Donald Trump, un emperador para un nuevo imperio

Creo que estamos en una situación muy especial, no vista anteriormente en la historia de la humanidad , como es que Estados Unidos, con su ventaja sistémica puede cubrir casi todo el planeta y tener bajo su influencia directa o indirecta, con empresas, influencia política o bases militares, a la mayor parte de los países obteniendo un aparente control, cuasi-omnipotente, sobre el escenario mundial que refleja una nueva situación socio política que va más allá que el sistema capitalista, categoría con la cual nos hemos acostumbrado a interpretar el mundo. De ser así que Estados Unidos está ejerciendo una dominación como estado total, evolucionando más lejos de la proporcionada por el sistema y hay que entenderlo como una nueva situación con sus propias manifestaciones y leyes de funcionamiento.

Estaríamos en presencia de un verdadero imperio, con algunas características modernas, pero siguiendo los mismos principios que otros imperios que existieron en la historia. Estos son elementos que es necesario considerar para entender y analizar las actuales tendencias y manifestaciones políticas y militares que hoy se manifiestan internacionalmente, pues los viejos discursos de creación de estados nacionales y del estado liberal estarían superados en sus manifestaciones políticas y sociales, siendo una de ellas que para los Estados Unidos ya no le es necesaria la democracia y podría funcionar mejor con un "emperador", el Emperador Trump, que como forma de gobierno reflejaría mejor los intereses de la burguesía norteamericana principalmente, que continua siendo la clase explotadora dominante.

Una situación como la descrita explicaría fácilmente la forma de gobernar actual de Donald Trump, que entre otras cosas hace caso omiso de leyes nacionales, normativas internacionales e inclusive de expresiones de la propia Constitución de los Estados Unidos. Históricamente, muchas grandes potencias o "imperios" se construyeron y mantuvieron bajo formas de gobierno autocráticas o centralizadas, donde la toma de decisiones era rápida y unificada. Un "emperador" o un líder con poder absoluto podría, en teoría, actuar de forma más eficiente y decisiva para mantener la hegemonía global, sin las lentitudes y divisiones que caracterizan a la democracia. No habría debates partidistas, elecciones complicadas ni disidencia interna que pudiera debilitar una política exterior o económica monolítica. Todo como en los imperios anteriores, el romano, el Carolingio, se resume en la voluntad de Donald Trump, El Emperador.

De llegarse a esto es por necesidades intrínsecas económicas y políticas de la expansión y conservación de la rentabilidad del gran capital norteamericano, aunque todavía Estados Unidos se beneficia intrínsecamente ligado al discurso democrático y a la democracia liberal. De efectivamente estarse plasmando esta nueva etapa en la formación imperialista se estarían a su vez enfrentando una serie de dificultades internas y con su hasta ahora "aliados" pero a punto de pasar a la categoría de "vasallos".

Es que buena parte de la influencia de EE UU no proviene solo de su poder militar o económico, sino de su "poder blando" que es la atracción ideológica y política por sus valores democráticos, su cultura y su modelo de sociedad abierta que ellos difundieron ampliamente por y con Hollywood. Muchos países se han aliado con EE. UU., precisamente por estos principios, contrastándolos con regímenes autoritarios. Si EE. UU., abandonara la democracia, socavaría una de sus principales fuentes de legitimidad y atractivo global principalmente con aquellas naciones carentes de noblezas reales, como Francia, Alemania e Italia, por lo que alianzas clave de EE. UU., como la OTAN y sus socios en Asia, son en su mayoría democracias. Un giro autocrático en EE UU podría fracturar estas alianzas debilitando su posición en el mundo, aunque también puede dominarlas sutilmente.

Es muy posible que la elite que apoya a Trump esté encontrando en la salida autocrática la forma de equilibrar sus intereses monopolistas y de potencia hegemónica con su dominio político evitando alguna generación de conflictos, pero que no podrán evitar.

El gran cambio seria la renuncia a la Democracia en los Estados Unidos. La democracia que siempre se presentaba como su principal fortaleza, parte fundamental de su identidad, su legitimidad y, paradójicamente, su dominio en el escenario mundial pasaría ahora ser su mayor debilidad ante los nuevos retos de un mundo hiper modernizado e informatizado y una Rusia y una China cada vez más eficientes, con estructuras de gobiernos que toman decisiones más rápidamente.

Desde la perspectiva del "control omnímodo" de Estados Unidos, la democracia es una debilidad. Las elecciones, la opinión pública, los derechos humanos y la división de poderes limitan y molestan la capacidad del líder para actuar unilateralmente en el ámbito global. Desde esa perspectiva aunque ella es el elemento y la fortaleza que ha permitido a EE.UU mantener su liderazgo y dominar en un mundo cambiante, Donald Trump no cayó en un dilema, o en un laberinto epistemológico politico y tomo su decisión. La población de Estados Unidos se dio cuenta y han iniciado confrontaciones contra el nuevo Rey.



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Oscar Rodríguez E


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