Chávez, Zapatero y el Rey de España

En mi opinión, el enfrentamiento verbal que se produjo este sábado 10 de noviembre en la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile entre el Presidente de Venezuela Hugo Chávez y los representantes del gobierno español, el Presidente José Luis Rodríguez Zapatero y el rey Juan Carlos, tiene como fondo una relación equívoca existente desde hace tiempo entre los gobiernos españoles, ya sean del PSOE o del PP, y nuestras naciones latinoamericanas.

Es hora de que los gobernantes y empresarios españoles comiencen a respetar a nuestros países, a respetar su soberanía y a olvidarse de que pueden seguir manteniendo con ellos una relación como la que pretenden mantener, relación basada por su parte en la arrogancia y el paternalismo de otros tiempos, que da la impresión de que actúan creyendo que aun viven en los tiempos en que éramos colonias españolas y España era nuestra metrópoli y de que olvidan que nuestra Independencia, conquistada con grandes sacrificios hace ya casi dos siglos, se logró justamente contra ese dominio colonial español.

Comenzando por Cuba, que tiene casi medio siglo defendiendo su soberanía ante la agresión imperialista de Estados Unidos, nuestros países latinoamericanos son en estos últimos tiempos países democráticos, libres y soberanos, al menos en su gran mayoría; y si luchan hoy, pagando un alto precio, por liberarse de la hegemonía de Estados Unidos, primera potencia imperialista del mundo, es de suponer que no están dispuestos a someterse ahora al desfasado dominio arrogante y paternalista de los grupos empresariales y políticos que gobiernan un país como España, que ni siquiera es un país imperialista independiente y cuyos gobiernos actúan de ordinario como subordinados a los intereses y políticas estadounidenses.

El Presidente Chávez es atacado casi a diario en forma sistemática no sólo por los gobernantes y políticos estadounidenses sino por los medios internacionales al servicio de las grandes corporaciones capitalistas y por los dirigentes empresariales y políticos de la derecha latinoamericana y europea, en especial de la española. Y cada vez que Chávez se defiende respondiendo a esos ataques, esos mismos medios se encargan de presentarlo a él como agresor. Eso ha ocurrido en forma notable con el ex Presidente español José María Aznar, hombre de extrema derecha, heredero del franquismo y protagonista de posiciones políticas que es difícil no calificar de fascistas o de cercanas al fascismo. Aznar ha recorrido América Latina agrediendo e insultando a Chávez, llamándolo dictador populista, peligro principal contra la democracia en el continente y otras lindezas más. De modo que cuando el Presidente Chávez, como hizo ayer en la Cumbre, responde calificando a Aznar de fascista no hace otra cosa que defenderse, en este caso replicando además con una verdad a una calumnia porque Chávez no es ningún dictador mientras que Aznar sí es un fascista.

En la reunión de hoy sábado en la Cumbre, el presidente Zapatero ha intentado recriminar a Chávez por esa respuesta, calificada por él de falta de respeto, esto es, haciéndose cómplice de la inaceptable posición que avala que la derecha fascista insulte a un líder democrático mientras considera irrespeto el que ese líder democrático se defienda diciendo la verdad. Esto sin olvidar que hay un fondo de arrogancia europeísta en todo esto, porque el agresor al que se acuerda impunidad es europeo, español en este caso, y el agredido que no tiene derecho a defenderse es latinoamericano, igual que en los viejos tiempos de la Colonia que algunos españoles parecen añorar. Pero hay algo más grave en todo esto; y es que el argumento de Zapatero para defender a Aznar, para exigir que se lo respete, es que Aznar merece respeto por haber sido electo en forma democrática.



Y aquí habría que responder dos cosas.

Una, que ya fue expuesta poco después en la misma reunión, en su turno para intervenir en el debate, por el Vicepresidente de Cuba Carlos Lage, cuando dijo que el respeto es algo que se gana con la conducta en el poder y no algo que deriva sólo de haber sido electo en forma democrática. No puede merecer respeto ni un Presidente ladrón, como tantos que ha habido en América Latina (y aunque no lo dijo Lage, podría decirse que también en España, porque Felipe González, podría igualmente servir de ejemplo). Y tampoco puede merecer respeto un Presidente electo que se convierta en asesino de pueblos, como Bush (y, tampoco lo dijo Lage, pero podría añadirse aquí a Aznar, que se hizo servil cómplice de Bush en la criminal (invasión de Irak).

Otra, que añado por mi parte y que me parece la principal, es que si se acepta que el haber sido electo en forma democrática hace merecer respeto, entonces ningún Presidente en el mundo merece tanto respeto como Chávez, que ha ganado limpiamente diez elecciones y que fue ratificado en un referendum que está establecido en la actual Constitución venezolana a propuesta suya. De modo que el pobre argumento de Zapatero resulta cínico, porque de lo que acusa Chávez a Aznar y de lo que hay pruebas contundentes es de haber estado involucrado a fondo en abril de 2002 en la conspiración derechista que lo derrocó llevando al poder al dictador Pedro Carmona, derrocado a su vez por el pueblo venezolano y la mayoría de los cuadros de la Fuerza Armada dos días más tarde. Porque entonces, amigo Zapatero, o todos los Presidentes electos merecen respeto, y Chávez más que cualquier presidente del mundo, y entonces no lo merecen en absoluto quienes intentan derrocarlos promoviendo y financiando contra ellos golpes de estado fascistas aun si ellos mismos fueron electos en forma democrática; o su discurso, amigo Zapatero, es un discurso hipócrita en el que se autoriza a unos Presidentes electos, los españoles, sólo porque son de derecha y fascistas, a derrocar a Presidentes latinoamericanos electos como ellos y más veces que ellos sólo porque son de izquierda y están comprometidos con la democracia, la soberanía y el progreso de sus pueblos.

A esta pobre e inconsistente intervención, Chávez, que sabe muy bien defenderse solo, intentó replicar con una corta frase, ratificando la condición fascista de Aznar mientras hablaba Zapatero, algo que suele ocurrir en debates polémicos y hasta en debates amistosos. Y entonces interviene el rey Juan Carlos gritándole a Chávez que se calle. Al nuevo e inesperado insulto, distante de la supuesta majestad real (al menos en público, porque en privado también los reyes se meten los dedos en la nariz para sacarse los mocos), Chávez responde ratificando que Aznar es fascista y añadiendo que él defiende a su país en cualquier momento y en cualquier escenario en que se lo ataque.

A continuación toca el derecho de palabra al Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega. Y éste no sólo apoya a Chávez sino que recoge y amplía la denuncia apuntada antes por el Presidente argentino Néstor Kirchner contra las empresas españolas que tanto daño hicieron a la economía de su país en tiempos del nefasto gobierno neoliberal de Calos Ménem. Entonces, el rey Juan Carlos, furioso, se retira de la sala y deja solo a Zapatero, para que éste responda a posibles nuevas críticas.

Y aquí es necesario decir dos cosas. Una acerca de las empresas españolas actuantes en América Latina y el cinismo de Zapatero, y otra acerca de la conducta insólita del rey español.

En cuando a la defensa que hace Zapatero de la conducta reciente en nuestros países de las grandes corporaciones españolas, afirmando varias veces que esas empresas ‘hacen un esfuerzo creciente para tener como norma de conducta la responsabilidad social’, esta defensa sólo puede ser calificada de cínica, porque no es posible pensar que Zapatero ignore el saqueo que esas empresas españolas han llevado a cabo contra nuestros países en estas dos últimas décadas. No creo que valga la pena entrar ahora a dar detalles de esto. Bastaría preguntarle a los argentinos que vivieron hace apenas unos años el ‘corralito’ mediante el que el Estado neoliberal cómplice de esas grandes empresas le robó los ahorros a las clases medias para entregarlos a las corporaciones españolas. Bastaría recordar lo que esas empresas: Iberia, Telefónica, Repsol, los bancos Bilbao Vizcaya y otras, hicieron con Aerolíneas Argentinas, con Yacimientos Petrolíferos Fiscales, con los teléfonos, los bancos y tantos otros servicios sometidos al más descarado de los saqueos coloniales. Bastaría recordar lo que Repsol hizo en Bolivia saqueado los recursos petroleros y gasíferos bolivianos y declarando suyos en la Bolsa de Nueva York los pozos petroleros del país del altiplano. O recordar lo que hicieron esas mismas empresas en Nicaragua; o en la Venezuela previa a Chávez, destruyendo nuestra línea aérea y apoderándose de la banca y las telecomunicaciones.

Y en cuanto a la conducta del rey, el rey Juan Carlos, como Borbón que es, parece creerse Luis XIV o Fernando VII, esto es, un soberano absoluto que trata con súbditos y que puede gritarles o mandarlos a callar. Al rey se le olvidan muchas cosas. De entrada que está tratando con ciudadanos libres que en este caso son además Presidentes libres y soberanos de Repúblicas soberanas y libres a los que nadie tiene derecho a gritar porque ni él es el soberano absoluto de estas tierras que sus antepasados asaltaron hace más de cinco décadas ni los habitantes (y menos aun los Presidentes) de nuestras naciones son sus súbditos ni estamos en los tiempos del Antiguo Régimen y del Absolutismo. Al parecer, el rey no sólo ignora que en este continente hubo hace casi dos siglos una Guerra de Independencia contra el colonialismo imperial español que culminó en la victoria de Ayacucho en 1824 y que nuestros países no son ya colonias españolas sino incluso que antes hubo una Revolución Francesa que abolió el Antiguo Régimen y que le cortó la cabeza a uno de sus simpáticos antepasados. Este Rey está acostumbrado a agredir e insultar a quienes de alguna manera le disgustan. Y es bueno recordar el gesto agresivo que hizo hace unos años, dedo en ristre, contra algunos republicanos que lo abucheaban en España.

Pero hay otra cosa importante que olvida el soberbio rey de España. Y es que las Cumbres Iberoamericanas son reuniones de Presidentes. De Presidentes electos, donde en principio no tendrían cabida los reyes. Y que su presencia en esas Cumbres es más bien un gesto de buena voluntad y de amplitud de nuestros gobiernos libres, soberanos y republicanos. En esas Cumbres nada tiene que hacer un rey, vieja reliquia del pasado aristocrático y antidemocrático; un rey que por serlo no es Presidente; que es intocable, irresponsable y protagonista de un poder vitalicio y hereditario que nada tiene que ver con democracia; un rey al que no eligió nadie (en realidad lo eligieron el dictador Francisco Franco y la rosca franquista con la complicidad de la burguesía española y de su clase política, incluido el PSOE de Felipe González en el que milita Zapatero).

Y el colmo de la soberbia, de la prepotencia y de la grosería es que ese rey, que no fue electo por nadie sino que fue impuesto por Franco y que por tanto no merece ningún respeto según el argumento del propio Zapatero, se permite irrespetar a Chávez, Presidente electo en forma repetida y soberana, mientras el pobre e inconsistente Zapatero, defensor de Aznar, calla de modo vergonzoso. Que el rey de España se retire de la reunión es lo mejor que podía hacer después de oír, no a Chávez sino a Zapatero. Que vaya a reunirse con otros reyes a cazar osos, que vaya a reunirse con otras reliquias aristocráticas del pasado como él, de esas que abundan en Europa, en esa Europa, empezando por España, que todavía está llena de reyes y reinas, y que envía políticos y empresarios a nuestros países, en especial a Venezuela, a pretender darnos clases de democracia, en lugar de venir modestamente a aprender de nuestros regímenes republicanos y de nuestras democracias, en especial de la venezolana, la más completa, dinámica y participativa de todas.

La clara enseñanza de esto es que los tiempos han cambiado en esta América Latina, que nuestros países no son ya colonias de nadie, que son o quieren ser naciones soberanas, y que si se quiere, como es de esperar, mantener relaciones fluidas y benéficas entre España y nuestros países es necesario que estas se basen el en respeto mutuo y no en la arrogancia y el paternalismo que son la norma entre las metrópolis coloniales y sus colonias. En esta América el colonialismo se acabó hace casi doscientos años, somos republicanos, y los reyes sólo nos son simpáticos cuando los vemos impresos en las barajas, en especial en las españolas, donde debería estar más tarde o más temprano el rey Juan Carlos.


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Vladimir Acosta

Historiador y analista político. Moderador del programa "De Primera Mano" transmitido en RNV. Participa en los foros del colectivo Patria Socialista

 vladac@cantv.net

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