Las barbas del mundo

Los Estados Unidos de Norteamérica no han ganado una sola guerra en buena lid, ello describe en cuerpo y alma la consistencia del soldado gringo, que nada tiene que ver con el pueblo yanqui en armas. Tampoco han perdido ninguna, aunque en muchas de ellas, hayan salido en bombas de fuego de donde invaden y atropellan, con las tablas sobre la cabeza. Pero las han hecho todas formas y clases, y contra todos. El invicto que vanidosamente ostentan es el que les permite mantener y exhibir su territorio inmaculado, sin haber sufrido los rigores del sometimiento a guerra por un enemigo externo, que vaya que los tiene de todos los continentes, después de su revolución de independencia.

No hay un país en este globo terráqueo, grande o pequeño, fuerte o débil, que no haya padecido de alguna manera, su bota imperial, valga decir: vejámenes, extorsiones, humillaciones, injerencias, invasiones, sabotajes, bloqueos y terrorismo de toda ralea. En esa universal plaga de desgracias en la que se ha convertido su campaña militar planetaria, expresión de su más genuina política exterior, el mundo ha padecido la más cruel e injusta era de suplicios que imperio alguno le haya propinado a los habitantes de este planeta.

La guerra planetaria que lleva adelante, en la cual, un país, que son ellos mismos, logra atacar a todos a la vez, con la ayuda de todos, solo es posible con la implementación de una estrategia que supera en trampas políticas, el poder de la fuerza bruta de su descomunal maquinaria bélica, la mas grande y letal de todos los tiempos. Dicho en otras palabras, para ellos la guerra no es la continuación de la política por otros medios, cuando esta se agota, sino la mera fuerza, rueda libre, a despecho de no poseer la inteligencia para continuarla de ninguna otra manera.

Ahora bien, quizá esta sea la mas moderna forma de hacer y ganar guerras,  por lo cual, debemos adaptar nuestra retrasada comprensión a nuevas estructuras de entendimiento, no solo para poder asimilar el mundo imperial que padecemos, sino para, de alguna manera, comenzar a transformarlo y superar ese malévolo transito en el cual, las victimas ayudan al victimario a ser cada vez, mas agresivo, arrogante y descarado en su afán de colonizarlo todo; a Hilari Clinton me remito.

Lo que si es cierto, y se puede corroborar, es que este imperio, en su cepa, es igual a todos los anteriores y por lo tanto tiene igual fin: una descomunal maquinaria de crecer hacia fuera, tanto que llega un momento en que no cabe en si misma. Más que su ingente deuda externa. El dominio de océanos mares y territorios, sobre todos los de lontananza, los obliga a engordar tanto como el mismo planeta, y esto no entra en ningún país por muy grande que este sea.

La desbordada hinchazón de este imperio además, obedece a la naturaleza capitalista de su sistema económico, el cual no tiene límites para producir y consumir cantidades tan astronómicas como las contentivas en el mismo planeta. Pero sobre todo lo que más crece y en proporciones tan peligrosas como la frágil inteligencia de quienes la negocian, es el complejo industrial militar imperial.

Hoy en día, los aparatos bélicos de las fuerzas armadas norteamericanas en el exterior, son tan numerosos y estructuralmente tan inorgánicos, que ya no pueden retornar a su suelo natal, no solo porque no existe el país que tenga la capacidad para mantenerlos en un mismo territorio, por la alta fricción que generan estando juntos, sino porque paradójicamente, los territorios norteamericanos son los mas frágiles en este sentido, por la tensión que comporta la fuerza centrífuga federalista que tiende a desintegrarlos.

Pero lo mas peligroso, no son los fierros de la muerte que parecieran reclamar vida propia, su sola presencia desatan acciones y reacciones hostiles, sino las legiones de asesinos que avanzan y se acantonan al ritmo de la guerra imperial. Son millones de mercenarios que ya no volverán a la disciplina de la  estructura militar que los formó, sino que degeneran inexorablemente en consumidores y productores de guerras, en transnacionales de servicios de seguridad, contratistas, bandas de sicarios internacionales, cuerpos elites de asalto y destrucción, terroristas de toda índole y todo un catalogo de formulas para atacar, desestabilizar, crear focos, conmocionar, aterrorizar y en fin asaltar y tomar el poder en donde sea, para luego venderlo al mejor postor.

El cuento va entonces por entender que la guerra planetaria que el imperio le ha impuesto al mundo, es producto del desmesurado e incontrolado crecimiento del monstruo asesino que se le escapó de las entrañas. Es decir, esta guerra es el resultado de una  vuelta mas en la rosca de la serpiente que se engulle a si misma. O por decirlo de otra forma: el imperio crea un ejército y las armas para declarar las guerras que necesita para existir, luego ese ejército y esas armas crean las guerras que necesitan para reclamar existencia propia.

Pero el cuento sigue y nos relata sobre la toma decisión de los pueblos mundo, el de atacar o no el territorio norteamericano y desmembrarlo para sacarse de encima el animal rabioso que anda dando palos de ciego, tan letales que amenaza la existencia misma de la especie humana o dejar que el fatal proceso metabólico de la fiera que a diferencia de la fabula griega, en este caso, las avisadas criaturas, hijas de su vientre, se adelantaran a comerse a sus padres, antes de que estos las eliminen por una simple cuestión de supervivencia.

El real problema concreto en este momento histórico, observando el asedio a Siria, es poder reducir al pavoroso ejército de asesinos que el imperio norteamericano puso a circular y que indefectiblemente regresara a donde no cabe, a las tierras de los políticos corruptos que han vendido a sus pueblos para satisfacer las apetencias de un imperio insaciable, por una razón vital: es el único lugar donde está su verdadero enemigo.

El destino manifiesto de Norteamérica esta definido por su voracidad y barbarie. Inexorablemente cuando esté tragándose su cola, muchos harán leña de ese árbol caído por razones de los odios que la guerra desata. Otros verán desde las barreras, cómo la bestia intoxicada y loca, soportará las mas brutales manifestaciones de crueldad de la madrastra mala de todas las guerras.

De todas formas, nos sale en la Revolución Bolivariana, el desarrollar el ataque  y la defensa necesarias para sobrevivir a este trance terminal que a demás, significa la salvación del mundo, pues las barbas del planeta ya, no es que están en remojo, han empezado a arder.

Hacia el 7 de octubre en el curso de la Revolución Bolivariana.

Cerros de Caracas.

miltongomezburgos@yahoo.es




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Milton Gómez Burgos

Artista Plástico, Promotor Cultural.

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