La defensa integral del territorio comunal no se limita a lo militar: es una concepción profunda, revolucionaria y popular que entiende la soberanía como un tejido vivo, tejidos por la producción, la cultura, la ecología, la organización comunitaria y la capacidad de autodefensa del pueblo.

Artículo [FF]. De la defensa integral del territorio comunal

El territorio comunal —entendido como el espacio físico, social, cultural, agroecológico y productivo, donde el Poder Popular vive, produce, decide y se defiende— es sagrado, inalienable e indivisible. Su defensa es responsabilidad directa, permanente y soberana del pueblo organizado en consejos comunales, comunas, ciudades comunales, colectivos de trabajadores, pueblos originarios y campesinos.

La defensa integral del territorio comunal comprende cuatro dimensiones inseparables:

• Defensa productiva: garantía de la soberanía alimentaria, energética y tecnológica; control popular sobre los recursos naturales; protección de semillas, aguas y suelos;

• Defensa cultural: preservación de las identidades, lenguas, saberes, rituales y memorias colectivas frente a la colonización mental y la homogenización imperial;

• Defensa ecológica: protección de bosques, ríos, montañas, costas y biodiversidad como patrimonio de la humanidad y base de la vida comunal;

• Defensa física y organizativa: capacidad del pueblo para resistir, repeler y neutralizar toda agresión externa o interna —militar, paramilitar, económica, mediática o biológica— contra su autonomía.

Se constituyen los Frentes Populares de Defensa Integral del Territorio (FPDIT) en cada comuna, barrio, fábrica y comunidad rural, integrados por:

• Milicianas y milicianos populares,

• Brigadas agroecológicas y de soberanía alimentaria,

• Redes de comunicadores populares,

• Colectivos de salud comunal,

• Guardianes de semillas y saberes ancestrales,

• Jóvenes, mujeres, ancianos y niños organizados.

Estos frentes tienen autonomía operativa, capacidad de planificación y derecho a la autodefensa organizada, en coordinación con la Milicia Bolivariana del Pueblo y las Fuerzas Armadas al servicio de la revolución.

Queda prohibida la presencia de bases militares extranjeras, empresas extractivistas depredadoras, mafias de tierras, redes de trata, minería ilegal o cualquier actor que amenace la integridad del territorio comunal.

El Poder Popular tiene derecho a expulsar, por medios pacíficos o de resistencia, a cualquier fuerza invasora o agente desestabilizador.

Los recursos naturales —minerales, agua, petróleo, gas, bosques, biodiversidad— no son "del Estado", sino del Poder Popular organizado en el territorio. Su explotación, si es necesaria y decidida colectivamente, debe realizarse solo bajo criterios de necesidad social, sostenibilidad ecológica y beneficio comunitario directo. Cualquier contrato secreto, concesión o entrega de recursos a corporaciones nacionales o extranjeras sin mandato popular es nulo y constituye traición a la patria.

El Estado comunal garantiza el apoyo logístico, técnico y formativo a los Frentes Populares de Defensa Integral, pero nunca podrá sustituirlos, cooptarlos ni desarmarlos.

La defensa no se delega: se ejerce desde abajo, con armas si es necesario, pero siempre con conciencia revolucionaria.

La defensa del territorio comunal es un acto de amor, no de guerra. Se defiende no para poseer, sino para proteger la vida, la dignidad y el futuro de las generaciones venideras.

Notas para el debate en asambleas populares:

• Este artículo rompe con la visión burocrática-militar del "territorio nacional" y lo devuelve al pueblo como sujeto defensor.

• La "autodefensa" no es caos: es organización consciente, formación política y capacidad colectiva para la respuesta inmediata.

• La agroecología y la producción soberana son formas de defensa tan válidas como el fusil.

En un Estado comunal y comunista, el territorio no es un mapa para el Estado, sino el cuerpo vivo del Poder Popular. Defenderlo es defender la vida misma.

REVOLUCIÓN ES HACER REVOLUCIÓN, SINO NO ES.