La Homeopatía y el Sistema Inmunitario

Resumen

En la publicidad sobre la homeopatía a veces se alega que sirve para ‘reforzar el sistema inmune’. Existen amplios resultados, tanto teóricos como experimentales, que demuestran la falta de fundamento de la homeopatía. En particular, aquí se describe el estado actual de los conocimientos sobre el sistema inmunitario con el fin de evitar engaños cuando se presentan este tipo de alegaciones.

Características de los Remedios Homeopáticos

Hace poco apareció en un sitio WEB provincial un artículo donde se afirma que la homeopatía sirve para "reforzar el sistema inmune". Llamado indistintamente sistema inmune, sistema inmunitario o sistema inmunológico, lo cierto es que afirmaciones similares aún aparecen con regularidad en diversos lugares. Otras pseudoterapias alegan que sirven para ‘mejorar la calidad de vida’, sin más detalles. ¿Y qué es una pseudoterapia? Una pseudoterapia es un procedimiento o medicamento cuya eficacia nunca ha sido demostrada, aunque sus promotores aleguen que es científica. La homeopatía cae dentro de esta definición, pues existen amplias evidencias, que incluyen ensayos clínicos de todo tipo, e incluso libros que argumentan científicamente la falta de fundamento, tanto teórico como experimental, de la homeopatía.,,

Y es por esta razón –la falta de argumentos científicos- que artículos como el mencionado al inicio nunca explican la forma en que tales terapias refuerzan el sistema inmunitario o mejoran la calidad de vida. Simplemente no pueden hacerlo, porque la tal terapia es algo que ya se ha estudiado arrojando resultados negativos una y otra vez, o simplemente porque sus postulados violan leyes básicas de otras ciencias. En el caso de la homeopatía ambas características son válidas. Un resumen de metaanálisis publicado en 2010, llegó a la conclusión de que «la evidencia más confiable –aquella proveniente de las revisiones Cochrane– fracasa en demostrar que las medicamentos homeopáticos tengan efectos más allá del placebo».

Figura 1. Supuesto medicamento homeopático contra el cáncer que, según algunos afirman, refuerza el sistema inmunitario.

De aquí que la información que los homeópatas pueden proporcionar no va más allá de una verbosidad vacía, sin argumentos científicos o racionales, aparentando que sus afirmaciones son algo evidente o bien conocido, lo que está muy lejos de la realidad. Cuando aparecen en la prensa o en alguna revista, tales artículos se asemejan más a un reclamo publicitario que a la exposición objetiva de los beneficios que pudiera brindar el supuesto medicamento.

En lo que respecta a la homeopatía, parece bastante claro que las afirmaciones que se publican usualmente dejan al desnudo la falta de conocimientos de quienes las conciben y repiten –o el ánimo expreso de engañar al posible usuario–. De aquí que creemos vale la pena alertar al lector sobre el estado de los conocimientos actuales sobre el sistema inmunitario, aunque sea en forma muy resumida, para tratar de evitar "que le den gato por liebre" cuando se le presentan este tipo de alegaciones.

El Sistema Inmunitario

Desde hace mucho se sabe que el sistema inmunitario comprende en realidad dos sistemas diferentes, que han sido estudiados con bastante detalle: el sistema inmunitario innato (natural o inespecífico) y el sistema inmunitario adquirido (adaptativo o específico). Algunas particularidades de ambos sistemas aún se encuentran en estudio, en particular lo que se relaciona con el tratamiento del cáncer.

El sistema inmunitario innato está compuesto por leucocitos, células especializadas que se encuentran en distintos fluidos, tejidos y órganos en todo el cuerpo. Existen diversos tipos con diferentes funciones: neutrófilos, eosinófilos, basófilos, mastocitos, monocitos, células dendríticas, macrófagos, células NK y el sistema del complemento.

Los neutrófilos (fig. 2) o polimorfonucleares (PMN) son el tipo de leucocito más abundante en los humanos, y normalmente se encuentran en el torrente sanguíneo. Su función principal es fagocitar (comer y digerir) bacterias y hongos. Durante el inicio agudo de una inflamación como resultado de una infección bacteriana, se encuentran entre los primeros en migrar hacia el sitio de la inflamación. Son atraídos por las señales químicas de la Interleucina-8 (IL-8, proteína que actúa como mensajero químico a corta distancia) y el Interferón-γ, en un proceso llamado quimiotaxis. Los neutrófilos son las células que predominan en el pus.

Figura 2. Izq. Neutrófilo. Der. Los neutrófilos migran desde los vasos sanguíneos al segregar enzimas que disuelven conexiones intercelulares, mejorando así su movilidad.

Un eosinófilo es un leucocito que se deriva de la médula ósea. Su desarrollo es estimulado por diversas interleucinas como la IL-5, la IL-3 y el factor estimulante de colonias granulocito-macrófago (GM-CSF). Se encarga esencialmente de modular la respuesta alérgica y de eliminar parásitos. Su forma es muy parecida al neutrófilo.

Los basófilos son otro tipo de leucocitos, menos abundantes, también originados en la médula ósea, y responsables del inicio de la respuesta alérgica mediante la liberación de histamina, serotonina y otras sustancias. Poseen receptores de inmunoglobulina E (relacionada con las alergias). Los mastocitos, originados en las células madre de la médula ósea, median en los procesos inflamatorios y alérgicos. Sintetizan y almacenan histamina (involucrada en las reacciones alérgicas) y heparina (un anticoagulante), y se encuentran en la mayor parte de los tejidos del cuerpo. Los monocitos circulantes, junto con los macrófagos en los tejidos, forman el sistema fagocítico mononuclear (SFM). Salen de la médula ósea a la sangre, y al cabo de unas 8 horas emigran a distintos tejidos y se convierten en macrófagos (fig. 3), cuya principal función es fagocitar; es decir, ‘comerse’ a diferentes microorganismos o restos celulares. La fagocitosis consiste en rodear la molécula indeseable y absorberla. (Esta acción no tiene lugar cuando el macrófago reconoce a la célula como integrante de un tejido sano del propio organismo, al detectar las proteínas adecuadas sobre las membranas celulares).

Figura 3. Macrófagos (las células blancas de menor tamaño) atacando una célula cancerosa (la grande). Al fusionarse con la célula cancerosa, los macrófagos inyectarán toxinas que la matarán. La inmunoterapia para el tratamiento del cáncer es un área activa de investigación médica.

Las células NK (linfocitos NK o células asesinas, del inglés ‘natural killer’, fig. 4) se dedican a destruir células infectadas y células cancerígenas, además de regular las respuestas inmunológicas. No fagocitan, sino que destruyen las células indeseables a través del ataque a su membrana plasmática, descomponiéndola.

Figura 4. Izq.; Linfocito NK. Der.; Enlace inmunitario entre un linfocito NK (arriba) y una célula indeseable (abajo).

El sistema del complemento está formado por un conjunto de más de 20 proteínas diferentes que atacan la superficie de células dañinas, mediante una compleja estructura de interacciones bioquímicas. La respuesta del sistema es activada por la unión de las proteínas del complemento a carbohidratos en la superficie de los microorganismos, o por la unión del complemento a anticuerpos, que a su vez se han unido a los microorganismos infecciosos. Tras la unión inicial de la proteína al microbio, se activa su capacidad de generar enzimas capaces de romper los enlaces proteicos, que a su vez activan otras enzimas, y así sucesivamente. Esto produce una cascada catalítica que origina la producción de péptidos que atraen otras células inmunitarias y recubren la superficie del patógeno, señalizándolo para su destrucción. El complemento puede también matar células directamente al bloquear su membrana plasmática. Las proteínas del sistema del complemento se clasifican en siete categorías funcionales: iniciadoras, que inician la respuesta inmunitaria al unirse a determinadas moléculas; mediadoras enzimáticas que dividen otras proteínas (zimógenos) y forman parte de la cascada de inmunización; opsoninas (que acentúan la fagocitosis); mediadoras inflamatorias, que incrementan el diámetro capilar y el flujo de sangre, y atraen otras células al área afectada; proteínas de ataque de membrana, capaces de horadar la membrana celular de microorganismos invasores; proteínas receptoras en las superficies celulares, que señalizan funciones celulares específicas como, por ej., excitar la fagocitosis sobre determinado patógeno; y componentes reguladores, que protegen las células propias del ataque del sistema inmunitario.

El sistema inmunitario adquirido está formado por los linfocitos T (fig. 5) (producidos en el timo) y los linfocitos B (producidos en la médula ósea).

Los linfocitos T se dividen en varios tipos: citotóxicos CD8+, cooperadores CD4+ (subtipos Th1, Th2, Th17), de memoria, reguladores y células Tγ/δ (en la mucosa del intestino). La respuesta inmunológica adaptativa tiene la capacidad de reconocer y recordar patógenos específicos, generando inmunidad y ofreciendo respuestas más potentes cada vez que el patógeno es reencontrado. Es decir, el linfocito es capaz de ‘recordar’ una infección particular y como atacarla, lo que inmuniza al portador ante infecciones posteriores. Las células progenitoras de los linfocitos T migran desde la médula ósea hacia el timo, donde tiene lugar el proceso de maduración, generando células que expresan CD4 y CD8, o receptores de células T (TCR), en varias etapas.

Los linfocitos B maduran en el bazo del feto y en la médula ósea del adulto. Son responsables de la inmunidad mediada por anticuerpos, al convertirse en plasmocitos, células especializadas que pueden segregar grandes cantidades de inmunoglobulinas capaces de neutralizar elementos extraños tales como bacterias y virus.

Figura 5. Izq., linfocito T; der., molécula de inmunoglobulina (glucoproteína). Existen diversos tipos (A, D, G, E, M)

En conclusión, el sistema inmunitario está formado por un amplio conjunto de diferentes células y proteínas con funciones específicas, que interaccionan con los agentes patógenos de forma muy diferente mediante complejos mecanismos bioquímicos. No existe evidencia alguna para afirmar que la homeopatía sirva para ‘reforzar el sistema inmunitario’. Parece bastante obvio que quienes hacen tales afirmaciones no tienen ni la menor idea de cuál sería el supuesto mecanismo mediante el cual tal reforzamiento se llevaría a cabo. Simplemente se inventan argumentos con tal de promocionar el falso medicamento. Y desde luego, en ninguna de los textos de referencia general que aparecen más abajo, algunos de ellos con más de 20 ediciones, ni siquiera aparece la palabra homeopatía.

Referencias Generales

1. Barbara Detrick, PhD, Inmunology, Ch. 8 p. 127 in Jawetz, Melnick, & Adelberg’s, Medical Microbiology, Twenty-Eighth Edition, Mc Graw Hill, 2019

2. Nancy Fares-Frederickson and Michael David, Introduction to Immunity and Inflammation, Ch 34 in Goodman and Gillman, The Pharmacological Basis of Therapeutics, Thirteenth Edition, Mc Graw Hill, 2018

3. Juan Carlos Jaume, MD, Endocrine Autoimmunity, Chapter 2 in Greenspan’s
Basic & Clinical Endocrinology, Tenth Edition, Mc Graw Hill, 2011

4. Peter J. Kennelly, PhD & Robert K. Murray, MD, PhD, White Blood Cells, Ch. 54 in Harper’s, Illustrated Biochemistry, Thirty First Edition, Mc Graw Hill, 2018

 

arnaldo@fisica.uh.cu



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