Carta a Marisabel Rodríguez ex de Chávez

Si algo detestamos los venezolanos –y los humanos, en general—es la traición. Y se hace más grave la perfidia cuando proviene de alguien que estuvo a nuestro lado, compartió pan y cama durante años y fundó una familia con descendientes.

Lo de la señora Marisabel Rodríguez contra el presidente Hugo Chávez, en contubernio vergonzoso con sectores golpistas e intransigentes de la oposición, deja de ser odio visceral propio para convertirse en resentimiento, no sólo contra el jefe del Estado, que mal que bien fue su marido y algún respeto le debe, sino contra quienes somos sus seguidores.

Pretender utilizar los medios de comunicación adversos al Gobierno para intentar hacerse pasar por víctima de una violencia existente sólo en su imaginación y en el libreto que le ponen a actuar, sólo es posible para un alma rastrera y sin sentimientos, a la que poco importa un pueblo que durante años la amó y admiró, no sólo por ser la esposa del Presidente, sino porque creyó en su carita de angel, que hoy sabemos que sólo fue una máscara que ocultaba el verdadero rostro de diablo.

Casualmente, en El Nacional de ayer viernes 9, un aviso desplegado anunciaba una nueva revista de frivolidades, en cuya portada se ve una fotografía de Marisabel, muy distinta de la “mujer sufrida” y atormentada que dice estar por la maldad “de las hordas chavistas” que la acosan e intimidan. No quiero decir el juicio que me provoca la pinta de la dama en cuestión en esa fotografía, pero no es precisamente la de una señora de hogar “felizmente casada”.

Ella está en todo su derecho a ser opositora. Al fin y al cabo vivimos en un país libre y democrático. Si se quiere aliar con el diablo mismo, no habrá cura que se lo quite. Pero de allí a creer que los venezolanos somos pendejos y nos comemos el cuento de que ella tiene autoridad para hablar mal del presidente de todos los venezolanos, hay una distancia sideral.

Sus nuevos amigos la llevan a la perdición. Pudo haber sido una gran dama en el país, basada esa apreciación en el gran respeto y cariño que millones de venezolanos le profesamos alguna vez. Pero decidió ir por los caminos fáciles, escuchar los cantos de quienes le entonaron serenatas para sólo explotar electoralmente su imagen. ¿Cree ella que de verdad será alcaldesa de Barquisimeto? ¿Supone que sus gimoteos y berrinches levantan alguna compasión en hombres y mujeres venezolanas? Le cuento Marisabel: en Venezuela detestamos al traidor, al hombre y a la mujer falsos e hipócritas.

Hágase un favor: evite esas escenitas, deje de hacer el ridículo. Los venezolanos estamos ahítos de falsos profetas, de hipócritas e impostores. Sabemos todos quién es usted. No haga que quienes conocemos su historia, la anterior y la posterior a su matrimonio con Chávez, la echemos a los cuatro vientos. Sabe bien usted de qué hablo. ¿O se le olvidó? Haga su campaña, critique al Gobierno, que tiene muchas fallas, pero ¡por Dios!, deje las felonías y las arteras maniobras mediante las que la utilizan.

sjaimesm@hotmail.com


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