La noche de los machetes mochos

En Venezuela no existe oposición sino posiciones interesadas, y son miles. Entre ese mar de posiciones no puede forjarse un acuerdo de trabajo, un proyecto, un plan de lucha.

Brillan los cuchillos solapados:

A María Corina le están dejando de lado.

Se buscan al Capriles Radonski para que dirija la comparsa.

Antonio Ledezma se enconcha en busca de mejores reglas de juego.

Manuel Rosales se asoma, lejano y parco.

Pablo Pérez suspira.

Enrique Mendoza anuncia que algo anunciará.

Julio Borges pide “time”, y asegura que no es tan ridículo como lo pintan.

Mientras por doquier convergen ríos envenados en un gran mar de lodo y cegueras sin control.

Están ahora con sus lobos en la AN, con los despedazados partidos AD y COPEI, cuyos cuadros se desintegraron y sus jefes viajan como mujerzuelas al exterior porque en los barrios y en el pueblo ya no tienen gente.

Están pues allí en la AN, los reagrupados de los grandes naufragios que buscan desesperadamente una tabla para seguir tirando: de fracaso en fracaso, que ayer estuvieron en la ultra-izquierda, luego emigraron hacia la derecha (como la vieja de Proyecto Venezuela), y se devuelven hacia el centro de las ultras, chapoteando.

Siempre chapoteando.

Todos los palos para ahorcados siguen ocupados: ¿Qué hacer cuando siempre ellos han luchado a brazo partido del lado de quienes degradaron todas nuestras instituciones y dejaron en bancarrota al país?

Deshojan la margarita, y se hurgan las narices (jetas).

Bobolongo se desespera pidiendo primarias ya.

Sus analistas aseguran que escuálido nunca se volverá chavista, mientras que lo contrario se viene dando sin pausa y aceleradamente.

Tienen las apuestas echadas, y le anuncian a sus cerebros en Washington que el cambio se dará en el 2012.

Hay para ellos no obstante pánico, ardores y sueños intangibles de que vendrá una vida ya vivida y estragada: petróleo barato, libre mercado, dólares a granel.

No es que la oposición haya crecido. Lo que se asoma es el desengaño, la frustración, la desidia: el desgaste. El desmadre de los farsantes busca-cargos.

No ha crecido la oposición, sino las mentiras bien metidas.

Han crecido las necesidades producto de que el nivel de vida se ha disparado.

Y lo que han recibido un poquito, quieren mucho más, y se desesperan y se quejan si siempre no les están dando. Maldicen la espera.

Y hasta llegan a creer que los de la derecha podrían atenderles mejor.

El interés, el maldito egoísmo.

Los eternos golpistas apuestan pues, por el supremo caos sobre todo a las injerencias extranjeras: solicitando muletas ajenas.

Qué tal.

jsantroz@gmail.com



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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