El asunto de la propiedad de la tierra

En un principio el derecho original de la propiedad sobre las tierras se
obtuvo mediante la fuerza bruta, y con el pasar de los años, esta fuerza
bruta se transformó en leyes que regularizaron esta propiedad. Las leyes
que dieron un sello de legalidad a la usurpación de las tierras, más
tarde fueron tomadas como normales e incluso, como leyes de aplicación
universal en todo el mundo. Ya que la propiedad privada sobre la tierra
se fundamenta en nuestra aceptación como normal, entonces, está destinada
a desaparecer cuando la sociedad no la reconozca y sea un freno para el
bienestar colectivo.

Las condiciones económicas y sociales que hacen que el hacendado
capitalista tienda a aplicar en la agricultura y la ganadería el trabajo
colectivo y organizado, al empleo de la maquinaria y otros avances de la
ciencia genética, sirven de impulso a la necesidad social de la
nacionalización de las tierras. Ya no se trata de excusas acerca del
sagrado derecho a la propiedad, sino de una necesidad social, que hace
que la legislación deba adaptarse a esta nueva realidad y a los intereses
de la sociedad.

Para aumentar la producción agrícola y pecuaria, se debe someter a la
voluntad del colectivo, aun un pequeño grupo de individuos latifundistas
que hacen lo que les da la gana con las tierras y las usan dependiendo
de sus intereses privados, muchas veces afectando la fertilidad del
suelo. El sistema de riego, el tractor, y el abonado de la tierra tienen
mayor efectividad cuando se trata de grandes extensiones de tierra. Esto
hace que el plan socialista de la nación precise de convencer al pequeño
productor de asociarse con otros productores para aprovechar las ventajas
de la tecnología disponible en la actualidad. La agricultura y la
ganadería, para satisfacer nuestras crecientes necesidades de producción
para la alimentación del pueblo, deben desarrollarse a escala nacional y
no a escala de conuco y parcela.

¿Acaso no es más productivo el trabajo agrícola cuando se aplica la
técnica moderna, que cuando se recurre al trabajo personal y al de unas
familias en la pequeña propiedad?. Para lograr esta meta se debe realizar
la nacionalización de las tierras y no una simple recuperación. El
pequeño agricultor gasta demasiada energía vital para obtener el dinero
para su propio sustento, paga impuestos, paga intereses bancarios, y se
aisla de la problemática social debido a su fuerte nexo con el terruño.
Esto incrementa el antagonismo entre la ciudad y el campo.

Y es que la nacionalización de las tierras y su empleo a escala
nacional, son indispensables para suplir la demanda del crecimiento
demográfico, y el incremento vertiginoso de los precios de los productos
agrícolas. La producción de pequeños productores asociados en grandes
extensiones de tierras elimina la competencia entre ellos mismos, elimina
el pago de alquiler por las tierras, y reduce el poder de la burguesía.
Sin embargo, en definitiva las tierras deben ser propiedad de la nación
misma, para evitar que los intereses de un grupo se eleven por encima de
la sociedad que está integrada por diversos tipos de trabajadores.

En resumen, el socialismo debe centralizar a escala nacional los grandes
medios de producción como fundamento de un nuevo tipo de sociedad,
compuesta de una alianza de productores dedicados a un trabajo con
arreglo a un plan general y racional.

Una propuesta de revolución agraria revolucionaria debe inspirarse en las
condiciones mencionadas y merecería el apoyo entusiasta de la clase
trabajadora venezolana.

¡Patria Socialista o Muerte.........Venceremos!

(*)Escuela de formación socialista Rodrigo Márquez (Pdvsa Intevep)

garcialwx@pdvsa.com


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Lucidio García(*)


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