Sin derecho a nada

Moriremos todos por radiación

37 casos de seres humanos afectados por la radioactividad. Tres reactores estallan y se pretende silenciar el demonio que recorre nuestra atmósfera en las cercanías de Japón, China y Korea;  los núcleos radioactivos están bajo normas de seguridad, nos dicen, pero pregunto: ¿por qué entonces EE.UU. retira sus barcos de las costas japonesas al detectar que sus marinees están manifestando síntomas de contaminación radioactiva? La mass media no transmitirá esta noticia hasta que sea obvia, la muerte es algo que no podrán ocultar. El imperio necesita muerte, tragedia y dolor para permanecer en su dominio, como siempre.

Hay dos posturas a saber, quienes presentimos la sombra negra de la muerte y la vemos actuar con su sanguinaria crueldad, en dimensiones inimaginables en el momento histórico actual; y la de aquellos que aspiran a que la vida siga de forma normal y que estos sucesos no están conectados sino con el azar universal. 

Lo cierto es que algo terrible sucede en el planeta, lo quieran o no ver, ese no es el problema, el problema es que tenemos solo diez años para revertir una caída brutal de la especie y el planeta hacia la destrucción inevitable.

La Radiación.

Radioactividad por fusión nuclear que respiramos sin saber y que nos degenera en muerte a escasos meses, al imperio no le importa si se genera por guerras o por sismos. Les interesa reducir la población mundial en millones de seres. Saben muy bien algo que la mayoría no quiere ver: la aceleración degenerativa que produce el crecimiento poblacional aproxima el final de los recursos naturales, de la energía de la que vive nuestra civilización al contaminar y destruir la capa de ozono. Para el imperio el tiempo es preciso en sus sueños de permanencia, más años, más capacidad de sobrevivencia, aun sea sobre la muerte de la tercera parte de la población. Es su manera de retrasar la hecatombe ecológica. Aunque usted no lo crea, la muerte es alimento para su agonía, preserva el pánico existencial en la especie y reduce la capacidad de protesta y de triunfo revolucionario. Lo que ha sucedido en Japón podría corresponder a una estrategia de guerra de siglo 21, cuando puedes manejar el clima y los cataclismos, entonces nadie te culpará a ti, será entendido como una calamidad natural, hasta que la humanidad entienda que el imperio hace mucho que maneja las armas climáticas detrás de la excusa del desequilibrio causado por nuestra civilización sobre nuestro medio ambiente. La tragedia de Japón sirve al imperio, definitivamente, por tanto, el imperio es sospechoso.

El Carbono.

La real y verdadera crisis de esta humanidad consiste en la contaminación de carbono en la atmósfera que respiramos. Para quienes no lo saben, les diré que hace diez millones de años, esta atmósfera que hoy nos da vida, era irrespirable. ¿Por qué? Por que era mayoritariamente bióxido de carbono. ¿Qué pasó en aquella época? Unas pequeñas bacterias generadas en la actividad volcánica, que fueron capaces de realizar fotosíntesis, comenzaron a absorber ese carbono y a transformarlo en sus conchas, en su cuerpo. Millones de años en este proceso, limpiaron toda nuestra atmósfera del carbono y la transformaron en aire.

Hoy este proceso está  siendo revertido por nuestras `propias manos. El desarrollo desesperado de la industria y las transnacionales, genera carbono que envenena el aire. El desequilibrio ecológico que ha cambiado los tiempos del ciclo del agua, en su transformación de estados. Líquidos, sólidos o gaseosos, hoy impide que ese ciclo limpie la atmósfera y amenaza por  permitir la emanación mayoritaria de gases metanos a ella, lo que, en fin de cuentas, hará irreversible el envenenamiento del aire que respiramos, del agua que bebemos. Aunque nadie quiera creerlo, esto está sucediendo. Es el pago que la humanidad recibe de la sociedad capitalista imperialista.

Solo podríamos salvar a nuestra especie y a nuestro planeta si reaccionamos en estos diez años siguientes, de no hacerlo, estamos sentenciados a morir. Esto los sabe el imperio. Ellos no apuestan a salvar la tierra. Su locura se fija en que un reducidísimo grupo de oligarcas desarrollen la tecnología y la ciencia para colonizar el planeta Marte. Desde ya han sentenciado muerte a nuestra civilización, están buscando tiempo para poder mudarse a su nuevo planeta, por ello necesitan reducir la población mundial.

Ante la crisis que vivimos, he considerado este el momento preciso de expresar mis convicciones. Por ello convoco a la lucha, la revolución desde ya es una necesidad ecológica y de sobrevivencia. Apuesto a todas y todos, apuesto a que venceremos. La insurrección contra los imperialistas desquiciados debe crecer desde hoy. Usted medite esto, arguméntese con búsquedas relacionadas en Internet, entienda que no es un loco que anuncia tempestades, que no es un profeta premonitor del Apocalipsis, es solamente lo que ha diario estamos viviendo. ¿Esperará a que sea su hijo quien se muera envenenado por la radioactividad?

Venceremos.

brachoraul@gmail.com  


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Raúl Bracho


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