Con motivo de los 50 años de revolución cubana el periódico madrileño El País engrasó sus armas y afinó su puntería. “Después de medio siglo de revolución, la economía de la isla está en bancarrota”. Sí, y también la economía de Estados Unidos y un porcentaje muy alto de las “serias” instituciones financieras, Bancos, Cajas de Ahorro, empresas constructoras y de servicios de la Unión Europea.
Maite Rico
se exprime el cerebro para, en un baile de cifras y estadísticas (tristes
y aburridas), hacernos ver que después de 50 años de Revolución,
Cuba, no es que este mal, sino que en términos económicos está quebrada.
Pero Maite que estás en los cielos, debes saber, que ni los Estados
ni las revoluciones (aunque fracasen) quiebran, ni cierran.
“Los
cubanos viven hoy peor que hace 50 años”
Maite Rico
saca sus informaciones (sin moverse de Madrid que es el lugar en el
que firma la nota) de http://www.aguadadepasajeros.bravepages.com/cubahistoria/estadisticas_de_cuba.htm Datos y estadísticas de
la Cuba Republicana hasta 1958 vs Cuba Comunista desde 1959 a la fecha.
Mal andamos con estos “especialistas” de “prestigiosos” periódicos
(como El País) sacando sus informaciones de Google.
Es discurso
mentiroso el de las estadísticas y los cuentos del camino, propio de
aquellos que mal acostumbrados a vivir en libertad echan de menos la
“seguridad” y el “bienestar” de sistemas políticos pasados
autoritarios. El discurso es reiterativo, comparar una misma sociedad
que duplicó y triplicó su población y es arrastrada por la situación
de proteccionismo mundial y las barreras al libre comercio que le impide
dar a su población todos los bienes que quisiera. Cuba apenas sobrepasaba
los 6 millones de habitantes en 1959 y hoy tiene más de 11 millones
en un territorio exigüo, montañoso y poco apto para la agricultura
y la ganadería extensiva debido a la climatología y otros factores.
Son históricos
los esfuerzos de países como Dominicana, Cuba y Venezuela en atraer
población inmigrante europea, principalmente canarios, gallegos y portugueses,
para reactivar la agricultura de sus respectivos países. La pobreza
del suelo (la yuca por ejemplo nace en térrenos poco fértiles y es
común en los tres países) y las extensiones dedicadas al tabaco y
otros productos con más valor añadido (en su momento la caña de azúcar
o el cacao) determinaron la escasez de determinados productos básicos
para la alimentación.
El bienestar
en la Unión Europea y en Estados Unidos no es obra de la “libertad”
que reiteradamente dictamina Maite Rico como inexistente en Cuba, sino
de muchos de los principios que se critican del sistema cubano. En primer
lugar la centralización de las políticas agrarias comunes de la Unión
Europea (llevadas a cabo, paradójicamente, por Comisarios). La existencia
de políticas de subvenciones y el férreo control a las importaciones
(proteccionismo) de productos llegados de terceros países, impide que
países como Cuba puedan exportar excedentes de azúcar, aunque sí
pueden exportar mano de obra cualificada, como médicos, que tienen
las puertas abiertas de la Unión Europea. No es un capricho que Cuba
exporte médicos, maestros o monitores deportivos y deportistas (a los
cuales el Estado español y la Unión Europea acepta agradecidamente
pese a ser “programados” por una dictadura), estas “mercancías”
son las únicas que hoy le permiten exportar, Maite Rico lo sabe, o
no lo sabe, o debería saberlo.
Dentro de la
Organización Mundial de Comercio (Ronda de Uruguay 1986-1994) quedaron
fuera los productos agrícolas y las materias primas, es decir, la totalidad
de los productos que exportan los llamados países en vías de desarrollo.
La paradoja
es que un litro de leche o una libra de mantequilla danesa o irlandesa
es más barata que un litro de leche o una libra de mantequilla cubana
o venezolana. La razón no hay que buscarla en la alta productividad
de irlandeses o daneses (que ganan infinitamente más que un trabajador
cubano o venezolano) sino en la política de subsidios y de mantenimiento
de precios artificial que condena a la desaparición a los productores
cubanos, venezolanos o de cualquier país del Tercer Mundo por tener
que producir y vender sus productos a precios reales, superiores a los
subvencionados en el extranjero.
A este rosario
de maravillas de la libertad de mercado debemos añadirle el proteccionismo
estadounidense a sus productos agrícolas y el bloqueo comercial que
hace que en Cuba montarse en un autobús o conseguir hojas blancas para
hacer un escrito sea algo revolucionario.
Las críticas
a la realidad cubana quedan ridículas cuando comparamos la realidad
cubana a la realidad latinoamericana. Excusas de mal pagador son aquellas
que dicen que ya Cuba en 1958 era un país sobresaliente en la esfera
latinoamericana.
Ni la educación
ni la medicina eran universales en la Cuba de 1958, aunque si lo eran
la prostitución1, la corrupción, el analfabetismo y el
juego. Muchos reducen la Cuba prerevolucionaria a La Habana, el resto
como dicen por ahí, “monte y culebra”.
En la misma
página de El País acompañando el libelo de Maite Rico, Antonio
José Ponte, en una columna titulada El
mayor logro de 50 años asegura: “Así, los dos renglones más
socorridos de la gestión revolucionaria se muestran objetables apenas
se les examina. La sanidad atiende a gente mal alimentada por una catastrófica
agricultura. Las aulas preparan jóvenes para la frustración o el exilio”.
Para terminar diciendo que el mayor logro de la revolución cubana en
estos 50 años ha sido su “aparato represivo”.
De más está
decir que en Cuba hay infinidad de problemas de suministro de alimentos,
de transporte y de consumo, son reais y no invento de Maite Rico o José
Ponte. Que muchos de ellos se deben a la poca capacidad de algunos
de sus dirigentes, pero está poca capacidad es infinitamente inferior
si la comparamos con la situación humanitaria del mundo en el que 2/3
partes de la Humanidad tiene problemas para alimentarse, beber, para
no ser asesinados por la delincuencia o para no morir en la calle por
falta de asistencia médica o de dinero para pagarla.
Sin duda que
el mayor logro de la revolución cubana en estos 50 años es que es
el único país de Latinoamérica en el que la vida humana tiene una
dignidad que aún está negada en el resto, y solo por eso, los 50 años
están justificados.
El empleo de
estadísticas, argumentos pobres, para justificar determinados hechos
históricos o políticos actuales me trae a la memoria un articulo en
el que estadísticamente se reflejaban datos de cómo hubiese sido la
evolución económica y de bienestar de Irlanda de no haberse independizado
de la Gran Bretaña. La conclusión (los hechos desmostrarían después
lo contrario con el despegue económico irlandés) era que Irlanda
había perdido más, en bienestar humano y económico, que ganado al
separarse de la Gran Bretaña, aunque el articulista añadía que solo
una cosa hubiese perdido al gozar de las “bondades” económicas
de la Gran Bretaña: la libertad.
Pero eso no
va a aparecer en ninguna nota de El País porque no es cuantificable.