El día que nazca América

Las ilusiones sembradas en los surcos del alma comienzan a germinar en el amanecer de los tiempos. Esas miradas resplandecientes recorrieron en cuestión de segundos el territorio virgen y hermoso, que brilla intensamente como el sol del Oriente Próximo. Esa sonrisa hermosa de sus paisajes enamoró y cautivó el corazón de los hijos de esta tierra. Antes de la llegada de Colón, los sueños se adornaban de colores que navegaban en ríos imaginarios y a través de la ventana de la vida se miró el horizonte para pintar los primeros trazos de la patria.

Ver nacer a América no es una ilusión, sino una verdad que palpita en los poros de la piel. Es el único y gran reto que tenemos quienes realmente respiramos el aire de la revolución. Soñamos con ver la patria grande, pero querer consolidar lo que estaba naciendo se hizo sumamente difícil. Los demonios internos comenzaron a conspirar a los pocos días para desviar las corrientes de la solidaridad y el verdadero amor. Se empezó a dudar del corazón noble de nuestro pueblo, inclusive nos vieron sin músculos y con un silbido de garganta quisieron confundirnos.

Después de la llegada apacible y el grito de “¡Tierra, tierra!”, vino la conquista y pronto la masacre para borrar las huellas de la verdadera historia y con ello impedir el nacimiento de América. El discurso del descubrimiento, de las almas nuevas, del encuentro para crecer se truncó en la oscuridad de la noche y antes que llegara el alba, la decisión se había tomado: América no nacerá. Pudo más la sombra del pasado, que al igual que en el mito de las cavernas de Platón, logró vencer la luz del amanecer que ya asomaba sus primeros rayos en el horizonte de la patria soñada.

Los recuerdos turbios y borrascosos se confabularon en la mente de la Pacha Mama y trazaron el silencio para que en el cuarto de la oscuridad reinara la penumbra, pero la promesa hecha allá, donde nace el viento, se volvió una brisa suave que avivaba el fuego de luz incandescente. Y esa luz eterna es la esperanza, es la fuerza que debe impulsarnos cada vez más a mantenernos unidos y no desmayar ni un instante para ver nacer a América. Como una niña, la veremos jugar y crecer con Valentina, Clementina y Josefina del Carmen, nombres de mujer que simbolizan el género femenino, que reproduce la vida.

El día que nazca América, la espada de Bolívar brillará intensamente en los cielos de nuestros países. Será cómo el amanecer de un nuevo día, donde el sol de la libertad y la revolución borraran las sombras del pasado oscuro e impuesto por los malvados, que a través del tiempo inventaron su propia historia. América será nuestra, no será un nombre robado, sino el sueño de nuestros libertadores hecho realidad. No será la “América para los americanos”, frase perversa y vergonzosa que sintetiza la tristemente famosa Doctrina Monroe, con la cual los gringos iniciaron su proceso de imperialismo y colonialismo.

Que el pensamiento emancipador no claudique, ni se nos quiten las ganas de hacer la revolución. Hay que luchar cada día por lo que realmente sentimos y queremos: Ver nacer a América, la patria grande que siempre hemos soñado.


Politólogo

eduardojm51@yahoo.es


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Eduardo Marapacuto*


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