Comunicación y Revolución

No hay proyecto político sin estrategia de comunicación. No hay proyecto de comunicación, sin estrategia política.

¿Qué viene primero? Como siempre, se trata de una interrelación permanente entre ambos términos. Como nunca, en este caso hay sí un factor que ocupa el primer lugar: la estrategia política.

En el marco del Congreso Internacional de Comunicación, citado por el Psuv (Partido Socialista Unido de Venezuela), cabe recordar el valor que el comandante Hugo Chávez le daba a la comunicación, entendida como educación de las masas frente a la realidad del mecanismo capitalista y las diferentes exigencias tácticas en la lucha contra éste. Tal vez no es tan conocido, al menos fuera de Venezuela, el hecho de que él, el gran comunicador, puso siempre primero la estrategia y su soporte insoslayable: la organización.

Cabe entonces agregar: sin organización no hay estrategia política exitosa y mucho menos proyecto comunicacional consistente.

Dada la situación del mundo, y en particular la prueba de fuerzas en curso ahora mismo en América Latina, urge articular una contraofensiva exitosa a la embestida del capital internacional contra todo y cualquier intento de romper los lazos de sujeción a la economía imperialista. La primera condición será definir, siquiera en sus trazos más gruesos, una estrategia política.

Estamos en las vísperas de un año en el que el mundo altamente desarrollado ingresará en un nuevo período recesivo, con altas probabilidades de que se produzca otro colapso financiero internacional, más severo aún que el ocurrido en 2008 y que golpeará a todo el sistema. El capital redoblará su ofensiva contra las masas, en cualquier punto del planeta y al margen del gobierno de que se trate en cada país. No es la crisis de un modelo, sino del sistema y a escala mundial.

La estrategia política ha de estar apuntada, por tanto, a la abolición de sistema de producción que lleva en su desarrollo lógico a la centralización de la riqueza, la multiplicación de la pobreza, la crisis, la guerra.

Desde allí, es necesario poner en movimiento cientos de engranajes de un mecanismo conceptualmente denominado frente antimperialista. Esa es la clave para vencer un enemigo tan poderoso. La condición para que un frente antimperialista no se convierta en un chaleco de fuerza, que desvía y al cabo impide el desarrollo de la estrategia anticapitalista, ha de ser la hegemonía, constantemente acrecida, de la perspectiva de la revolución frente a la concepción y la acción reformistas.

En esta batalla crucial no cabe limitarse a criticar a los medios del sistema. Es preciso, desde luego, condenarlos por ocultar, mentir, tergiversar. Pero sería absurdo acusarlos porque hacen bien su trabajo. Por ejemplo, cuando imponen conceptos como modelo o neoliberalismo, para escamotear la noción de sistema y ocultar que la agonía es del capitalismo. Ellos hacen su trabajo. Y aunque cada día el periodismo burgués es de peor calidad, es preciso reconocer que lo hacen bien.

¿Hacemos bien el nuestro? Seguramente sí, en gran medida. Pero no en la magnitud exigida por la furiosa agresión del enemigo.

No se trata de que tal o cual persona o medio alternativo sea mejor o peor. Se trata de que no tenemos, como conjunto, las otras dos columnas imprescindibles para un proyecto de comunicación exitoso. ¿Por qué años atrás el capital pudo confundir a grandes franjas de la juventud y el proletariado brasileños? ¿Por qué pudo imponerse una maniobra vil como la del presidente de Ecuador? Podríamos multiplicar esos por qué. Abarcan todo el hemisferio. Y prueban que las corrientes involucradas en la transformación social no tuvimos un desempeño eficiente para educar, esclarecer, enfrentar y vencer las falsas ideas vehiculizadas por los grandes medios del capital.

Es el caso de recordar, en estos graves momentos, que Chávez hizo enormes esfuerzos por poner en pie una V Internacional. No lo consiguió. Pero las causas que lo llevaron a esa osada propuesta estratégica siguen vigentes y están ahora a la vista. Quienes se opusieron a ella no son confiables para definir hoy el camino a seguir.

Está probado: no hay comunicación exitosa sin estrategia política adecuada para enfrentar y vencer a las clases dominantes. Y esto remite a un concepto repetido, aunque no siempre asumido: sin teoría revolucionaria no hay acción revolucionaria.

A la hora de actualizar el pensamiento científico para la transformación social y aplicarlo con eficiencia a la fase más difícil de la lucha de clases en América Latina, es conveniente tomar cuidado de hablistas profesionales. Ya no hay tiempo para otro ensayo capitalista adornado con alguna frase progresista.

La Casa Blanca ha puesta en marcha el Tiar (Tratado interamericano de asistencia recíproca), para acorralar y eventualmente invadir Venezuela. El continente afronta una coyuntura dramática. En el exiguo espacio existente entre buscar aliados con mayor o menor grado de progresismo o someterse a la estrategia del bloque socialdemócrata-socialcristiano, está la brújula de la victoria.



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Luis Bilbao

Escritor. Director de la revista América XXI

 luisbilbao@fibertel.com.ar      @BilbaoL

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