El Comandante en Jefe: vivo, recordado, querido y presente, como no lo quería el imperialismo

Es parte de la historia de Cuba y del mundo el papel desempeñado por Fidel Castro al frente de los destinos de Cuba, por su modo sui generis de concebir la política, su prédica revolucionaria y las estrategias puestas en práctica para enfrentar los problemas no sólo de su país, sino del resto del planeta. Durante medio siglo, después del triunfo de la Revolución Cubana, amigos y enemigos han puesto sus ojos en esa figura cimera que ha enfrentado los planes imperiales más aviesos de los Estados Unidos con dignidad y victorias asombrosas que no tienen precedente en ninguna época anterior.

Por eso, después de transcurridos casi dos años de su repentina enfermedad, que le obligó a delegar funciones en forma urgente, primero, y luego del proceso de recuperación, hace unos meses, a no aceptar su nominación para el cargo de Presidente del Consejo de Estado, es muy significativo que su figura conserve su plena vigencia como líder máximo de la Revolución Cubana, y que el pueblo le rinda la misma devoción y confianza que en sus días al frente del Estado cubano.

Así lo pudo constatar el pueblo de Cuba y de todo el mundo, a través de los canales de televisión, en las marchas gigantescas que tuvieron lugar en plazas y avenidas de La Habana y de todas las ciudades del país, en ocasión del primero de Mayo. Con sus consignas, pancartas y saludos calurosos, los cubanos homenajearon y reconocieron a Fidel, al Comandante en Jefe, tal como ha ocurrido durante el tiempo de la revolución triunfante. Ha sido un festejo por tenerlo vivo a pesar de su trayectoria heroica de batallas militares riesgosas y de más de 600 intentos y planes de asesinatos organizados o propiciados por los gobiernos de Estados Unidos; por tenerlo presente como un combatiente más de variadas maneras, incluyendo sus orientaciones y alertas desde ese quehacer sistemático que son sus reflexiones; por sentirlo como siempre, recordado y querido, como parte indisoluble del pueblo y de su revolución.

Para cada cubano y los amigos de Cuba, Fidel es sencillamente el Comandante o el Comandante en Jefe, que ha sido un modo, no de verle distante por su cargo y autoridad, sino de acercarle o acercarnos más a la misma trinchera compartida del deber y del honor. Esas dos formas constituyen el reflejo de la familiaridad y el calor sentimental en las relaciones humanas entre Fidel y quienes se han hermanado con él a través de lazos tal vez más fuerte que los de la misma sangre común y que no pueden romperse como los nombramientos.

Al iniciar la lucha guerrillera en la Sierra Maestra, Fidel era el comandante jefe, como líder máximo de la misma en la cual no existía ningún otro comandante. Luego fue otorgando el grado de Comandantes, en forma rigurosa y mediante méritos excepcionales, al Ché, a Raúl, a Almeida y Camilo, entre los primeros. El 3 de mayo de 1958, en los altos de Mompié, en la Sierra Maestra, fue investido con el cargo de Comandante en Jefe de todos los combatientes de la Sierra y del Llano. Y aún hoy conserva por decisión de los cubanos ese título merecido, pues como señaló Raúl el 24 de Febrero del 2008 ante la Asamblea Nacional, “el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana es uno solo. Fidel es Fidel, todos lo sabemos bien, es insustituible y el pueblo continuará su obra cuando ya no esté físicamente, aunque siempre lo estarán sus ideas, que han hecho posible levantar el bastión de dignidad y justicia que nuestro país representa.”

Ante la realidad vivida este primero de Mayo en que el pueblo cubano le demostró su lealtad y cariño, uno tiene que concordar con Martí en su afirmación de que “los hombres que quedan son los que encarnan en sí una idea que combate, o una aspiración destinada al triunfo.” “Los hombres aman a quien los dirige con firmeza y justicia.”

wilkie@sierra.scu.sld.cu



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Wilkie Delgado Correa


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