La CIA dura contra la SIP

A la CIA, igual que al agente 007, no le gusta andar reparando carro viejo; simplemente lo cambia, por lo general antes de cumplir el año de uso, como solía hacerlo el nuevorriquismo vernáculo en tiempos de la Gran Venezuela, cuando el norte no era ninguna quimera, sobre todo Miami.

La central de la inteligencia americana hace con sus agentes y agencias lo mismo que James Bond y los ex sindicalistas adecos con sus carros: los desecha cuando empiezan a volverse incómodos. Bin Laden fue el espía que vino del cielo cuando enfrentó a los soviéticos en Afganistán. Saddam Hussein fue su hombre en Bagdad mientras enfrentó a los Ayatolas de Irán.

Bin Laden hubo de esfumarse en las agrestes montañas afganas perseguido “como un perro” por la CIA. La Central de Inteligencia Americana, soga mediante de su títere de turno en Irak, llevó a la horca al Hussein que se le volvió díscolo. Ya no era “nuestro hijo de perra”, como bautizaron a uno de los suyos en Nicaragua, el viejo Anastasio Somoza, déspota y cipayo en la tierra de Rubén.

Así es la CIA, melosa e ingrata con sus fichas. Un inspirado filósofo catatúmbico diría que se trata de un Frankestein filicida, una burusa que mezcla las aberraciones científico técnicas, los arrebatos freudianos y la tragedia griega. La CIA, como la mafia, no gusta de dejar free lances a sus espaldas, tipos como esos yuppies venezolanos que en su decadencia gustaban alardear con eso de “trabajo por mi cuenta”. ¿Por tu cuenta? ¿Y a cuenta de qué?

Tal parece que la macartista y muy guerra fría Sociedad Interamericana de Prensa se le está haciendo, si no incómoda, por lo menos inútil a la Central de Inteligencia Americana (CIA, por sus siglas en inglés, como gustan de repetir sus medios afiliados y “canales aliados”). Al menos, así se percibió en la última reunión de medio año (y medio pelo) que la central empresarial de dueños de medios acaba de realizar en Caracas, casi sin pena y sin las viejas glorias de la bipolaridad Este & Oeste. ¡Qué tiempos aquellos!

En uno de esos breves, densos y sabrosos artículos que uno desearía haber escrito y que no vacilaría en calzar con su firma, Roberto Hernández Montoya escribe el responso de esta decadencia. Bajo el título “Terrorismo unánime”, devela el epitafio de una corporación y una época:

“La reunión de la SIP en Caracas la semana pasada –sentencia Roberto- fue un fracaso huracanado. Primero porque siempre es muy antipático que un racimo de ricachones se reúna a alardear de su demasía, por más lector arrastrado de ¡Hola! que uno sea. Y sobre todo porque a pocos metros se le instaló un encuentro contra ellos que les rompió la ilusión de unanimidad. El contraste era patético, mientras ellos denunciaban que el sistema educativo venezolano se propone formar lectores críticos y demás bobolongadas, en el Celarg, a pocos metros, destellaban la inteligencia, la cultura, el humor y la lucidez. No sé, de repente la CIA decide acabar con su SIP, como acostumbran con sus agentes desenmascarados”.

El lugar común remataría la cita con la exclamación “¡sin desperdicios!”, pero antes debo aclarar que cuando, líneas arriba, llamo “corporación” a la SIP, me estoy ajustando a la figura que emplearon sus afiliados cuando la inscribieron y registraron (como tal) en el estado norteamericano de Delaware. Todo, para evadir y colocarse al margen de cualquier legislación latinoamericana, no ve.

La SIP siempre realizó sus convenciones sin contraparte, o sea, feliz y unánime, para decirlo con Roberto. Caracas, una presa que tenía por fácil, le salió respondona y le aguó la fiesta. Decepcionar a la CIA debe tener de muerte a sus directivos (los de la SIP) y, según la experiencia, no les falta razones ni motivos.


P.S: Roberto Hernández Montoya emplea (creo que por primera vez en lengua castellana) el neologismo “bobolongada”. Para evitar confusión y desconcierto lingüístico entre sus lectores foráneos (que los tiene, y hasta en Japón), hemos de aclarar que se trata de un derivado del despectivo “bobolongo” (como cantinflada, según el DRAE, viene de Cantinflas). Despectivo éste que se le debe a la desaforada inventiva del filólogo del Batey, Teodoro Petkoff, de acuerdo con investigación post doctoral del otro Roberto, a quien mientan Malaver, allende los mares ñeros.

earlejh@hotmail.com





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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

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