Cuando estalla mundialmente el “caso de la maleta” lo primero que me sorprende es que su principal implicado es un asesor importante de la empresa VENOCO, un hombre que no llega a los 40 años, obeso y, como todos los gorditos, con cara de bonachón. Aún más, con un par de apellidos angloitalianos, ANTONINI WILSON, que suenan más duro que la detonación de un tumbarranchos a las 3 de la madrugada.
Enseguida me dije: Que va! Este no es ningún pendejo como yo, este hombre es un verdadero chivo que debe mandar más que dinamo nuevo, como dicen en Caucagua, mi pueblo natal. Tampoco llegué a sobre-estimarlo tanto como para presumir que era un super-agente de la CIA, como lo han hecho suponer el gobierno y algunos otros medios sensacionalistas.
VENOCO es la principal petroquímica privada del país. En consecuencia, toda la materia prima que procesa proviene de la industria petrolera, es decir, de PDVSA. Si esta no le vende, VENOCO pela gajo. En otras palabras, VENOCO necesita de PDVSA para sobrevivir.
Pero VENOCO es también la empresa que presidía nuestro inolvidable Pedro Carmona Estanga. Este nunca fue dueño de la empresa, por eso se decía que Pedro El Breve era un empresario sin empresa y esto era realmente cierto. Los dueños de la empresa siempre fueron el grupo Sosa-Rodríguez Pérez-Recao. Carmona siempre fue sólo un empleado de alto nivel de este grupo.
Consumado el golpe del 11 de Abril, el grupo Sosa Rodríguez-Pérez Recao quedó con las nalgas totalmente al descubierto. Quedaron señalados no sólo como golpistas, sino como los nuevos dueños del poder y patrones del autojuramentado Carmona.
Sobrevenido el 13 de Abril y la retoma del gobierno por el pueblo soberano, VENOCO quedó a la deriva, en flagrancia como dicen los penalistas, no valía un centavo. Todo mundo pensó que sería confiscada por el Estado, -aclaro que he dicho confiscada que no expropiada- y sin embargo no ocurrió tal cosa.
Pasado el susto del golpe y el derrocamiento fugaz, nuestro Comandante, crucifijo en mano, perdonó a todos, empezando por los generales y almirantes que supuestamente actuaron preñados de buenas intenciones.
Dentro de esa atmósfera del perdón y la absolución, de la paz y de la reconciliación, se movieron unos vivos que los chavistas ingenuamente llamamos “la derecha endógena”, y se consiguieron un par de testaferros llamados Kauffman y Durán que compraron la totalidad de las acciones del grupo golpista en VENOCO. Así quedó VENOCO purificada, libre de polvo y paja, habilitada para seguir haciendo sus jugosos negocios con PDVSA. Se pagaron 35 millones de dólares por la compra de VENOCO.
¿¿Disponían Kauffman y Durán de ese dinero para comprar la empresa o lo recibieron de las personas a quienes ellos encubren como testaferros??
La última ocupación conocida de Durán, antes de convertirse en multimillonario y mundano hombre de negocios, fue la de mecánico callejero especialista en el acondicionamiento de autos de los niños ricos para hacer “piques” en la autopista de Prados del Este.
Extrañamente, ninguna prensa, de gobierno u oposición, se hizo eco de esta peculiar transacción.
Todo el mundo menciona a los militares de Altamira, a los policías metropolitanos, a la Polar, a la CIA y al clero, entre otros, como los protagonistas principales del 11-A, pero casi nadie recuerda la foto de Pérez Recao, accionista de VENOCO, estrenando un atuendo parecido al “Rambo” cinematográfico, escoltando a su empleado Carmona en Miraflores, investido para el momento, por voluntad corporativa, como nuevo presidente de Venezuela.
Ahora sí, parodiando al profesor Lupa, podemos preguntar: ¿misterios de la ciencia?
Esta historia continuará en una próxima entrega.
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