Una venezolana que pasó por un infierno para emigrar a Estados Unidos regresa a su atribulada patria, afirmando que vivir con miedo no es vida.
22 de junio de 2025.-Deisy, quien se negó a revelar su apellido por motivos de seguridad, desarraigará a sus tres hijos, romperá todos los vínculos que forjó en Estados Unidos y se enfrentará a la miseria económica y otras dificultades de las que huyó, informaron Gerard Martinez, AFP y KTBS.com.
Así de aterrorizada está, día tras día, de ser detenida en una de las redadas que la administración Trump lleva a cabo en su implacable ofensiva contra las personas sin papeles.
"Lo que creía que era un sueño se ha convertido en una pesadilla", dijo Deisy. "La situación es un caos total. ¿Quién quiere ser arrestado en un país que no es suyo?"
Trump fue elegido el año pasado en gran parte por su promesa de una ola histórica de deportaciones, y la está cumpliendo.
Cualquier día de estos, Deisy, de 37 años y residente de Chicago, y sus hijos se unirán al creciente número de personas que se deportan para evitar caer en manos de agentes de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).
En los últimos meses, los agentes del ICE han intensificado los arrestos, incluyendo a 252 venezolanos que fueron enviados esposados a una prisión de mala reputación en El Salvador sin audiencias judiciales, acusados de pertenecer a una poderosa banda criminal latina llamada Tren de Aragua.
Los detenidos, sus abogados y grupos de defensa insisten en que los hombres no tienen vínculos con esa organización.
- Tranquilidad "invaluable" -
Deisy llegó a Estados Unidos en 2019 tras un arduo viaje desde Panamá, adonde había emigrado seis años antes en busca de trabajo.
En su ciudad natal de Maracay, al norte de Venezuela, no podía ganarse la vida, así que tomó la desgarradora decisión de dejar a sus hijos con su madre y partir en busca de una vida mejor para todos.
Tras cruzar la frontera con México a pie, se entregó a las autoridades estadounidenses y fue liberada con la obligación de comparecer posteriormente ante un tribunal de inmigración.
Su primera experiencia en Chicago fue agotadora. Tenía poco dinero, no hablaba inglés y no tenía papeles. Pero aguantó.
Para poder vivir y enviar dinero a casa, trabajaba en la construcción —demolición, para ser exactos— y conducía un Uber.
La vida en casa parecía una alternativa mucho peor, como les ocurre a muchos migrantes en Estados Unidos.
Naciones Unidas afirma que casi ocho millones de personas han abandonado Venezuela en la última década debido a la crisis económica en el otrora próspero país petrolero, que sufre una grave escasez de alimentos, medicamentos y otras necesidades básicas.
Y el presidente Nicolás Maduro está acusado de actuar como un dictador izquierdista y represivo que no tolera la disidencia y se aprovecha de las elecciones.
Ahora, lo que Deisy teme no es irse, sino quedarse.
Hace poco, las autoridades migratorias detuvieron a una compañera de trabajo cuyo estatus es el mismo que el suyo: vive en Estados Unidos con una solicitud de asilo pendiente.
El gobierno de Trump se ha comprometido a revocar un estatus temporal especial que el gobierno de Joe Biden otorgó a cientos de miles de venezolanos, lo que los protegía de la deportación.
Entre ellos se encuentran los hijos de Deisy, quienes se unieron a ella en 2022, y su esposo, un venezolano que conoció en Estados Unidos.
"Vivimos con el miedo de que nos paren en la calle", dijo Deisy. "No queremos que nos deporten a una cárcel con criminales, donde nos traten a todos como si fuéramos miembros del Tren de Aragua".
Volver a casa no es fácil. Además de desarraigar a la familia, Deisy tiene que pagar el viaje y lidiar con trámites complicados. Por ejemplo, a muchos venezolanos las autoridades estadounidenses les han confiscado el pasaporte.
Después de considerar varias opciones, decidió volar con una agencia de viajes especializada en personas como ella, venezolanos que regresan a casa. Opera 60 vuelos al mes, un 70 % más que antes de la investidura de Trump.
"La vida en Venezuela es dura, pero mi esposo y yo no buscamos ser ricos. Y creo que prefiero la paz y la tranquilidad, la estabilidad de estar en casa", dijo Deisy. "Para nosotros, la tranquilidad no tiene precio".