¿Por quién doblan las campanas?

A mi personalmente no me gusta para nada la muerte del guerrillero colombiano Raúl Reyes. No me gusta ni la forma ni el sitio ni el tiempo en que se dio y menos, mucho menos, la exhibición de su cadáver como un trofeo que muestra a las claras la sevicia que invade la razón de la Seguridad Democrática del presidente Uribe.

La muerte de Reyes llega en momentos en que, como lo dijo la senadora, Piedad Córdoba, la pelota (de la paz) quedaba en campos del gobierno colombiano después de las exitosas liberaciones que a instancias del presidente Chávez había determinado las Farc de sus más importantes rehenes políticos, con excepción de Ingrid. Es decir, si la pelota había quedado en el campo del gobierno nacional, la muerte de Reyes, fue su respuesta.

La baja del guerrillero se produce en territorio ecuatoriano, lo que deja en un punto muy tenso las relaciones de Colombia con ese vecino y pone en guardia al otro vecino, más poderoso y menos dispuesto a dejarse engañar, tanto que por anticipado notifica al presidente Uribe que "ni de vainas vaya a hacer eso mismo por acá porque será tomado como causa de guerra". Y ni se diga del otro vecino en ultramar que poco espera para echársenos encima. Es decir, tenemos serios problemas fronterizos; estamos rodeados de inamistades: al sur con Ecuador, al norte con Nicaragua y al oriente con Venezuela. Realmente estamos llegando (o nos está llevando el Imperio), a un punto de no retorno en esta escalada bélica que deja a Colombia, ya no como el Japón de Suramérica de que hablara el ex presidente López Michelsen, sino en una ruta letal como la de Israel que al parecer tiene licencia para matar pasito, porque la última amonestación verbal que le hace la ONU por sus ataques a la Franja de Gaza es por “excesivos y desproporcionados”; o sea que si no hubiera sido por eso de “excesivos y desproporcionado”, la cosa hubiera resultado hasta bien.

Ni la forma en que fue dado de baja Reyes ni el sitio, como dije, me gustan. Ahora, me parece que el tiempo tampoco era el más propicio. En fuentes diplomáticas de los países que Colombia reconoce como facilitadores del proceso de paz: España, Francia y Suiza, se admite que la muerte de Reyes puede afectar el proceso ya que era el único contacto que tenían con las Farc para avanzar en la búsqueda de esa posibilidad que les encomendó el gobierno del presidente Uribe. Como se dice que la operación fue un éxito gracias a la avanzada tecnología que permitió rastrear el teléfono satelital de Reyes y ubicar el sitio exacto en donde se encontraba, puede uno pensar que se estaba comunicando con ellos y que lo que ha hecho Uribe es matarles el contacto, dejando las comunicaciones de los europeos con las Farc afectada de manera sensible.

¿Sabía el presidente Uribe que la operación se iba a adelantar invadiendo territorio ecuatoriano? ¿Sabía que Reyes era el único contacto con las Farc de los facilitadores internacionales? Es evidente que sí y quizás, por eso, se le vio tan descompuesto en la alocución que siguió a la muerte de Reyes y ese decir: “asumo todas las consecuencias”, era un anticipo de que algo mal se había hecho.

Pero ese… “ asumo todas las consecuencias” no es una expresión democrática. Eso está bien en boca de dictadores, de emperadores, de reyes, de déspotas. Porque, más que un golpe al corazón de las Farc es un golpe al corazón de la paz, a juzgar por ese par de consecuencias inmediatas que dejan su muerte: 1) relaciones extremadamente tensas con los vecinos y 2) Trunco el hilo de Ariadna que guiaba a España, Francia y Suiza por el laberinto de la paz.

Y no es que el presidente Uribe vaya a asumir todas las consecuencias. Es que todas las consecuencias las tenemos que asumir todos los colombianos. Los halcones de la guerra realmente han puesto un punto extremadamente alto y peligroso.

oquinteroefe@yahoo.com




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Octavio Quintero


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