Los obispos y el socialismo

Analicemos las agallas de los obispos sodomitas de la Iglesia Católica: Estos sujetos de mal vivir y de dudosa conducta sexual, nos dicen que sin creer en Dios no podemos ser felices ni virtuosos. En cuanto a la virtud, (de la que estos monseñores carecen) sólo puedo hablar por observación, no por experiencia personal. Y en cuanto a la felicidad ni la experiencia ni la observación me ha llevado a pensar que los creyentes son, en general, más o menos dichosos que los incrédulos. Estos individuos de la jerarquía Católica (más bien de la jerarquía de Satanás) acostumbran a encontrar “nobles razones” para la desdicha ajena, porque es más fácil ser orgulloso si se puede atribuir la desdicha de uno a falta de fe que sí que hay que atribuirla a la religión misma y a sus obispos. Por mi parte, creo que las virtudes más importantes son: la inteligencia y la bondad. La inteligencia está obstaculizada por todos los credos, cualesquiera que sean; y la bondad está inhibida por la creencia en el castigo. 

La eficacia de cualquier argumento ético reside en su parte moral; por ejemplo, en la prueba de que una clase de conducta, más que otra, es el medio para un fin ampliamente deseado. Cuando decimos que la moralidad de la conducta debe juzgarse por sus probables consecuencias, queremos decir que deseamos que se apruebe la conducta que vaya a realizar los fines sociales que beneficien al pueblo en general, y que se repruebe y castigue la conducta inmoral que lo perjudica; pero esto no se hace, hay ciertos manejos tradicionales según los cuales la aprobación y la reprobación se aplican sin tener en cuenta para nada el daño que se le hace a los niños(as) o adultos que quedan traumatizados para el resto de sus vidas, causado por la inmoralidad y vicio asqueroso de estos clérigos nefastos y criminales. En el orbe en que se mueven estos curas de raras costumbres, el bien y la justicia es un imposible moral; es más, la “justicia y el bien” se transforman objetivamente en un mayor mal.  

En su desesperación de la realidad del país, por no poder salir de Chávez, la burguesía acapara los productos de primera necesidad y los obispos los bendicen y aprueban, para que el castigo del desabastecimiento caiga sobre seres inocentes en un grado de especulación y miseria atroz, de un odio infinito, mortal; piensan que con esa maniobra pueden cambiar la opinión del pueblo, y que los beneficiados serán ellos con cara a las elecciones del 26-S, y así poder salir de Chávez. Para los obispos burgueses la palabra libertad e igualdad es: dominar, explotar y controlar el Estado con todos sus bienes y riquezas. Libertad para matar, para odiarnos… Esa es la verdadera tragedia de la Religión Católica; a la incapacidad para entender sus herméticos idiomas en esta edad babélica. Debemos rectificar su creación, creando un mundo en el cual no exista la libertad para el mal. 

Para los socialistas la libertad y la igualdad es algo histórico, político; algo adquirido por el pueblo revolucionario a costa de su esfuerzo y de su sangre: es un período, un estado, de la evolución de las masas en su permanente progreso. Según Darwin y Marx, ellos fueron quien así se expresaron, cada uno en su propio terreno. El dogma de la —evolución, revolución— exactamente, su inmanencia, realidad, verdad… y eternidad. Nosotros estamos haciendo una sociedad nueva, como debemos saber. La sociedad burguesa se ha complacido, ha gozado, se ha revolcado en todas las cosas disfrutando de ellas como una manada de cerdos disfruta del fango. Pues bien: lo que hasta aquí ha sido placer y disfrute para unos pocos pasará ahora a ser un instrumento para la edificación de la vida de la comunidad socialista.

El socialismo es: Fe en la Razón. Fe en su dialéctica precisamente, en su dialéctica, que hace del materialismo, de la materia, un caso determinante y no determinado… la realidad marxista; que la evolución-revolución es un devenir puramente dialéctico. Hay una dialéctica universal determinante de todos los protofenómenos. Sí, si el fin está justificado. No interesa en lo absoluto ese yo espiritual que con ser “puro, eterno y libre” se somete siempre a lo material…; en fin, que resulta ser determinado por la condición económica de cada individuo. Crearemos distinta economía, distinta condición, y hallaremos otro y distinto yo social; sin matarlo, sin transmutarlo.  

La corrupta Conferencia Episcopal Venezolana fascista, manipuladora trata de trasmutar la esencia del pueblo, eso es matar su propio yo; fíjense, lo primero, matar, no ya matar su vida física, sino matar su yo inmortal. Ese yo, al cual, nadie quiere, o sabe o puede renunciar. Es ello tan inconcebible en su realidad que sólo este falso lenguaje puede fingir la posibilidad de imaginarlo, usando del truco de objetivar lo subjetivo, forjando el espejismo de la imagen del yo muerto, cual si la nada pudiese retractarse. Nadie puede querer o imaginarse otro, es contra natura, de imposible aceptación, porque sería tanto como dejar de ser para ser, y ser y no ser sí que es una contradicción sin posible conciliación. 

Sí; la compatibilidad nacida de la subordinación. En lo decisivo, en luchar y matar, la pasión domina a la fascista, burguesía de la CEV y a ella obedecen…; luego, vienen los abogados y fiscales de la Santa Inquisición que forman el tribunal de su “razón” a sancionar el crimen, pero como abogado y fiscal son parte de esa mafia criminal, siempre convienen en que hay un motivo racional que justifica su acción pasional, inventando un alto y futuro fin. Matar es una negación de la vida. Quien tenga una sensibilidad humana y tenga valor para enfrentarse con esta burguesía eclesiástica fascista, pedófila, inmoral y corrupta, sólo podrá evitarse el mal privándolos de los medios para realizarlo. Porque dejarse matar, es tener una mentalidad de res.  

El horror de los capitalistas obispos al comunismo, es muy natural en ellos dada la esencia de su naturaleza, los llevó a una total aberración; personalizaron el comunismo, haciendo de él, acción, un sujeto. Así vino a ser el comunismo un ente metafísico existente por sí. Lo primero, que estos obispos capitalistas incurren en una mitología, ciertamente, muy vieja. Su primer efecto es potenciar a los pueblos para el mal, negándoles su calidad de sujetos, al reducirlos a ser objetos. Es lo más eficaz para matar su conciencia… el dar al mal categoría de “necesidad”, hasta lo consideran los fascistas obispos, como elemento de síntesis transmutable en “bien”. Todo les es inútil. No les cabe entonces hacer más. 

El mal es obra del capitalismo y de la religión católica; el mal auténtico y trascendente, el que se hace al pueblo pobre. El mal, por su esencia, es dual, contradicción; todo en él objetividad. Lleva en su entraña la negación, la nada. Así, cuando elevamos el mal a su consecuencia última, se auto destruye así mismo. Por tanto, el mal no puede ser absoluto ni eterno; ha de ser temporal, humano, porque el mal muere falto de objeto; sin objeto es nada; no es, porque la nada no puede ser creada, y el mal nada es. Pero convengamos, por lo menos, en que sólo es una filosofía de victimas… Los fascistas obispos y sus pares los burgueses que sólo saben odiar y matar se destruirán a sí mismos y nada de ellos sobrevivirá. Sobrevivirán, no los que odien, sino los que amen. Sólo el amor crea. 

La docilidad de los pobres a los ricos no es producto del amor a la paz sino de la debilidad. La causa de la debilidad no reside en los pobres como tal sino en la desproporción entre las bases económicas entre pobres y ricos.

Yanquis, ¡Ho Home!

¡Libertad para Gerardo!

¡Libertad para los cinco héroes de la Humanidad! 

 Salud Camaradas.

Hasta la Victoria Siempre.

Patria Socialista o Muerte.

¡Venceremos!

manueltaibo@cantv.net



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Manuel Taibo


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