El temor de Zapatero

La ampliación de la ayuda de 420 euros a los parados sin prestaciones (apenas 1,3 millones de euros frete a los 340.000 millones en ayudas a la banca) pone en evidencia la desesperada necesidad del gobierno español de abrir espitas que alivien la presión social e impidan una explosión de movilizaciones obreras en las calles de todo el Estado. En el mismo sentido se dirige su estrategia de hacer concesiones a la izquierda parlamentaria española cara a la aprobación de los Presupuestos de 2010, frente a su natural tendencia a pactarlos primero con la derecha catalana y vasca (que además le garantizaría un mayor apoyo en el Congreso y el Senado).

La puesta en escena de una negociación con las cúpulas de UGT y CCOO camina en la misma dirección. Amén de mantener las millonarias subvenciones a estas centrales, el gobierno español quiere mejorar la imagen de las direcciones de ambas centrales como “conseguidoras” de algo, frente al deterioro que sufren a ojos de la mayoría de los trabajadores que contemplan asqueados su insistente negativa a las movilizaciones a pesar del brutal aumento del número de parados.

Consolidar a esas cúpulas burocráticas es esencial para mantener a toda costa una “paz social” que amordace a la clase obrera e impida las movilizaciones. Sobre todo cuando entre las propias filas de ambas centrales sindicales, y en especial de CCOO, el descontento es creciente por la presión de las bases, y va creciendo a medida que la crisis se agrava. nada que ver, desde luego, con la imagen monolítica que se transmite de ellas.

Pese a toda su propaganda sobre “brotes verdes” y “signos de recuperación”, el gobierno español es conciente que lo peor está aún por venir. En esa coyuntura, los temores de Zapatero no vienen de una derecha desquiciada y sin alternativas (al menos, sin otra que no sea mantener intocado e intocable el capitalismo español). El auténtico miedo del gobierno es que la inmensa mayoría de asalariados salga del letargo generalizado, cuestione su papel de “izquierdas” y empiece a exigir cambios sustanciales.

Por otra parte, la crisis debilita a la clase obrera. Un nivel tan elevado de paro la desestructura, obligándola además a aceptar salarios y condiciones laborales a la baja. Y, desde luego, haciendo que sindicarse, reivindicar sus propios derecho o hacer huelgas a pequeña y mediana escala se convierta en un atrevimiento que se pagaría demasiado caro. De una en uno, y con el voraz agujero negro del paro pisándole los talones, a las trabajadoras y los trabajadores no les queda otra que agachar la cabeza y sobrevivir a toda costa.

Pero, a la vez, esa situación crea las condiciones para las movilizaciones a gran escala, para las manifestaciones populares, ya que en la masa callejera no se está bajo la mirada directa de los patrones individuales. Además, los que ya están parados y ven con realismo la obstinada imposibilidad de encontrar empleo, poco tienen que perder en una manifestación.

El problema que se plantea es, entonces, doble. Por una parte, es preciso ganar la batalla de las ideas en el sentido de entender que no podemos dejar nuestro futuro y el de nuestros hijos en manos de las “buenas intenciones” de los políticos burgueses, incluido el PSOE, cuando han demostrado que sólo actúan al servicio de la banca y los grandes capitalistas. Que, al menos, hay que presionarles en la calle para que las condiciones de todos y de cada uno, mejoren.

Y en esa batalla hay que hacer que se extiendan (y se entiendan) reivindicaciones cruciales: la nacionalización de la banca, poniendo sus cuantiosos recursos al servicio del Estado y de la pequeña y mediana empresa, la inversión pública productiva y en infraestructuras, generadora de empleo, y la universalización de una renta básica de supervivencia, que garantice el consumo tirando de la demanda interna (y que, desde luego, vaya mucho más allá que la microayuda de 420 euros durante seis meses).

El otro aspecto del problema es el de crear cauces de convocatoria y participación en las movilizaciones. Es difícil movilizarte si no sabes cuándo y dónde. Para que esto sea posible, seguimos insistiendo en la necesidad inaplazable de una amplia Plataforma contra el Paro y la Crisis, sin vetos a partidos, sin sectarismos, y con un espíritu operativo práctico. Desde luego, ello requiere aparcar, aunque sea parcialmente, la ceguera electoral (política o sindical) y los cálculos estrechos.

El que esto cristalice es lo que teme Zapatero. Pero, y a los hechos nos remitiremos, no sólo Zapatero, sino también quienes se sienten “calentitos” mientras todo siga igual.



(*) Teodoro Santana es miembro del Comité Central del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)


prensa@prcc-canarias.org


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Teodoro Santana


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