Antimilitaristas locos por la “guerra”

La oposición venezolana es antimilitarista. Sus líderes y militantes se pasan la vida denunciando al rrrégimen del teniente-coronel (favor pronunciar este rango con sumo desprecio) y usan metáforas del estilo “la bota opresora del tirano”. Pero, basta que se arme una invasión contra algún país aterrorizado (perdón, quise decir “terrorista”) para que quede demostrado que el antimilitarismo opositor se desvanece si las botas en cuestión son estadounidenses, “otánicas” o israelíes.

En estos casos, el opositor promedio se torna idólatra de las artes consumadamente mortíferas de las potencias bélicas. Cual integrantes del club de fan de un cantante, varones y hembras caen postrados ante la supremacía tecnológica de “los aliados” -un nombre que tiene muy buena prensa- y su sobresaliente capacidad para asesinar y destruir en nombre de la paz, desde luego.

Las conversaciones más raras son las de los antimilitaristas del subgénero gerencial yuppie. Desde el gym en la mañanita del lunes hasta los tragos de la rumba del viernes, los diálogos giran en torno a las alucinantes prestaciones del submarino nuclear Providence; el poder de fuego de los aviones ingleses Tornado y Tifón y la precisión quirúrgica de los misiles Crucero, lanzados desde el Mediterráneo, sin peligro alguno para los muchachos buenos de la película.

El síndrome del antimilitarista trocado en filomilitarista también afecta a renombrados analistas internacionales. Los mismos que hace nada criticaban al rrrrégimen tenientecoronelesco por comprar cazas y helicópteros rusos (carrera armamentista, dijeron), ahora se anotan en una de adoración a los símbolos del poderío castrense. Algunos hasta hacen trivias del tipo: ¿Se puede comparar el portaaviones francés Charles De Gaulle con cualquiera de sus equivalentes de la clase Nimitz de EEUU o los galos tienen que conformarse con ser equiparados a los de la obsoleta clase Midway?

En los medios de comunicación opositores -muy antimilitaristas ellos- se ha producido un brote de furor por lo marcial. La veneración por las fuerzas armadas del Eje del Bien los lleva a la apología de la llamada “guerra”. Algunos colegas, regularmente muy críticos de la bota opresora, se sienten fascinados incluso por el nombre de la operación. “Odisea del amanecer… ¡qué poético!”, exclamó una doña… aunque, a decir verdad, a ella también le gustó el muy zafio “Plomo fundido”.

¿Retornarán nuestros radicales civilistas a sus ideas de antes? Claro que sí, que nadie se angustie. Esperen a que vean el desfile de los tanques rusos sobre el pavimento reforzado de Los Próceres y ¡zas! volverán a ser tan antimilitaristas que tal vez hasta se declaren en huelga de hambre.


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Clodovaldo Hernández / CiudadCCS


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