Se me activó la alarma filosófica

Leyendo en estos días un artículo de Emeterio Gómez intitulado Carta a Laureano, me impresionó la eticidad del ex marxista al hablar de política, utilizando la filosofía como telón de fondo para glosarlo (y descartando que no es Laureano Gómez el destinatario, dado que Emeterio se ve demasiado cercano al pensamiento político del neogranadino) y obligado el suscrito a aclarar no haber leído el texto de Laureano, pero que, por el de Emeterio que desgloso aquí, lo debo suponer más decoroso de contenido.

Todo obedecía a la definición de Laureano sobre la política que, a confesión de Emeterio, lo descuadró todo. Laureano piensa (no sé si en serio si acaso es el Laureano que sospecho) que la política es cosa de proyectos, de vocación vital, de caminos recorridos, de larga y dilatada militancia en ideas, de reflexión profunda sobre el destino del hombre. Pero a Emeterio le pareció tan deleznable esa opinión de Laureano, que se apresuraría a decirle que ni siquiera los griegos pudieron adoptarla aun que el proponente hubiera podido ser el mismísimo Platón. En dos platos: lo que Emeterio trata de meter en la cabeza de Laureano, es que en política los conceptos sólo tienen sentido cuando aluden a la naturaleza, a los perros, caimanes y sillas; no cuando intentan captar las cosas que atañen al espíritu. Definir la política, o lo que debe ser un político, presupone creer que, en el plano de lo humano, la definición, esto es, la esencia de los entes, puede anteceder a su existencia; presupone creer que no es ésta la que prela o ¡priva! sobre aquella, una idea errónea que nos inculcaron Platón y Aristóteles.

Y todo sería… aterrizando ya… para justificar que en política todo se vale cuando se trata de colocar en prelación los intereses personales o grupales (por más oscuros que resulten) sobre los de la mayoría sana y robusta; y además –y he aquí lo ultrajante que resulta Emeterio hasta para con sus propios copartidarios pretendiendo defender a todo trance a er Conde y a Rosales como posibles sacadores de Venezuela de la barbarie chavista- porque los venezolanos no tenemos ningún cimiento sólido, ninguna estructura de valores compartidos, que nuestros políticos puedan encarnar.

Y me pregunté de inmediato: ¿carajo, no habrá por ahí un filósofo chavista que le replique a Emeterio? Pero me lució tan inaguantable lo suyo, que se me activó de inmediato la alarma filosófica… Y me fui entonces con urgencia al cajón polvoriento a buscar dos libritos de filosofía que mal leyera en bachillerato. Y me eché un puñalito… Pero tan manifiestamente escuálido él, que lo reconozco así, y sin alusiones de ningún tipo.

Pero para Emeterio, con tal de sacar a Chávez del poder, cualquier político que no encaje en lo más mínimo dentro de las engañosas ideas de Platón o Aristóteles, es particularmente útil como ente posterior a las buenas ideas previas y tontas esas platónicas o aristotélicas. Es decir, que como lo del Topus Uranus de Platón resulta para Emeterio engañoso y timador, hay que admitir entonces que, hasta un cualquiera o una cualquiera serían los predilectos de Emeterio para sustituir a Chávez, aun cuando se encuentren alejadísimos de lo que sería la platónica definición de político que, de manera bastante pudorosa, expusiera Laureano en su crónica. O sea, que como la idea del político como ente no existe previa a él, un político que pueda derrotar a Chávez pudiera ser entonces cualquier delincuente, cualquier degradado o degradada con tal de que el CNE lo declarara eventualmente electo o electa en su lugar. Esta lógica de Emeterio la verdad que me confirma una idea que he venido rumiando por muchos años no sin mucha pena: que la política como que no es para gente decente… pero que, al parecer, la filosofía como que tampoco. Con razón hay algunos chavistas que, con motivo de la fuga de Ramo Verde, piden lapidación, linchamiento… hasta corte de mochilas. Pero les recomiendo que no, que no se dejen arrastrar por las ideas impúdicas de Emeterio sobre la política; que la fortaleza más grande que tiene Chávez es justo responder, casi enteramente, a la idea más decente que hubiera podido tener Platón de la Política, y puede que hasta responda en todo a la que defiende Laureano. Por eso es que Chávez es un genuino revolucionario.

Y si quisieran conocer la índole filosófica de algún ente típicamente emeteriano y concreto, entonces sólo piensen en la Cuarta República.

Ah, y se me olvidaba comentar, que producto del puñalito escuálido, al parecer hay ideas con que nos encontramos, e ideas en que nos encontramos, y que parecen estar ahí ya antes de que nos ocupemos en pensar.


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Raúl Betancourt López


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