Capriles hace "miau" y los medios dicen que "ruge"

La actitud de muchos analistas y periodistas opositores con respecto a la candidatura de Capriles Radonski evoca esas caricaturas en las que un gatico mimoso se contempla en un espejo y cree ver un fiero y melenudo león. De esa imagen también hay una -más cruel aún- en la que un señor medio calvo, retaco y panzón (gente como uno, pues) se está afeitando y ve a Brad Pitt. Autoengaño, le dicen.

En este caso vendría a ser una especie de autoengaño ampliado, colectivo, un consenso para meterse cobas, una mesa unitaria cuyo único gran acuerdo consiste en negar la realidad. ¡Vaya!, una verdadera mina para estudiantes de psicología sin tema de tesis.

Claro que, hilando fino, tal vez no sea autoengaño nada, sino mero engaño. Quizá la mayoría de esos analistas y periodistas están claros en qué es y –sobre todo- qué no es el candidato. Saben que no es un majestuoso felino de las sabanas africanas, sino un gato casero de clase media, al estilo de los dibujos animados Tom o Silvestre, animalitos malvados y ociosos a quienes, por cierto, todo siempre les sale al revés.

Muchos de esos periodistas y analistas, de seguro, cuando salen de las redacciones o de los programas de opinión en los que disertan sesudamente, se meten en el primer bar que encuentren a mano a reírse cínicamente de sus propias interpretaciones destinadas a incautos y desesperados o a quejarse amargamente y destrozar sin piedad al minino que posa frente al espejo.

Lo cierto es que públicamente funciona como autoengaño. El candidato hace miau y los periódicos reportan un rugido ante el cual –según los analistas- el comandante Chávez se chorrea y sus lugartenientes huyen despavoridos, como las gacelas en los programas de National Geographic cuando las persigue un tigre de Bengala.

El candidato balbucea un discurso lleno de frases hechas y superficialidades y los autoengañadores reseñan una pieza oratoria concisa y precisa, digna de los anales de la elocuencia. El candidato oculta su programa de gobierno y los periodistas y analistas dicen que discute su propuesta de país casa por casa, viejita por viejita. El candidato realiza una caminata de diez kilómetros y el coro asegura que los recorrió al paso de Haile Gebrselassie en sus mejores tiempos y, por tanto, proponen mandar su caso al libro de Guinness de records mundiales.

Y, claro, la actitud de los analistas y periodistas es replicada por los seguidores comunes y corrientes del oposicionismo, ávidos de creer que esta vez sí tienen al hombre capaz de derrotar al rrrrégimen. En estos días, un buen señor me soltó, en tono desafiante, que Capriles “dice verdades como catedrales”. ¡Epa!, estudiantes de psicología… ¿dónde están metidos?


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Clodovaldo Hernández


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