Cuenta la fábula, que había un personaje llamado Narciso a quien una diosa le había producido un castigo, proporcionándole una gran sed. Continúa la leyenda que, Narciso se detuvo al frente de un riachuelo para saciase, de pronto, vio su imagen reflejada en el agua, de tal forma que quedó admirado, muriendo de inanición. Asimismo, el mito relata que se asfixió, sumergiéndose en el vital líquido, pretendiendo reunirse con su amado reflejo. Se menciona que en el lugar donde murió ahogado, surgió una flor. Según la ficción, todo esto fue un acto de venganza de parte de una Ninfa a quien Narciso no le había correspondido amorosamente. Este capullo, hoy día, es símbolo del egoísmo y la vanidad. Las ciencias naturales le atribuyen cualidades hermosas, en forma de trompeta, que crecen espontáneamente en terrenos rocosos, prados y bosques, especialmente en Europa Occidental. Un amor frustrado, no comprendido por Narciso.
Al igual que el personaje del cuento, Críspulo se levanta con la tecnología celular; lo primero que hace es poner el dedo sobre la pantallita y tomarse, eso que llaman, un selfie; para posteriormente, empezar a reenviarlo, vertiginosamente, a todos sus familiares, amistades y amigos, para que vean que amaneció bien, aunque se encuentre desgreñado, incluso, sin lavarse la cara. Como necesita ir al baño, para realizar alguna descarga biológica y a realizarse el aseo individual, no deja el aparato digital. En un rinconcito, lo acomoda, lo coloca sobre una repisita, y hasta muestra, en su narcisismo, la marca del jabón con que se ducha. Con esto, comienza ese peregrinaje, diario, de exhibición, consigo mismo, en cada una de las faenas o las actividades que le cubrirán el día. Consuetudinariamente, va almacenando grandes cantidades de imágenes que fluyen por el canal de las redes sociales como el ferrocarril que serpentea sobre los rieles incólumes y taciturnos.
Críspulo se enloda en el cristal de su egocentrismo, difundiendo publicaciones donde él se da el mérito de ser el centro de atención. No hay una imagen o una situación que la desaproveche, poniéndola de primera instancia en sus espejos que fluyen a cada hora, a cada rato, sin darse tiempo de examinarse y de autoreflexionar. No es pecado difundir alguna presentación o un hecho relevante, de vez en cuando, en estas redes sociales, no obstante, Críspulo se pasa –como dirían los jóvenes en la actualidad-. De noche, de madrugada, en las tardes, en cada recoveco, tiene que demostrar todo lo que hace; hasta la marca de los cubiertos con que come tiene que ser exhibido. Todo el mundo tiene que saber los intríngulis de su vida privada, porque sino puede sobrevenirle un síndrome de abstinencia con los síntomas de no poder conceder un espacio, dentro de la malla social, para alardear de sus cualidades, que muchas veces caen en lo frívolo, en lo insustancial.
Ya bajando el telón, la Gran Enciclopedia Ilustrada (Círculo de lectores, 1994:2907), define el narcisismo, así: "Amor excesivo a uno mismo. El término alude al mito griego de Narciso, que, habiendo percibido un día su imagen en el agua de una fuente, se enamoró de sí mismo. El estado narcisista es primitivo; es aquel en que el niño pequeño aún no se ha diferenciado claramente del mundo exterior. Para Freud, el narcisismo es en complemento ‘libidinal’ del egocentrismo humano". Encuentra su caldo de cultivo, a través de un público anónimo que, como personas hipnotizadas contribuyen a realzar al Narciso digital, y tratándolo como un rey ungido, aquél se hace más invulnerable a la seducción puesta de manifiesto por el universo con quien mantiene contactos afectivos. Críspulo se contextualiza dentro de su espectro, haciéndose ver como una persona carente de necesidad y aprecio, reflejando su narcisismo en las redes sociales, entre otras cosas.
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