Bicentenario y el compromiso de la historia

La instalación de la Comisión Nacional del Bicentenario (CNB), por parte de la presidencia de la república, ha generado un gran revuelo principalmente por los supuestos sobre los cuales se ha planteado la conmemoración. Al contrario de la excesiva fechalización – insistencia de la fecha por la fecha misma – y la emeritización – exaltación del héroe sobrehumano- la CNB ha introducido un debate sobre dos aspectos esenciales: 1) la democratización de la memoria histórica y 2) la discusión sobre las interpretaciones históricas-historiográficas del pasado lejano y reciente.

El 1er aspecto, conlleva un debate sobre las formas que ha adquirido el discurso histórico para plasmar la realidad que estudia. Es lugar común hablar de cómo la historia la escriben los vencedores, pero lo que pocas veces se discute y analiza es el proceso formal a través del cual la historia establece y justifica las relaciones de poder.

La capacidad que tiene la historia, como mecanismo de socialización y aceptación de normas es inobjetable. A través de los contenidos que se reproducen en las escuelas públicas y privadas, de los diversos libros autorizados por el Ministerio de Educación se viene reforzando una representación de la historia que insiste en la fecha como elemento de adoración. Los libros con los que se enseña historia obligan a nuestros hijos (as), sobrinos (as), nietos (as) a “aprenderse” de memoria ciertos procesos. Ese aprendizaje es esencialmente automático, no hay comprensión del hecho mucho menos interpretación. Lo que pareciera ser un error no lo es. Se trata que nuestros niños, niñas y adolescentes se hagan extraños a sí mismos, a su memoria de vida ya que las fechas que recuerdan son planteadas desconectadas totalmente de su propia realidad.

La historia que se enseña, habla de héroes casi divinos, súper humanos predestinados y con ello, nuestros estudiantes lo ven como algo inalcanzable. El resultado es una profunda ignorancia de todo lo que nos rodea. No tenemos ningún sentido de lo histórico desde nuestro plano personal. Obviamos –realmente ignoramos- de donde vienen nuestros abuelos. Desconocemos el origen de nuestros apellidos. Olvidamos quienes son nuestros bisabuelos y con todo ello, nos hacemos ajenos a nuestro entorno. Con eso se logra alienarnos de nuestra realidad. No desarrollamos la capacidad de descomponer lo que nos rodea a través de problematizaciones y sobre eso se basa la dominación ideológica. Esa dominación se estructura sobre la imposibilidad que tenemos de construir un discurso desde lo propio y esa incapacidad es sustituida por la imposición – utilizando los medios- de un discurso de la colonialidad, que justifica lo injustificable, que exalta contravalores.

Por eso, cuando desde la CNB, el Centro Nacional de Historia (CNH) y el Archivo General de la Nación (AGN) se propuso a través de la emisión del Decreto 39.402, donde se acuerda el traslado y custodia por parte de esa institución del Estado venezolano de los archivos de Miranda y Bolívar, la Academia nacional de la Historia (ANH) reacciona ante lo que considera una “manipulación de la memoria”. No hay manipulación, lo que existe es el compromiso de permitirle a todos los venezolanos el disfrute de su patrimonio histórico a partir de un acceso y disposición de esos documentos que hasta ahora han sido de uso exclusivo de los investigadores expertos. En el fondo, se plantea una ruptura que parte de considerar que la historia no es exclusiva de los académicos, pues al decirlo así se dice que los sujetos colectivos no tienen historia. Desde la CNB decimos que los sujetos colectivos – blancos, negros, mestizos, mulatos, niños, mujeres- son sujetos históricos y como tales, tienen no sólo derecho a escribir su historia sino también tienen derecho a acceder a sus memorias.

Lo que ha ocurrido, es que mediante ese decreto se disponen de un total de 364 archivos, de los cuales corresponden 283 tomos al Libertador Simón Bolívar, 63 tomos al Archivo de Miranda, y que antes estaban prácticamente secuestrados – desde el punto de vista del acceso- por la ANH. Hablamos de democratizar y con ello queremos decir colectivizar el uso del patrimonio. Asimismo, estamos conscientes que nuestra concepción de la historia como hecho colectivo choca con la concepción de la historia como producto de las elites.

En 2do lugar, nuestro accionar implica consideraciones históricas-historiográficas, pues sostenemos – al contrario que la historia oficial, de los vencedores- que los colectivos sociales sí participaron en la lucha de independencia y que buena parte de las acciones de reconocimiento de derechos, y los espacios de participación que tenemos hoy, tienen que ver con unas consecuencias de la democratización de la historia. Este Bicentenario, nos lleva a reivindicar varias cosas: 1) que los procesos del 19 de abril de 1810 tienen una continuidad ayer y hoy, con las luchas de resistencias históricas que se producen desde la propia incursión de los europeos en 1498; 2) preferimos hablar de Ciclo Bicentenario, pues abarca un lapso temporal mayor que el de 1810-2010, e incluye las resistencias del siglo XV-XVII hasta el XIX y finalmente, desde la CNB, el CNH y la AGN, nos alineamos en una deconstrucción de una historia falseada y manipulada, abogando por una historia social colectiva y diversa, como es nuestro país.

Por ello, estas consideraciones históricas han causado tanta resistencia por parte de las instituciones como las ANH, quién desde su conformación a finales del siglo XIX se ha constituido en un soporte de las relaciones de poder. Lo que asistimos a una definición de las líneas de análisis histórico, que plantea una nueva epistemología de la historia, que principia del supuesto que todos los sujetos colectivos, a través de la memoria, son capaces de transformarse en seres historiables. Que la condición de héroes, de líder personalista, no es la única condición para escribir y hacer historia.

Por supuesto, con ello estamos avanzando en una dinámica de desmontaje de las relaciones de poder y de colonialidad, sobre las cuales se levantó todo el edificio de la dominación y la explotación. Muchas veces ignoramos, que la esencia del capitalismo no es sólo el control económico que ejerce, sino que su principal accionar está relacionado con el dominio del pensamiento que logra, a través de mecanismos ideológicos alienantes. Cuando hablamos, de una historia democrática sostenida sobre el principio de la colectivización de la memoria, del rescate de las resistencias de los campesinos, obreros, mujeres, indígenas, afrodescendientes, mulatos, hablamos de una democratización de lo social, hablamos de una nueva directriz que incluye a todos los sujetos sociales sin exclusión, por ello la molestia de los académicos – oficiantes de la dominación- ante lo que estamos haciendo y seguiremos haciendo. Nuestro compromiso se renueva y ahora más, cuando la memoria es retomada y rescatada.

(*) Dr.

Historiador

Juane1208@gmail.com

08/06/2010


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Juan Eduardo Romero (*)

Dr. Mgs. DEA. Historiador e Investigador. Universidad del Zulia

 juane1208@gmail.com

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