La Culpa

Es absolutamente humana esa tendencia no pocas veces perversa, de buscar a un responsable de nuestros problemas, cuando éstos aparecen. Especialmente si somos tercos, obstinados. De allí a que aún a sabiendas de que buena parte de lo que nos acontece cotidianamente nos es gravamen de nadie distinto a nosotros mismos, hagamos siempre un esfuerzo en sacarle el cuerpo a esa palabra lapidaria y terrible llamada responsabilidad. De allí que sea tremendamente difícil a que reconozcamos la carga de nuestros actos, sobre todo cuando andamos rodeados de personas que se empeñan en que no despertemos, en que vivamos buscando la fórmula de echarle a alguien o algo la culpa de nuestros errores, de nuestros agravios.

Así las cosas, ese fenómeno que siempre nos ha acompañado individualmente a cada uno de nosotros, hoy por hoy se esparce al ritmo de las cenizas del volcán islandés y con la misma dificultad para frenarlo que la terrible mancha de petróleo que avanza en el Golfo de México, por todas las instancias, rincones e instituciones de la sociedad venezolana. De tal suerte que si los distintos planes de vivienda impulsados por el Ejecutivo Nacional no han dado hasta hoy sino unas pocas casas construidas, que vienen a significar delante del déficit habitacional de nuestro país, algo así como un pellizco en la barriga de un elefante, la culpa es por la falta de cemento, no de que seamos incapaces de producirlo con unas empresas recién expropiadas por el gobierno, que se han transformado en un pingüe negocio para quienes con cargo de gerentes ahora solo se preocupan de cobrar su quince y su último religiosamente, forrando con la cara del Jefe todas las instalaciones de las cementeras. Si en los hospitales no hay algodón, ni gasa, ni suero, ni médicos, la culpa es del modelo capitalista, que ha convertido a nuestros médicos en unos mercaderes de la salud y de las enfermeras y obreros que son todos unos ladrones que se llevan todos esos insumos para sus hogares, no es culpa de nuestro gobierno, que a fuerza de estrenar hombres y planes a once años de Revolución, no ha dado pie con bola en esta materia, ni de que andemos por el mundo regalándole ambulancias a Bolivia, comprándole al triple de su precio equipos médicos a Cuba e inaugurando hospitales en el Uruguay. Las epidemias de Malaria, de Dengue y de Chagas, entre otros, no es culpa de la ausencia de una política sanitaria destinada a disminuir factores de riesgo ambiental tales como los vertederos de basura, la minería ilegal y la precariedad de las viviendas donde viven cientos de miles de venezolanos, eso es culpa del calentamiento global, de los rabipelados, de las ardillas y de los cachicamos. Si las carreteras, calles, avenidas y autopistas de todas nuestras ciudades y pueblos, están convertidas en un paraje lunar, plagadas de huecos, llenas de drenajes obstruidos, bocas de visitas colapsadas y alcantarillas tapadas, la culpa no es de que estemos asfaltando las calles de Ecuador y Nicaragua con nuestro asfalto, la culpa es de los carros que utilizamos los ciudadanos y que son en su mayoría made in USA, que traen adherido a sus cauchos un aditivo altamente corrosivo que arruina nuestras calles bajo la estricta vigilancia del Imperialismo y sus lacayos.

Si se va la luz, si el nivel del Guri desciende, si Planta Centro se cae y nos dirigimos inevitable y peligrosamente al colapso eléctrico, la culpa es de nosotros los ciudadanos que somos unos derrochadores e inconscientes, que no apagamos el televisor, ni dejamos de usar la cafetera, no desenchufamos el calentador, ni los cargadores de los celulares, ni cambiamos los bombillos incandescentes por los ahorradores que nos mandó Fidel. Nunca la culpa será del gobierno, que destinando millones de dólares al mal llamado Plan Eléctrico Nacional, no sólo ha sido inhábil para garantizar que las obras necesarias se hagan a tiempo y bien, sino que ha sido incapaz de evitar que unos cuantos hampones de cuello blanco se hayan robado buena parte de ese dinero, bajo la omisión, o la complicidad del más rojo rojito de nuestros ministros.

Si un grupo de banqueros quiebra deliberadamente sus bancos, usando el dinero de los depositantes para comprar costosas obras de arte y mantener cientos de caballos de carrera, la culpa es de nuestro morbo capitalista por la ganancia, de habernos dejado engañar por estos pillos, bajo la promesa de altos rendimientos para nuestros ahorros, no de que esos bancos hayan sido adquiridos por esos hampones, con ayuda de las notas reestructuradas, los bonos oficiales y los ingentes recursos de institutos y organismos gubernamentales, tales como Mercal y la mismísima Tesorería Nacional, con la supervisión tardía – cuando no – de la Superintendencia de Bancos, del Ministerio de Finanzas y de la Fiscalía

Si el dólar permuta no baja, la inflación no deja de subir y cada día la cosa se pone más dura, la culpa es de las Casas de Bolsas claro está, la culpa es porque los importadores, empresarios y productores de bienes y servicios que se hacen y se prestan con materias primas o productos elaborados importados en nuestro país, son todos unos apátridas, especuladores, pitiyanquis y bandidos que recurren al mercado negro de la divisa para poder luego vendernos todo más caro. Nunca la culpa será de Cadivi, donde resulta más fácil morderse el codo, que obtener a tiempo y sin coimas el denominado dólar oficial. Así si no hay carne en nuestros mercados, la culpa es…. ¿de quién más pues? ¡de los carniceros!. ¡Métanmelos presos carajo, para que aprendan a no jugar con el hambre del pueblo! dirá iracundo el Comandante-Presidente. Cuando la verdad es que esos señores no son sino el último eslabón de una gruesa y muy larga cadena que encabezan el propio Ministro de Agricultura y Tierras y Vicepresidente Ejecutivo de la República Bolivariana de Venezuela, que en su delirium tremens de la soberanía alimentaria, de la patria socialista y productora, se ha dedicado a convertir a las pocas fincas productivas del país, en un verdadero cementerio donde la producción lechera, el engorde de ganado y la siembra petrolera, se han transformado en improductivos Núcleos de Desarrollo Endógeno, SARAOS o Fundos Zamoranos donde unos cuantos vivos se dedicaron a esperar el pago de la Misión en la que hacen vida, o a hacer tiempo hasta que le bajen los recursos a la cooperativa, para cogerse esos reales, sin hacer el más mínimo esfuerzo productivo y sin tener el más mínimo de los controles fiscales que garanticen que ese dinero no caiga a fondo perdido.

Si el hampa nos roba, nos hiere, nos secuestra, viola a nuestras hijas y mujeres, nos asesina como moscas en las calles, incluso impartiendo ordenes desde los penales, en connivencia con la policía, siempre protegida, nunca reformada, siempre delincuente, siempre uniformada, la culpa no es de los varios Ministros del Interior y Justicia que nunca hicieron nada, la culpa es de los imprudentes ciudadanos que no nos cuidamos, la culpa es del paramilitarismo colombiano y del creciente apoyo que éste ha tenido desde aquél país vecino, a partir de la instalación allá de las Bases Imperialistas norteamericanas.

Si el Vergatario ya no se fabrica ni se vende, la culpa es de los trabajadores de Vtelca, que son unos saboteadores, nunca será del Presidente que después de tanta verga con el Vergatario, nos ha mandado a nosotros, los soldados de este proceso, a comprarnos un Blackberry, para tomar por asalto ya no el cielo, sino el Twiter, donde la contrarrevolución ha hecho una fortificada trinchera. Y si después de leer estas líneas camarada, concluyes diciendo que salté la talanquera, que definitivamente me pasé para la oposición y que soy un maldito traidor, definitivamente tú naciste sin corazón en el pecho, pero como dice la canción, tú no tienes la culpa de ser así.


rubenvillafa@hotmail.es


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Rubén Villafañe.


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