A Vladimir Villegas, desde su nombramiento como presidente de Venezolana de Televisión, empezaron a dispararle fuerte. Una vez que asumió el cargo, le dieron con todo, siempre por mampuesto. Pocas veces, muy pocas, casi nunca, escribo sobre personas y amigos. Principio de periodista y capricho de escritor. Existen otras formas de expresar solidaridad y brindar apoyo. En este caso, había un motivo adicional para inhibirme: Vladimir era el presidente del canal de cuya directiva formo parte en calidad de suplente y donde conduzco un programa semanal. Una vez que presentó su renuncia, ya sin cargo alguno, nada me impide decir algunas cosas.
Conozco a Mario, Vladimir y Ernesto Villegas desde hace años. Fueron mis alumnos en la Escuela de Comunicación Social de la UCV. Cuentan con mi amistad y afecto. Son parte ellos de una bella y honorable familia. El nombre de su padre está escrito en la historia de mi patria con la letra mayúscula de los luchadores por las causas justas. Y a su lado, porque sobrellevó luchas y ausencias, persecuciones y sacrificios, el de su viuda. Esto es un tesoro inapreciable, pero además, cada uno de los Villegas ha hecho de su vida particular un ejemplo de estudio, trabajo, honestidad y constancia. Eso está allí, sin posibilidad de mácula por la envidia o la canalla.
El que no puedan manchar esa trayectoria no significa que no lo intenten. Estando en Brasil como embajador, a Vladimir lo difamaban desde aquí. Cuando regresó para asumir la presidencia de VTV, la jauría se desató. No conforme con atacar a su persona, lanzaron sus dentelladas contra Ernesto y Asia Villegas, apenas fue ella designada Directora de Salud de la Alcaldía Mayor por Juan Barreto. No necesitaba de mi larga experiencia periodística y docente para darme cuenta de que se trataba de una campaña minuciosa y maliciosamente planificada.
El cinismo cultiva las hipérboles. Gente que en la UCV pirateó 13 años para obtener una “licenciatura” a ras de 10 (lo digo con directo e indignado conocimiento de causa) pretendió descalificarlo profesionalmente. Vladimir Villegas ha ejercido el periodismo desde el reporterismo hasta la presidencia del canal con eficiencia, calidad y honestidad. Desde la secretaría general del gremio periodístico trabajó duro por la dignificación de la profesión y los derechos de los trabajadores de los medios. Es un abanderado incuestionable en la lucha y defensa de los derechos humanos, ya como diputado, constituyente o simple ciudadano. Su hoja de vida no tiene envés que ocultar y esto tampoco se perdona.
Alguna gente de empequeñecida alma saltó de ira cuando Vladimir Villegas fue designado embajador en la república del Brasil. Al retornar de ese gran país y ocupar la presidencia de VTV, un cargo para enloquecer cualquier gerencia, se desataron los demonios. Intrigas, panfletos, datos inventados pasados a palangristas estallaron antes de su juramentación. Admiré la entereza con que recibía toda aquella descarga que no pocas veces alcanzó a su familia. Trabajó en una etapa dura para el país y el canal y cumplió eficientemente con la responsabilidad que se le asignó y asumió. Esa fue la mejor respuesta a la canalla. A las múltiples jefaturas externas, a los súbitos divismos internos, a los padrinos de la “revolución” y a la “revolución” de los padrinos. C.
Amigo mío: donde quiera que vayas te toparás con la pequeñez de alma y espíritu. La intriga es la sombra del talento y no se le despega. Los millones de venezolanos que apoyan este proceso de transformación –y reconocen tu trabajo- demuestran que Venezuela no es un país de resentidos, trepadores y truhanes. Deja que los perros ladren porque como dijo aquel hidalgo caballero, es señal de que tú avanzas y ello no impedirá que hacia Belén la caravana pase. Y va pasando. Vale.
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