Irán: ¿se acerca la catástrofe?

 Se sabía que el Imperio y sus cómplices iban a decir que la misión de la AIEA en Irán había fracasado este miércoles. Le ha salido bien el plan a los canallas. Ahora sólo queda la posibilidad de una catástrofe. El Diario de la Historia: Inminente peligro de guerra nuclear (24 de octubre de 1962)  

Bomba Zar, de 100 megatones, reducida a 50 mt, sin lluvia radiactiva, detonada como prueba por la Unión Soviética, el 30 de octubre de 1961. 

1-. EL TRIUNFO DE UN FRACASO  

Gennady Gatilov, vice-ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, declaró ayer,    jueves 23, al día siguiente de anunciarse el “fracaso” de la visita a Teherán de varios funcionarios de la AIEA: 

  --Una acción militar contra Irán sería catastrófica para la región y para todo el sistema de las relaciones internacionales.      

A pesar de que diversas agencias de Inteligencia de varios países capitalistas admitieron, ayer también, que el programa nuclear de Irán no contempla la fabricación de bombas nucleares, el Director General de la AIEA, Yukiya Amano, dijo que había fracasado la misión de la agencia en Irán porque el gobierno no permitió que se visitara la base militar de Parchin.

Por supuesto que el gobierno de Irán sabe que Amano y otros jefes de la AIEA son testaferros del Imperio y el sionismo y pueden actuar como espías y recabar información militar importante que no tenga nada que ver con las armas nucleares, para facilitar los bombardeos sionistas a esas bases.  

¿Por qué la AIEA no visita las bases militares que han convertido a Israel, según se cree, en la tercera potencia nuclear del planeta, ya que es el régimen terrorista de Jerusalén el que está amenazando a Irán y no el gobierno de Teherán el que está amenazando a Israel?  

¿Por qué nunca se ha condenado al gobierno de Israel por haber atacado los reactores nucleares de Irak hace treinta años, y de Siria hace cinco, en abierta violación de la Carta de Naciones Unidas y de las normas más elementales de nuestra civilización?  

En una entrevista que le hizo este lunes un diario londinense, dos días antes de la visita de la AIEA a Teherán,  el canciller británico William Hague, dijo, entre otras cosas, lo siguiente:  

--La crisis en Irán se ve venir porque su gobierno prosigue su programa de armas nucleares. Si obtiene capacidad nuclear, entonces otras naciones en el Medio Oriente desarrollarán armas nucleares. Esto desestabilizaría aun más al Oriente Medio y provocaría lo que pudiéramos llamar una Guerra Fría Nuclear. Eso sería desastroso. Es por ello que todas las opciones deberán mantenerse sobre la mesa.  

Varios dirigentes de la oposición británica acusaron al Canciller ultra-conservador de arrastrar a la Gran Bretaña, otra vez, hacia la guerra. 

Entonces, en un gesto cínico, Hague le advierte a Israel que no ataque a Irán. O sea, los imperialistas inventan todas las mentiras y hacen todas las amenazas que crean las condiciones apropiadas para que Israel ataque a Irán y entonces le piden que no lo haga.   

El mundo sabe que ésa es una retórica falaz porque Israel no se decidiría a atacar a Irán si no tuviese la aprobación directa del Imperio y sus cómplices principales, sobre todo la Gran Bretaña y Francia, gobernados hoy por cipayos del Imperio.  

Observen como el Canciller británico ya dejaba por sentado que la AEIA iba a declarar lo contrario a lo que dijo hace tres semanas y algo parecido a lo que informó en noviembre del año pasado, o sea que el objetivo de Irán son las armas nucleares, a pesar de que todas las evidencias señalan lo contrario. Ni siquiera esperó al “fracaso” de la AIEA, o sea el triunfo de la guerra.  

Lo mismo sucedió en Irak hace nueve años, que no se investigó la acusación que le hizo el genocida George W. Bush al presidente Saddam Hussein sobre las armas de destrucción masiva. Esa mentira ha costado hasta ahora un millón y medio de muertos… pero ha sido un gran negocio para varias potencias capitalistas que le han robado a Irak su petróleo, del que es hoy el duodécimo productor mundial y el décimo exportador.  

¿Cuánto de esa inmensa fortuna han recibido los soldados yankis que han peleado en el Oriente Medio para que las compañías petroleras se enriquezcan aun más? Nada, ni un solo peso. Muchos de ellos andan por ahí durmiendo bajo los puentes y muchos otros han muerto por falta de asistencia médica. Unos cuantos miles se han suicidado y otros tantos están en manicomios diciendo que son Drácula, Hillary Clinton o Frankenstein. En otros países los locos se ponen en la cabeza un bicornio de papel-periódico y la mano sobre el estómago y dicen ser Napoleón. Aquí ni los cuerdos saben quien fue Napoleón.  

Hay que repetir que la mesa está servida y la cena huele a pólvora.  

2-. LA AMENAZA LATENTE 

¿Es imposible que todas estas amenazas y agresiones, y toda esta hiper-criminal  insolencia del Imperio y sus secuaces, que se creen dueños absolutos del mundo, y todas estas guerras locales, puedan conducirnos, eventualmente, a una guerra nuclear?  

La gran mayoría de las personas no cree que eso sea posible porque no puede concebir que la humanidad sea tan extremadamente estúpida como para provocar una guerra que pudiera aniquilarla casi toda; sin embargo, la historia nos da un ejemplo no muy lejano de que dadas ciertas  condiciones, la guerra nuclear lejos de ser imposible, es inevitable.  

El 24 de octubre de 1962, la humanidad estuvo a menos de media hora de una guerra nuclear en la que se calcula que hubiesen muerto de 500 a 1,000 millones de seres humanos, de los 3,000 millones que poblaban el planeta.  

Cuando aquello aún no se hablaba de Invierno Nuclear, aunque algunos autores habían planteado que las explosiones nucleares podían bloquear la llegada de la energía solar a amplias zonas del planeta y destruir aun más la capa de ozono.  

Si Kennedy hubiera cedido a las exigencias de los jefes del Pentágono unos días antes del inicio de la Crisis de Octubre –y Robert Kennedy nos dice en su libro “Trece Días” que estuvo a punto de hacerlo-- y se hubiese atacado con bombas convencionales las bases de cohetes nucleares cubanas, con un saldo calculado en unos 50,000 muertos, de Cuba hubieran salido hacia Washington, Nueva York y otras ciudades, cohetes nucleares con bombas de hasta tres megatones capaces de destruir esas ciudades y muchas otras. Los cohetes cubanos llegaban a ambas ciudades antes de seis minutos de ser lanzados. Por supuesto que la respuesta del gobierno de Estados Unidos hubiera sido atacar con su arsenal atómico a la Unión Soviética y, por supuesto, a Cuba. 

Los cohetes anti-cohetes de los que el Imperio disponía entonces no eran funcionales hasta once minutos después de ser disparados porque su objetivo era interceptar los cohetes nucleares que fuesen lanzados desde la Unión Soviética y éstos se demoraban más de veinte minutos en llegar cerca del espacio aéreo de Estados Unidos.  

3-. LA CONFERENCIA  

En una conferencia internacional que se efectuó en La Habana, en octubre de 1991, al celebrarse el Trigésimo Aniversario de la Crisis de los Cohetes, con la presencia de varios de los comandantes soviéticos que habían estado al mando de esas bases nucleares cubanas, y de Robert McNamara, Secretario, entonces, de Defensa del Imperio, se supo que había dos comandantes soviéticos que hubiesen dado la orden de atacar a Estados Unidos con bombas nucleares, aunque el premier Nikita Jruschov no lo hubiera aprobado, pero sólo después que el Imperio hubiese atacado a Cuba con bombas convencionales y provocado la muerte de, al menos, 50,000 cubanos y soviéticos.  

Para los cipayos de origen cubano, de Miami –que sólo conforman una proporción menor de los cubanos emigrados-- estaba muy bien que el Imperio hubiera asesinado a 50 mil seres humanos; pero no que Cuba y los comandantes soviéticos se hubiesen defendido con todo lo que tenían. Lo que les dolía era la muerte de los yankis, no de las personas que habían nacido en su propia tierra.  

El otro momento muy peligroso fue el miércoles 24, a las 10:25 a.m., hora de Cuba y de la zona Este de Estados Unidos. Si la orden de Jruschov no hubiera detenido a los barcos rusos y éstos hubiesen pasado la línea del bloqueo, la marina yanki los hubiese hundido y eso de seguro habría sido el inicio de una guerra nuclear entre Estados Unidos, con el apoyo de Inglaterra y Francia, y de la Unión Soviética y Cuba –China no tenía aún bombas nucleares--.  

Fueron gravísimos peligros que se evitaron por la serena decisión de dos seres humanos: Nikita Jruschov, que dio la orden de detener a las naves 25 minutos antes de que llegaran a la línea del bloqueo, y John Kennedy que no permitió que los generales del Pentágono atacasen las bases cubanas unos días antes porque creían que aún no eran operables… y sí lo eran.  

Fue el Imperio, no Cuba ni la Unión Soviética, el que puso al mundo al borde de la guerra nuclear. Cuba y la URSS eran dos países soberanos que podían tomar acuerdos de los que sólo eran responsables absolutos y únicos sus gobiernos y no ningún otro gobierno.  

Estados Unidos tenía bases nucleares en Turquía, justo en la frontera con la Unión Soviética. Sus cohetes de largo alcance llegaban a todo el territorio soviético, en Europa y Asia. Aun sus cohetes de alcance mediano llegaban a Moscú, Stalingrado y Leningrado. ¿Por qué la URSS no podía tener cohetes en Cuba que apuntaran a Estados Unidos?  ¿En razón a qué? ¿Por qué unos sí y otros no? ¿Qué poder mundial le concedía a este país lo que no podía concederle a ningún otro si, de acuerdo a la Carta de Naciones Unidas, todas las naciones son iguales y soberanas? ¿Creía –cree-- este país, acaso, ser Caudillo del Mundo por la Gracia de Dios? En tal caso debían poner a Franco en los billetes de a peso.  

El propio McNamara aceptó, en aquella conferencia del año 91, que ni Kennedy ni él sabían que las bases eran operables aquel miércoles 24. De tal forma salvaron al mundo de una guerra monstruosa en la que hubiera muerto la tercera parte de la humanidad, y el Invierno Nuclear se hubiera encargado de matar a casi todos los demás.  

Una humanidad que ya una vez estuvo a 25 minutos de una guerra nuclear no debe confiar mucho en que en otros 25 minutos que aún nos queden por vivir se tomen las decisiones que eviten la catástrofe.  

En el escenario de Siria, vemos que sigue la campaña mundial de mentiras y difamaciones, semejante a la de Irak hace nueve años y a la de Libia el año pasado. Es probable que en las próximas semanas, el Imperio y algunos de sus secuaces se decidan por apoyar a los mercenarios que se enfrentan a la autoridad y que defienden los malditos intereses del sionismo, bombardeando las posiciones militares del gobierno. 

Sigamos observando de cerca todo lo que está sucediendo en torno a Irán y Siria con la esperanza de que el ser humano se decida a usar la razón, no el garrote. 

 INMINENTE PELIGRO DE GUERRA NUCLEAR 

El Diario de la Historia, Nueva York, 24 de octubre de 1962. El gobierno de la Unión Soviética rechazó anoche el bloqueo naval que Estados Unidos le va a imponer a Cuba, a partir de las diez y media de la mañana de hoy, hora de Washington, y anunció que sus barcos seguirán avanzando hacia ese país, advirtiendo, además, que si alguno de ellos es detenido y abordado por los oficiales de la Marina de Guerra estadounidense que implantan la cuarentena, a 500 millas al nordeste de Cuba, tal acción sería considerada un acto de guerra. 

La nota oficial del Kremlin, divulgada esta mañana por la agencia oficial TASS, dice, además, que la decisión del gobierno de Estados Unidos de bloquear a Cuba, anunciada por el presidente John F. Kennedy, en la noche de antier, día 22, es una violación de la Carta de Naciones Unidas y un acto de piratería, ya que ningún gobierno del mundo tiene derecho a abordar por la fuerza barcos de ninguna clase en aguas internacionales. La nota aclara que, en alta mar, una nave es territorio del país bajo cuya bandera navega y que abordarla sin su permiso equivale a una invasión territorial.     

La declaración soviética afirma, además, que el establecimiento de las bases de cohetes nucleares en Cuba ha sido efecto de la libre voluntad de dos naciones independientes que sólo están sometidas a sus propias leyes y no a las de ningún otro país, en la propia forma que la instalación de las bases de cohetes nucleares de Estados Unidos en Turquía fue producto del libre albedrío de ambos países y el Kremlin no impuso bloqueo alguno a Turquía, país fronterizo con la URSS.  

Por su parte, el gobierno imperial de Estados Unidos sostiene que la construcción de las bases nucleares en Cuba y su abastecimiento por tierra y mar desde la Unión Soviética, se hizo en secreto, pues hasta hace unos pocos días el canciller Andrei Gromiko le aseguraba, en persona, al presidente Kennedy que el Kremlin nunca daría ese paso. La Casa Blanca considera que tales bases ponen en peligro la seguridad hemisférica y violan la Carta de la OEA, que compromete a las naciones miembros a rechazar cualquier intervención extra-continental.    

Los cohetes nucleares de Cuba son de alcance medio e intermedio. Los primeros tienen un radio de acción de unas mil millas, o sea pueden llegar hasta Washington y la Ciudad de México. Los segundos alcanzan unas dos mil millas y llegarían hasta la Bahía de Hudson y Lima.  

De desatarse esta guerra, las naciones usarían, como es lógico –la lógica de la locura--, todas las armas a su alcance para defender su integridad territorial, como han hecho siempre en la historia. Es imposible imaginar, por ello, que se pueda producir una guerra entre las dos superpotencias del mundo sin que éstas utilicen las bombas nucleares que ahora poseen. 

Se cree que el primer buque soviético llegue a la línea del bloqueo alrededor de las once de la mañana de hoy. Si el capitán de este barco, como es de esperarse,  acata la orden del Kremlin de proseguir su viaje sin detenerse y atravesar la línea de cuarentena naval y, por su parte, como se espera también, los oficiales de la Marina de Guerra de Estados Unidos acatan las órdenes de la Casa Blanca de detener a cualquier barco que trate de cruzar dicha línea y hundirlo si no lo hace, la guerra entre Estados Unidos y la Unión Soviética pudiera desencadenarse antes del mediodía de hoy, miércoles 24 de octubre de 1962 ... o sea, en menos de cuatro horas.  

El mundo vive, pues, momentos de enorme tensión. Si se produce la tercera guerra mundial, o primera guerra nuclear, se prevé que pudieran perecer en ella de quinientos a mil millones de seres humanos.   

Algunos científicos han declarado que esa cifra pudiera ser mayor, porque incluyen a quienes morirían por las consecuencias indirectas de la guerra. De tal forma, estiman que la explosión de miles de bombas nucleares pudiera desencadenar graves fenómenos naturales en el planeta, como terremotos de escalas más altas de los que hasta hoy se conocen, que podrían matar a otros muchos millones de seres humanos y provocar grandes mareas tidales, o tsunamis, que inundarían las costas de varios continentes ahogando a cientos de millones de personas que viven en las zonas próximas a los océanos.  

Otros científicos se aventuran a sugerir que la atmósfera terrestre podría ser bloqueada por cuerpos físicos y elementos químicos que tan ciclópeos estallidos les lanzaría, impidiendo que la radiación solar llegue a extensos territorios del planeta, provocando la desaparición de la agricultura y la ganadería y la subsecuente hambruna mundial, en la que perecerían, lentamente, muchos de los que no tuvieron la suerte de morir achicharrados, pero con benigna rapidez, por el inmenso calor que generan las explosiones nucleares, mayor que el de las capas exteriores del sol.   

Se desconoce la cantidad real de bombas nucleares que existen en los arsenales de Estados Unidos y la Unión Soviética, pero se calcula que puede ser de quince a veinte mil, casi todas con un poder de destrucción de un megatón o más. Se estima que pueda haber cientos, quizás miles, de bombas de uno, tres, cinco, diez, y hasta cincuenta megatones.  

Una bomba nuclear de tan sólo tres megatones equivale al poder destructivo de tres millones de toneladas de TNT, o sea que una bomba de cien megatones es el equivalente a cien millones de toneladas de TNT.  

Recientemente, Nikita Jruschov reveló que su país tiene varias bombas nucleares de cien megatones, como la que se probó en un archipiélago ruso del Océano Ártico, en octubre del año pasado, aunque reducida en el momento de la explosión a 50 megatones, por lo que se cree que Estados Unidos las deba tener también. Un cambio en el mecanismo químico de la bomba logró que se eliminaran los efectos de la radiactividad en un 97%.  

La bomba de Hiroshima tuvo un poder destructivo equivalente al de unas quince mil toneladas de TNT –otras fuentes dicen que fue de veinte mil-- y mató al 80% de las personas que se hallaban en el radio de un kilómetro de su hipocentro, o sea el punto en que, a 618 metros de altura sobre la ciudad, hizo explosión, matando a mas de 100,000 seres humanos. Una bomba de tres megatones equivale a 200 bombas de Hiroshima y de cien, a 6,666.  

¿Es el poder destructivo de estas bombas proporcional al que tuvo aquel famoso estallido genocida? ¿Matará una bomba de tres megatones al 80 % de las personas que se encuentren en un radio de 200 kilómetros de su hipocentro, o quizás al 100% porque las bombas de hoy son mucho más destructivas que las de entonces? ¿Matará una bomba de cien megatones del 80 al 100%, de las personas que se hallen a 6,666 kilómetros de su hipocentro?  

De ser así, una bomba de cien megatones que explote, por ejemplo, en París, mataría del 80 al 100% de las personas que se encuentren en toda Europa, el norte de África, el cercano Oriente y las partes de Asia que no se hallen muy lejos de los Urales. Y otra de éstas que haga explosión, por ejemplo, en La Habana, si tal proporción fuese cierta, mataría del 80 al 100% de los seres humanos que se hallen en el Caribe, México, América Central, Estados Unidos, casi toda América del Sur y las dos terceras partes de Canadá. Es muy difícil que puedan tener un alcance tan extenso, pero… ¿es imposible? 

Por lo pronto, este cronista de temas históricos regresará a su hogar lo antes posible y, para ponerle un poco de sensatez a toda esta inmensa locura, abrirá, una vez más, su novela preferida, pues siempre ha tenido la sensible ilusión de morir leyendo el capítulo en que Jean Valjean encuentra a la pequeña Cosette junto al pozo de Montfermeil. 

carlos.rivero@att.net



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Carlos Rivero Collado


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