Me horrorizo con solo pensar que no tendré visa americana

Eso ni imaginarlo, sería un acabóse de mundo, que nos dejaría en la intemperie más asombrosa por la barbarie de esos republicanos de quitarnos el sueño de nuestras vidas: viajar a los EEUU y más ahora que tienen un premio Nobel como presidente, causa más que significativa para desvelarse en caso de que eso ocurriera y con lo cara que están.

Yo en particular llevo quince años juntando un dólar semanal, semana tras semana, que cuando tenga lo necesario me largo al Norte a darme la gran vida y de paso conocer la Casa Blanca, aunque sea de lejitos, pero algo es algo, para no venirme sin esa dicha y, ¿qué más puedo exigir?, si por esa dependencia ejecutiva han pasado los más insignes mandatarios del mundo capitalista que escapan de mi imaginación, lo que para este soñador despierto le daría una gran inspiración de tratar de tener las riendas de los años pasados con la esperanza de asirse de cerca a sus idearios de dirigentes famosos a esos pensadores en la pradera de la ilustración en que cabalgan dentro de la historia americana de siglos.

He contado tanto los dólares reunidos al igual que estrujo en mi desesperación desordenada esa idea que, me mantiene de pie con la firmeza de no naufragar al nadar de emoción hasta tener la libertad de ver la estatua con ese nombre que, me fascina por demás y, una vez en su presencia, me arrodillaré y no me cansaré de llorar de tristeza por la alegría que su presencia significa y, así entre tristeza y alegría evocaré los diez principios básicos de la economía gringa, que no será mucho pedirle por un sueño de cara a la realidad y los pájaros de mis pensamientos no se irán, porque seguirán siendo pitiyanqui como el apátrida que se esconde en mí.

Mataré los deseos que han crucificado mi gula por años, pero que con mi afán nada oculto, comeré tanto hot dog y hamburguesas tal cual, me alcance el tiempo, porque se la juré a san Miguel Arcángel que me acompañara en hacer oportuno mi delirio de llevarme a la boca la comida chatarra en su oriundez de mesa mundial y, la coca cola será el atractivo de mi delicia espiritual que correrá libremente por la autopista de mi estómago que con una pipa de frío me abrigaré de estrellas dentro de mi suéter de oveja que me abrigará en mis días de calor intenso por conocer todo lo que me convierta en un turista fanático con destino fijo de años.

Iré a un parque de béisbol no importa cuál, lo liberal es ponerme cualquier gorra y tragar todas las palomitas de maíz que en nueve o más entradas sean posibles y, gritar a todo pulmón por el equipo que me acoja a él, no importa que las bases de mi yanquismo estén llenas de emoción y corran sin alivio de fanatismo vivo, pero dónde esté estoy en lo mío, en el país que surca los sueños de quien duerme y en particular me vendré como la pelota que sale fuera de la cerca con mi corazón inflamado por lo que me mantiene por el swing de la mirada oportuna.

Miami, Florida, Orlando, Walt Disney World, qué Cuba ni qué Cuba, esto es el paraíso de mi espíritu y, el que quiera ver cubanos véngase conmigo a recorrer la atracción de una vez, lo que no verá nunca más, eso está en el aire que se respira que, como Miami no hay dos y uno no despierta del sueño de estar montado todo el día en la distracción de las mil revueltas que te lleva y te trae del presente al futuro e injusto es quien quiera pedirle más al destino, a no ser más dólares, para más días de gloria incontrolada de felicidad envuelta en pasión desmedida. ¿Quién se va a comer un pabellón venezolano, pudiéndose comer un arroz a la cubana en Orlando Suite con una piña colada in situ? -¡oh dios no me mates en vida sin llevarme a los EEUU! Y juro por lo más sagrado del yanqui agresor que, sí nos niegan la visa los congresistas republicanos, les vamos a tirar una señora huelga de hambre que se van acordar de nosotros los tercer mundista hasta que Obama se vaya y nosotros al poder.

¡Queremos visa y visa queremos los de extrema derecha! Porque así no se irán los pata en el suelo a visitar el país de las estrellas y éste si sn Miguel Arcángel lo complace: recorrerá el Paseo de la Fama en Hollywood que le permitirá venerar con interés extraterrestre a los más famosos que hayan pasado -no como la vedette María Conchita Alonso- por los estudios cinematográficos de Hollywood demostrando su capacidad histriónica y sobre todo a mi ex presidente cowboy que deberá estar en el infierno de tantas maldades juntas que le propinó al mundo con su ensarte de desmanes políticos en contra de los pueblos democráticos, pero eso no me quita el deber de admirarlo cono apátrida que soy y, para finalizar viajaré en American Airlines con todo el esplendor de mi comodidad atraído por un asiento de paz rumbo a lo que venga y aunque mi estadía no me comprometa el tiempo necesario al compás de mis dólares no me vendré sin darle un beso de admiración a Hillary Clinton como la mujer más inteligente de los gringos, por supuesto, después de María Corina Machado y Nitu Pérez Osuna, las nuestras.


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Esteban Rojas


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