La Hermana Barragana Manuela Sáenz

Guillermo Morón habla de Manuela Sáenz y la califica de barragana, subliminalmente refiere a las “mujeres honestas de este país” que según él hubiesen considerado un insulto haber traído los huesos de Manuela.

Este señor tan viejo y tan estudioso pretende hacer propuesta histórica de la figura femenina sin cuestionar y analizar lo que significa ser mujer en esta y otras épocas. A esta altura de la historia este historiador no se ha dado cuenta de que las mujeres no necesitamos que los hombres nos anden indicando cómo debemos pensar. Como perfecto machista cree que nos halaga el que se nos etiquete de honestas y honorables, manipula con palabras que considera contienen privilegios antes las cuales espera una reacción de aceptación de su discurso manido.

Qué le puede interesar a una mujer de esta época, joven o vieja todo ese cuento de pacotilla que narra Morón. Será que en verdad Morón piensa que a una mujer venezolana le interesa unir conceptos de honradez, con huesos, con barraganas y con amantes. Morón conoce acaso a la mujer venezolana, más allá de las mujeres de su entorno que él sólo las percibe en el simbolismo de usar perlas en sus cuellos cuando asisten a la Academia de la Historia para ver a sus maridos `de número´ sentarse en los sillones. Eso es parte del ser mujer de algunas mujeres, sí, pero también ser mujer es una perseverante búsqueda de conocimiento de nosotras mismas, de las mentiras y supuestos en las cuales hemos estado sumergidas, supuestos masculinos que debemos reconocer, para alertar a otras y rechazar esta cultura machista que edulcora la dominación pretendiendo oponernos en bandos distintos. Cultura machista que usa el verbo y los nombres para manipular y para imponernos una forma de ver, cuando nosotras estamos vivas y sabemos desde hace tiempo que podemos nombrar con nuestros propios nombres y ver con nuestros propios ojos. Por eso señor Morón puta o barragana significan una cosa para usted, macho dominante mantuano académico aristócrata, y otra cosa para una mujer que haya despertado su conciencia. Su desconocimiento de lo femenino, de lo que significa ser mujer, su juicio de manada no nos confunde, no mata nuestra energía. Algunas podrían estar confundidas y todavía alagadas con que se les llame damas, honestas, señoras, pero la masa de mujeres despiertas o que despiertan a una nueva conciencia ya sabemos mejor, ya pensamos con libertad y sin opresión.

Las mujeres somos y hemos sido de carne y hueso, y también de soplo vital. Nuestras abuelas y madres, tías hermanas, vecinas fueron de todo lo que la vida les puso en el camino: niñas trabajadoras, obreras explotadas, madres de muchos hijos, cabeza de hogar, cocinera con lo que había, ejemplos de sus comunidades, madrugadoras, doctoras de su prole, enfermeras del vecino, maestras enseñando a sus hijos, consuelo para las viudas y arregladora del muerto, parteras por haber parido, brujas preparando infusiones y ungüentos, poetas, esposas, amantes, solteras, solteronas, rezanderas, confidentes, barraganas putas y todo lo que se pueda decir y agregar. Cada mujer lleva en su esencia, en su historia y en su cuerpo la historia de cientos de mujeres que le precedieron y que abrieron de una u otra forma el camino para esto que tenemos que es la apertura de la conciencia sin la cual no hay sino vida impuesta, que no es vida. Cada mujer sabe en su interior lo que significa ser mujer, y no andamos señalándonos para ver quién es más honesta o más señora, por aquello de que la que esté libre de pecado que lance la primera piedra, y sabemos que no se lanzará ni un guijarro.

Las mujeres de carne y hueso, es decir con los pies sobre la tierra hemos superado tantos estereotipos, cosas baladíes, diferencias insignificantes que nos importa muy poco eso de que algún acartonado le guste sentir que sus mujeres, las de su nivel o de su casa, son más honestas o más señoras o mas señoritas. No nos importa, sabemos cómo es el asunto, no nos halaga que se nos llame dama, sabemos que eso no es valor alguna, no tiene sustancia. Somos mujeres y punto. Pero tampoco nos hace sufrir si alguien se cree esa mentira de ser más en lo que tenga que ver con ser mujer. Se podrá ser más bella, o más estudiosa, o más talentosa o más trabajadora, o tener más dinero o posibilidades, pero esa pendejada de que nosotras nos engañemos con ser más honestas, más dignas, más damas o menos putas, esas no son expresiones de mujeres, no hablamos de eso, no nos referimos a nosotras mismas de esa forma, esas son cosa de machos, de hombres acomplejados que creen que sus hermanas y madres son honestas y no así las del vecindario. Las mujeres no hablamos de eso. No nos comparamos de esa forma, porque en el fondo sabemos que todas compartimos esa cosa telúrica que significa ser mujer y si en particular no vemos ningún misterio o cosa peculiar de ser señalada, sabemos que si lo tenía la abuela o aquella tía, o aquella hermana beata, aquella amiga del alma.

Así pues señor Morón agarre otro tema para hablar de Manuela, que a las mujeres no nos gusta que se nombre la soga en la casa del ahorcado y de ninguna manera íbamos a salir por allí pregonando nuestra honestidad y dignidad y la falta de esas características en esa generala, que fue la Manuela, amante, niña, señora, señorita, prostituta, vieja y abandonada pero ante todo Mujer para ese genio de la Libertad que fue Bolívar, y que algunos historiadores venezolanos a medida que pasan los años se le abren las costuras y dejan ver la poca ciencia y la mucha envidia.

El Libertador y La Generala han debido tener momentos íntimos maravillosos, siempre se ha tenido esa fantasía. Ahora después de este escrito insidioso, en el cual se pretende hacer ver como defecto tanto la virilidad de Bolívar como la sensualidad de Manuela, pienso que Morón ha leído más cosas en esos empolvados papeles de la historia, una mente pacata puede esconder y reservarse aspectos que considere chocan con los conceptos de decencia que le dictan su proceder. Me recreo imaginando lo que está escondido, lo que no nos revela, y que podrían hacernos ver momentos apasionados no ya maravillosos sino de Gloria.

Me deleitaría saber más de nuestra hermana barragana Manuela, no importa que escondan nada o que traten de lapidarla con las piedras que pueden ser las palabras de los machos académicos, no importa; como mujer puedo imaginarlo, no interesa el uso deshilachado que han hecho de la historia; necesitamos como mujeres salirnos de los corrales académicos y soltar las ataduras intelectuales y simbólicas impuestas por los controladores del viejo orden político. Como mujeres hagamos nuestro trabajo creativo y generador de libertad, el patriarcado ya no le sirve ni al mismo autor de esta declaración, pretendido sarcasmo, que no pasa de ser un chisme de macho.


marujaromeroyepez@gmail.com



Esta nota ha sido leída aproximadamente 2718 veces.



Maruja Romero Yépez


Visite el perfil de Maruja Romero Yépez para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: