Antonio Pasquali, la comunicación cercenada y la TV-basura

Antonio Pasquali es uno de esos intelectuales a quienes admiramos durante mucho tiempo por la acuciosidad y la entrega que tenía en el manejo del tema comunicacional. Muchos de sus libros pasaron por nuestras manos para tener un conocimiento màs amplio. De uno de sus libros, titulado “Bienvenido Global Village” y publicado por Monte Avila en 1998 voy a extraer valiosos comentarios textuales, para ubicar el problema de los medios en la actualidad en la década pasada y que se ha agudizado por el proceso de transformaciones que atraviesa Venezuela, precisamente desde 1998. Traigo a colación a este autor, por cuanto él (al igual que Marta Colomina, cuando era de Rivera) se caracterizó por ser un férreo crítico con argumentos e investigaciones, del enorme daño y las tergiversaciones que introducen en la sociedad los medios de comunicación de masas. Pero que hoy, en medio de esta vorágine político-social, o de la Revolución Bolivariana, se ha convertido en un acérrimo cuestionador de todo lo que haga el gobierno, personalizando en Chávez cualquier desvarío o conducta que Pasquali considera alejada de un deber ser que está hoy en su mente afiebrada. Le recomiendo a él y a la “intelectualidad” venezolana, la lectura del libro de Néstor Francia “Antichavismo y estupidez ilustrada”, para que encuentren la razón de su transformación de un revolucionario de los sesenta a un derechista de los dos mil.

Pero, el fin de este artículo es colocar algunas de las afirmaciones de Pasquali en el libro que antes referí para recordarle a él y recordarnos a todos lo que son estos medios que hoy él defiende con ahínco (al igual que Marta). De tal manera que hace apenas 9 años, este autor, luego de sus múltiples investigaciones, expresaba criterios como los siguientes:

“¿Cómo definir la enfermedad nacional necesitada de terapia? Desde nuestro punto de vista moral, no excluyente, en los siguientes términos: enfermedad de convivencia, excesiva instrumentalización del prójimo, extraordinaria desagregación seudopersonalista del ciudadano, facilitadota de manipulación y de explotación de la sociedad civil. Todo esto impuesto a una sociedad de raigambre latina, espontáneamente socializante y solidaria, por obra de diferentes agentes: gobiernos, fuerzas políticas, corporaciones, vendedores, confesiones, modas importadas…, y conversión instrumental de dicho prójimo en medio para la obtención de fines particulares o seudosociales”. Luego agregarìa: “una Venezuela sana que ya no soporta mas que millones de compatriotas…postrándose de noche ante un televisor que les llena el alma de mugre…y todo este infierno, en medio de los hosannas oficiales a las agendas salvadoras (agenda Venezuela), con una exizquierda en el poder, olvidada de los pobres y subastando al paìs…” pgs. 50 y 52. (imagino que este comentario se refiere a los ministros del MAS de Caldera: Teodoro, Pompeyo y Leopoldo Pucchi).

Sigue Pasquali: “En términos culturales y socioeducativos, los grandes concesionarios de la TV no han podido hacerlo peor, suscitando la queja permanente de los diferentes sectores del país. La indefensa niñez es, obviamente, la víctima principal de una TV cuyos contenidos han sido calificados con epítetos que van de “basura” a “putrefacción”. Por su enorme poder de penetración y creación de imagen, la TV comercial ha llegado a convertirse también en el principal forjador de opinión pública, negociando con el país político favores y silencios a cambio de pantalla. Las frecuencias se han concedido siempre con criterios clientelares, con un estado débil y cómplice, víctima del chantaje mediático, que nunca tuvo el valor de optar por la única alternativa válida; fortalecer y recalificar sus propios servicios radioeléctricos. Gobiernos ha habido que han llegado a avalar moralmente los “códigos de ética” de los concesionarios, siempre flagrantemente incumplidos… Sobre la TV hay unanimidad en Venezuela: todos coinciden en reconocer que ella constituye uno de los mayores y mas graves problemas socioculturales del país, al punto que sería inconcebible pensar en un nuevo ciudadano, en un nuevo país, sin incluir un adecentamiento de la influyente radiotelevisión, tanto privada como pública”. (Pgs. 69-70).

Mas adelante, Pasquali refiere lo siguiente; “La TV latinoamericana ha acumulado un sobrepeso que no tiene paralelo en el mundo, un poder que controla los demás poderes…La imagen del entonces presidente Carlos Andrés Pérez dirigiéndose por televisión al país desde el bunker de una estación comercial caraqueña (cuando el pronunciamiento del 4 de febrero) fue el patético y casi perfecto símbolo de una connivencia entre medios y gobiernos que pervirtió en muchos países de América Latina las reglas del juego democrático”. Y luego este autor cita una declaración de Henry Ramos Allup, quien, en un arranque de lucidez expresó el 6 de octubre de 1993: “en Venezuela no se manda ni en el Ejecutivo ni en el Legislativo, ni en Fedecámaras ni en la CTV. Aquí se manda a través de los medios de comunicación social. Para nadie es un secreto que la reforma de la Constitución la derrotaron en 1992 los principales medios de comunicación social, impresos o radioeléctricos”(pg.245)

E insiste Pasquali en sus mordaces análisis cuando expresa: “Todos los parámetros de análisis muestran en Venezuela un empeoramiento en la calidad e instrumentalización publicitara del mensaje televisivo y una escalada incesante a la dependencia y unidimensionalidad programática, al sensacionalismo y a la telebasura. El país entero está harto de esa televisión, de la confiscación antidemocrática del medio, de las luchas casi gangsteriles entre canales comerciales, de la indecencia de la programación general y particularmente de la infantil, de los risibles y siempre incumplidos códigos de ética que apresuradamente elaboran (y prontísimamente olvidan) los concesionarios para acallar protestas mas fuertes que otras, de ser chantajeados en nombre de la libertad de expresión (la de los emisores)” (pg. 250)

Como colofón de lo anterior Pasquali plantea que casi todos los sectores organizados en América Latina se han opuesto a los procesos de cambio de manera abierta o solapada, así: “el concesionario privado (nótese que siempre los ha llamado CONCESIONARIOS y no dueños de medios) por defender con medios lícitos e ilícitos sus privilegios económico-políticos de emisor privilegiado; los gobiernos por temor a alterar su frágil modus vivendi con los grandes fabricantes de opinión pública; el poder legislativo por la misma razón y además por politiquería…las iglesias por su poco evangélica propensión a no aliarse con portavoces de una moral laica y no-confesional que lucha por algún cambio en las comunicaciones; la educación superior, por andar enfrascada en el lavado y limpieza de su imagen contestataria de los años 60” (pg. 251).

Luego de hacer toda una serie de planteamientos de cómo debe ser la TV que queremos, planteando que el Estado debe intervenir para hacer una TV de servicio público, democrática, participativa y, aún cuando para entonces (1998) pensaba que eso era algo utópico, Pasquali expresa: “Puesto que no hay diálogo ni renegociación posible entre un interlocutor prepotente y otro impotente, corrupto o cómplice (así pudieran definirse, grosso modo, las relaciones actuales entre los concesionarios privados y el sector gubernamental), este último debe ir a la renegociación de las concesiones tras haber dado vida A UN GRAN SERVICIO PÚBLICO DE RADIOTELEVISISÓN, capaz de demostrar rápidamente que una nueva calidad y un nuevo respeto hacia el usuario eran posibles. Un Estado incapaz de regular las comunicaciones sociales en bien de todos sí es un Estado verdaderamente demodé que cede a terceros, creando desigualdades y privilegios, una parte esencial de su poder y desbalanceando los delicados mecanismos de formación de opinión pública, lo que a fortiori lo vuelve incapaz de asegurar la democracia política”. (pg. 268).

Y para finalizar. Pasquali hizo la siguiente advertencia, que se está cumpliendo en la actualidad con los llamados de la ultraderecha y los concesionarios de RCTV: “Reacción previsible de escépticos, integrados, cínicos y posmos a las proposiciones precedentes; estas ideas, además de jurásicas, son románticas e inaplicables a concretas e irreformables situaciones en que se seguirá peculando, cabildeando y ejerciendo el nepotismo. La TV privada volverá a hacer arder el país ante la perspectiva de perder uno sólo de sus privilegios o de sus dólares”. (pg. 265)

Sólo que ante un pueblo consciente eso no ocurrirá amigo Pasquali. El país no va a arder, sino que amanecerá el 28 de mayo con la TV de servicio público que ud. Soñó y que el Presidente de la República, del cual ud. Despotrica cada vez que puede, está impulsando sin dudar ni un momento.

cecilperez@ucla.edu.ve


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Cécil Gerardo Pérez


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