Los obsesivos y enfermizos opositores en Venezuela, cargan una sonrisota de oreja a oreja porque Trump está planificando bombardear a Venezuela. Se sienten felices en sus pieles, en sus cabales pues al fin les vuelve un respirito en sus corazones, luego de tantos fracasos y frustraciones. Sienten que Trump los va a liberar, pero, lástima, cuando comiencen los bombardeos y las matazones, ellos no podrán coger para el Norte. Tendrán que recibir la metralla, las esquirlas, el "fuego amigo". Pero bueno, eso a ellos les importa un comino, porque como sufren el Síndrome de Sansón, no les importará que los maten, con tal de salir de los chavistas. Si en muriéndose ellos, los gringos salen victoriosos, eso los reconforta, es lo grandioso, lo máximo. Y mucho menos les importa que Trump sienta asco por ellos, eso más bien les alienta, los hace felices, porque a fin de cuentas es tan grande el amor que tienen por los gringos que cualquier desprecio de sus catires bellos es más bien un halago, una terneza, un cumplido, un mimo.
Como decimos, estos opositores están cogiendo nuevos bríos, visitan amigos y hacen brindis y fiestas y van a misa a pedirle a Dios que esta vez no les falle. Rezan cinco o diez veces al día, pidiendo que las bombas que caigan sean implacables, sobre todo que maten a muchos negros, a muchos desdentados, a burda de indios o chavistas. Que destruyan la represa de El Guri para que nunca más volvamos a tener electricidad en esta "mierda comunista". Sueñan con ver a los mariners marchando por el centro de Caracas, por la Avenida Urdaneta, rumbo a Miraflores, para instaurar el gobierno provisional al mando de doña María Corina Machado (una Zelenky en América Latina). Y entonces, así, volveremos a ser felices, el dólar se volverá barato, podremos viajar por el mundo con los bolsillos llenos de billetes, volveremos a tomar whisky del bueno y del caro y volveremos a tener los mejores sueldos de América Latina. Aunque tengamos que convivir de mala gana con los pocos negros que queden, pero lejos, lejos de ellos, colocando poderosas vallas eléctricas en nuestras casas. Y volveremos a ir a Miami, al "Ta barato dame dos". Se rescatará de nuevo a RCTV y volveremos a gozar de los encantadores culebrones como "El derecho de nacer" y "Topacio". Qué arrecho, hermanos.
Aunque ya nada podrá ser igual, aunque usted no lo crea, en EE UU ha descendido drásticamente el turismo, sobre todo entre los latinos. Ya los gringos no quieren a mulatos, trigueños o zambos por sus calles, por sus parques de diversión, Disney, La Estatua de la LIbertad o Hollywood. Están siendo muy mal visto, ni tampoco quieren a "blancos de orilla", porque dicen que todo blanco en Latinoamérica, está contaminado, es un fiasco, es repujado, ya está dañado por el contacto con tanta gente arrabalera y fea. El Catire Bello está anunciando con expulsar inmediatamente a toda esa cuerda de negros, indios y latinos, que son ladrones y terroristas por naturaleza; él dice, que todos son del Tren de Aragua. Dice que va a reducir la criminalidad en la ciudad y contempla la declaración del control federal sobre las más importantes ciudades del país: "Voy a hacer que nuestras ciudades sean más hermosas y más seguras de que lo que han sido jamás, sin negros, sin prostitutas feas, sin gente sin hogar. Los mandaremos a Ruanda, a El Salvador o a Alligator Alcatraz, porque no queremos delincuentes. Ustedes no tendrán paz, no tendrán que ir a ninguna parte, porque van a terminar siendo engullidos por nuestros lindos y feroces caimanes, y punto", ha indicado tajantemente.
