Ni socialismo para ricos, ni magnicidio para Obama

En este preciso instante, Obama va a la cabeza de las encuestas; y no sólo eso, sino que su imagen ha obtenido dimensiones verdaderamente imparables. Especialmente para sus seguidores, muchos de los cuales, gracias a su condición de afro-descendientes, simpatizan o adhieren a sectores político-religiosos como el representado por la organización Nación del Islam, cuyo líder desde los años 80 es el controversial Louis Farrakhan, quien ha sugerido recientemente que Obama es nada más y nada menos que la nueva encarnación del Mesías (http://www.youtube.com/watch?v=OowxMcVTjTE).

Lo cierto es que la crisis financiera, la del "capitalismo y sus infamias", ha ido creciendo en la conciencia de las masas gringas en forma inversamente proporcional al encogimiento que sufre día a día la imagen de John McCain, su emblemático y chapucero defensor, el cual no puede seguir apelando al slogan inicial de su campaña ("mayor experiencia") porque se le vuelve en su contra, responsabilizándolo cada vez más del estado actual desastroso de la economía en que los neo-liberales republicanos como él han dejado al país. La popularidad de Obama, en cambio, se ha ido fortaleciendo en medio del caos financiero mundial, aun cuando objetivamente el candidato demócrata no tenga una varita mágica para solucionarlo, sino apenas unas intenciones "alternativas" que mostrar. Pero para el pueblo estadounidense proletario no hay dudas que en este momento lo importante es "creer", y seguir agrandando a su candidato.

Así, pues, llegamos al punto interesante: esta nueva forma de radicalización del pueblo desfavorecido estadounidense está creando un problema doblemente inoportuno para los republicanos. Doblemente inoportuno, digo, porque se trata no sólo de un problema relativo a la mengua de posibilidades de su triunfo electoral, se trata de un problema peor aun: el de la necesaria anulación de su plan B, que como no es difícil de inferir, no puede ser otro que el asesinato, a lo Kennedy, de Barack Obama. A pesar de las ganas que de ello habrá de tener gran parte del electorado republicano, nada menos viable en estos momentos que un magnicidio en contra de un pueblo que en medio de la crisis comienza a comprender tantas cosas; y que se radicaliza, por ello mismo, cada vez más detrás de su nuevo líder como un rompeolas obstinado, hastiado y dispuesto a todo.

Realmente no hay muchas posibilidades —afortunadamente— de magnicidio para los republicanos (o las fuerzas que los gobiernan): el caos sería tal que el gobierno se vería obligado a mostrarse, de una vez por todas, como lo que realmente es en el fondo, un gobierno ultra-fascista; lo veríamos abyecto desplegando la peor represión militar jamás vista en suelo estadounidense, y tal vez en ninguna otra parte. Cómo quisieran los republicanos tener un segundo planeta.


xavierpad@gmail.com


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Xavier Padilla


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