Cuando al final de un juicio un tribunal dicta la sentencia se presume que el juez y los jurados han hecho justicia basada en las leyes y en la verdad procesal, es decir, la verdad que surge de la causa judicial y de los elementos probatorios y convicciones presentados durante el mismo. En este caso se afirma: "se ha hecho justicia".
Sin embargo, no todo lo que parece en un juicio se corresponde con la realidad. Son muchos los elementos que pueden generar dudas en la sentencia de un juez. Por ejemplo, se puede comenzar con la compra de un juez corrupto o de algún que otro jurado deshonesto, o la presentación de pruebas fabricadas o testigos falsos, en fin, un número de testimonios que pueden convertir una sentencia como proveniente de un juicio amañado. En dicho caso se puede inferir que, a pesar que se ha aplicado las leyes, se está en presencia de una justicia mercantilizada, es decir una justicia mercenaria al servicio de un individuo o de un grupo. Ejemplo de esta forma de hacer "justicia" son muchos, sobre todo cuando el imputado es un potentado, o un miembro de una familia de alcurnia, o un político corrupto ligado a la casta gobernante, o un poderoso bandido como un narcotraficante o contrabandista, capaz de invertir mucho dinero en la compra de jueces, jurados y policías, así mismo, contratar prestigiosos bufetes de abogados.
No toda la justicia es justa, ni tampoco toda justicia está comercializada, pero existe, de acuerdo con lo que está ocurriendo en el mundo, una "injusticia mercachifle", es decir una forma de hacer justicia sin tomar en cuenta las normas más elementales del derecho y la rectitud. Se trata de las acciones ilegales tomadas por el presidente de EEUU, Donald Trump, en complicidad con el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, en lo que podría considerarse la trata de personas. Un problema mundial y uno de los delitos más vergonzosos e ignominiosos que existen. Este priva de su dignidad a cientos de mujeres, hombres y niños de todos los rincones del mundo mediante engaño para sojuzgar mediante situaciones de explotación. Es el caso de cientos de venezolanos radicados en EEUU que están sometidos a una inclemente persecución, represión, encarcelación, deportación y secuestro por el "delito" de ser migrante. Hombres y mujeres que salieron de su país para trabajar en la tierra de Tío Sam, dado que las condiciones económicas no les permitía una digna consecuencia de las medidas coercitivas unilaterales e ilegales aplicadas por los gobiernos de EEUU y la UE.
Desde la época del gobierno nazi en Alemania, que se caracterizó por los pogrom contra los judíos que hacían vida en Europa, no se veían la aplicación tales ignominiosas acciones. Aquella palabra viene del ruso y significa devastación y se refiere al linchamiento multitudinario espontáneo o premeditado de un grupo étnico o gentilicio, o religioso, acompañado de la destrucción o el expolio de sus bienes. Es palmaria y mediática la persecución inclemente que sufren cientos de mujeres, hombres y niños venezolanos por el "delito" de ser migrantes, algunos legales y otros no. En tales acciones se han cometido todo tipo de violaciones de las leyes locales, tanto en EEUU como en El Salvador, así como también de las leyes internacionales, como son la violación de los derechos humanos, como delitos de lesa humanidad, contemplados en los documentos de la ONU.
Toda persona que es arrestada por un agente del orden o policía debe informar al detenido la causa de la aprehensión o del delito presuntamente cometido. A nuestros connacionales no se les informó la causa de la detención. Es público y notorio que los venezolanos privados de libertad de forma arbitraria e ilegal no cometieron ningún delito ni en EEUU ni tampoco en El Salvador. Por lo tanto, el secuestro por orden de Bukele de cientos de los migrantes venezolanos de la cárcel en el CECOT es ilícita por no existir prueba alguna que los inculpe de un delito. Así mismo, se les negó el derecho a la defensa por parte de un abogado que proteja al inculpado, tampoco fue sometido a un juicio previo para hacer justicia que merece todo detenido.
Nuevamente la vieja práctica nazi se hizo presente en la persecución y la deportación de los migrantes venezolanos en EEUU, así mismo, el secuestro de los mismos en un campo de concentración ubicado en El Salvador. En las acciones de Trump y Bukele se hace evidente la criminalización colectiva y la xenofobia en un intento fallido de vincular a los secuestrados con una organización delictiva inexistente, ya que el "tren de Aragua" fue extinguido por el gobierno venezolano. Pareciera que no hay posibilidad de hacer justicia en una injusticia vinculada con la acción ilegal de dos presidentes: Trump, quien deportó despóticamente a los venezolanos y Bukele, quien los mantiene secuestrados ilegalmente en un campo de concentración de El Salvador. Da la impresión que ambos "jefes de estados" desconocen las normas elementales del derecho internacional, sin embargo, a pesar de sus magistraturas, ni Trump ni Bukele están exentos del cumplimento de las leyes.
De mis lecturas recuerdo aquella práctica que utilizaban en las guerras durante el medioevo, era el caso del secuestro que hacía uno de los bandos en discordia de un familiar del rey enemigo. Dicho pariente permanecía detenido en un palacio como rehén. Una manera de asegurar que el enemigo no tomaría acciones contra el rey secuestrador. Una especie de chantaje. Algo similar pretende realizar el arrastrado de Bukele: una propuesta de canje, que parte de la acción ilegal de un secuestro, para liberar a un grupo de políticos que cumplen condena por delitos cometidos contra el pueblo venezolano. Este chantaje no es posible, no se trata del intercambió de soldados que están confinados en dos países en conflagración, el canje o intercambio que propone el presidente de El Salvador es entre unos migrantes venezolanos inocentes secuestrados ilegalmente, por unos delincuentes privados de libertad por comisión de aterradores hechos punibles y que fueron sometidos a juicio de acuerdo con leyes venezolanas.
Se sabe que tanto Trump como Bukele son empresarios, uno con más dinero que otro, pero los dos tienen en común la propulsión para almacenar y aumentar las riquezas. La vida me enseñó que entre los magnates no se firman acuerdos sino se hacen negocios. Seguro que detrás del envío de deportados a El Salvador por parte de Trump y el secuestro, por parte de Bukele, de cientos de inocentes venezolanos, se encubre un fabuloso negocio de unos cuantos millones de dólares. Algunos mencionan seis millones de dólares mensuales, otros denuncian que el presidente de El Salvador necesita capital para construir más cárceles para deportados, quienes se convertirán en mano de obra esclava. Lo que si estoy seguro que las cárceles en EEUU son privadas y para florecer este negocio son necesarios los confinados que facilita el gobierno. Este mismo negocio prosperará en El Salvador dado que de seguro la injusticia es una buena manera para acumular y aumentar las riquezas según las ignominiosas prácticas de los mercachifles Trump y Bukele.
Lo que más sorprende de lo que está ocurriendo en el mundo es que ya los organismos internacionales no dicen nada sobre el genocidio de Gaza y de igual modo, el silencio cómplice respecto a la persecución, detención, deportación en EEUU y el secuestro en El Salvador de cientos de inocentes venezolanos a los que se les han violado todos sus derechos. Por fortuna, los venezolanos secuestrados en El Salvador cuentan con el gobierno del presidente Maduro quien asumió con vehemencia la defensa de nuestros connacionales.
El mundo no está preñado de justicia y bondad por parte de algunos gobiernos neoliberales, por el contrario, lo que abunda es a injusticia y la maldad, prueba de esto es lo que ocurre en la franja de Gaza, en Yemen, en la República Democrática del Congo, además, de la persecución, deportación y el secuestro de cientos migrantes venezolanos a quienes se les han violado los derechos humanos más elementales, sobre todo la libertad, la equidad en la aplicación de la justicia y el derecho al trabajo. Razón tuvo el filósofo griego Platón: "La peor forma de injusticia es la justicia simulada". Lee que algo queda.