: militar y socialista. Na’guará. ¿Cómo lo supiste pana mía? ¿Acaso estabas metida en alguna cuestión rara y jamás me lo dijiste? Me vas a perdonar, pero esta vez tampoco te voy a creer.

¿Sabes cuándo te hago presente con más fuerza política dentro de esta Venezuela cambiante?: cuando se toca el tema de la vivienda. Me pasó mucho con el Decreto 1666 del 4 de febrero de 2002 sobre la tenencia de la tierra en el área urbana. Mi loca, ¡la vaina sí era posible! Tu sueño hecho realidad. La gente podía ser dueña del terreno que ocupara, así estuviera en el cerro más alto. Por irte tan rápido no llegamos a gozar de ese beneficio, pero me alegra un montón –también te ocurriría– que sí le llegó a nuestros viejos vecinos del barrio Brisas de Propatria. Ahí también la sacaste de jonrón. Ah, los Tiburones de La Guaira siguen sin ver luz. Chao.


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Ildegar Gil

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