El 1/2/25 Aporrea publicó mi breve texto intitulado "Ecomunitarismo, migración y libertad: breves notas introductorias", que una semana después ya tenía más de dos mil lecturas (ver en https://www.aporrea.org/internacionales/a338161.html ).
La tradición entiende que el exilio impuesto o elegido se debe a causas políticas, mientras que la migración obedece a razones esencialmente económicas. Pero en ambos casos las personas buscan salvar sus vidas, y, si es posible, mejorar la calidad de vida propia y la de los suyos. Y ambos casos suponen separaciones y sufrimientos personales y familiares, sobre todo cuando la migración lleva a un cambio de país.
Ahora que desde hace muchos años la rica Europa capitalista y EEUU, epicentro del capitalismo actual, se niegan a recibir migrantes y candidatos a exiliados, y los deportan masivamente (llegando al paroxismo impuesto por Trump), evoco brevemente mi llegada y primeras estadías en Europa.
Pasé por allí raudamente en 1973, con otro nombre y documento, para una estadía de tan solo una decena de días, para dirigirme luego a otro destino.
Entonces revisité en París lugares que había visto muchas veces en películas: el Sena, el Louvre, los Campos Elíseos, la Torre Eiffel, Notre Dame…; y conocí también el Panteón, donde habían sido fusilados muchos héroes obreros de la Comuna de 1871, y el pequeño apartamento que había ocupado Lenin en su estadía parisina, transformado y mantenido como Museo por el Partido Comunista francés.
En Praga me llevaron a conocer el lugar donde había sido ajusticiado el nazi Heydrich, en una acción de resistencia que fue seguida por una represalia hitleriana que liquidó a casi toda la población de la aldea de Lídice; y en el aeropuerto conocí al piloto checo que había llevado desde Inglaterra al comando que había ejecutado a Heydrich; vestía el uniforme de la RAF (la Real Fuerza Aérea británica) y era asiduo visitante de aquel terminal aéreo pues allí se le servía whisky gratis. En Praga descubrí el Moldava y su puente de 1402, vi el primer restaurante de autoservicio y me sorprendí con su vida nocturna, similar a la parisina. Alguien me dijo que los checoslovacos adherían al socialismo solo si no les faltasen los últimos zapatos a la moda.
En Moscú vi las interminables filas de personas que querían ver a Lenin embalsamado en su Mausoleo en la Plaza Roja; las recién casadas, vestidas de blanco, y sus maridos, tenían más suerte, pues hacían una pequeña fila por separado. Decidí que la espera no valía la pena y opté por conocer algo de Moscú en tranvía. Las ancianas y ancianos que subían con el pecho cubierto de medallas ganadas en la resistencia ante la invasión nazi recibían prontamente los asientos ocupados por los más jóvenes. En la calle alguien que caminaba haciendo eses era pacientemente seguido por un par de milicianos; si llegaba a su casa, nada sucedería; pero si se caía en el camino sería identificado y su borrachera (muy común en la Rusia dominada desde el zarismo por la vodka) sería publicada en la cartelera de su centro de trabajo, a manera de castigo moral que pretendía ser educativo-correctivo.
En 1976 volví a Europa, otra vez con nombre y documentos que no eran los míos. Pensaba hacer una breve escala para volver a Sudamérica. En la estación ferroviaria de Frankfurt vi un largo tren verde que tenía en cada vagón la inscripción "USA", anunciando que pertenecía al ejército norteamericano. Al cruzar la frontera francesa el policía que controló los documentos a bordo de nuestro convoy fue rápido y respetuoso.
Al llegar a París debía dirigirme a Grigny, donde estaba instalada una pareja de compañeros. Pero quedé perplejo cuando el empleado de la boletería del tren me preguntó si iba a Grigny Centre o Grigny sur Seine. Tiré mentalmente una moneda y elegí la primera opción, que resultó ser la buena. En aquel apartamento reencontré después de algunos meses a la compañera que comparte hasta hoy mi vida desde 1972. Estaba aún más hermosa que antes, enfundada en sendas falda y blusa negras.
A los pocos días nos llegó la inesperada y totalmente sorprendente noticia de que la Dirección de nuestra Organización política había decidido que nadie debería volver por el momento a Sudamérica y que había que quedarse a hacer vida en Europa, hasta nueva orden. Para tanto se sugería Suecia como destino. Pero un compañero venido de Bélgica dijo que allí se podía, en la condición de refugiados políticos reconocidos por la ONU, conseguir alguna ayuda pública y la posibilidad de cursar estudios. Mi compañera y yo optamos por Bélgica.
En dicho país trilingüe, antes mismo de conseguir el estatus de refugiados, recibimos la calurosa solidaridad de personas de muy diversa orientación religiosa, lengua materna y orientación política (autoexcluyéndose solo la rancia derecha y la minúscula ultraderecha). El trato de las autoridades civiles y policiales fue respetuoso y la Comuna donde nos instalamos nos ayudó financieramente, a condición de que consiguiésemos en breve un trabajo o cursásemos estudios.
Nunca fuimos blanco de ninguna muestra del racismo padecido por los numerosos norafricanos o negros del ex Congo belga, a quienes también los amparaba la generosa solidaridad antirracista que nos acogió, aún con la memoria fresca de las persecusiones raciales desencadenadas por los nazis, y de puertas abiertas a quienes eran empujados a la migración o al exilio.
Me consta que esas manos y corazones generosos aún continúan con su labor ejemplar en Bélgica y en otros países de la rica Europa capitalista que hoy se cierra a siete llaves, negándose a enfrentar las consecuencias de su secular política colonialista que sembró miseria y hambre en América, África, el Medio Oriente y parte de Asia. Un coro mundial debe apoyar a la multitud solidaria en el llamado Primer Mundo (y también en el llamado Tercer Mundo) para que derrote a los rebrotes neonazis en cada uno de sus países.
Volviendo al hilo autobiográfico de esta breve nota quiero registrar que la generosa acogida recibida le permitió a mi esposa hacer un Baccalauréat en Filosofía y simultáneamente una Licencia en Lingüística, que le abrió las puertas de un trabajo en Bélgica hasta que regresamos al Sur del Sur. (Veinte años después, y cuando ya era docente universitaria hacía más de un lustro, hizo en España un Doctorado en la misma área).
Por mi parte también hice la Licencia en Lingüística y simultáneamente estudié Filosofía hasta concluir un Doctorado, que me abrió las puertas de la carrera docente en nuestras tierras de origen (hasta que junto a mi esposa nos jubilamos en 2019).
Y Bélgica nos regaló nuestros dos hijos.
Ahora, más que con títulos, la generosa acogida en el exilio belga me enriqueció con ideas fundamentales para la germinación y desarrollo de mi Filosofía Ecomunitarista. Allí descubrí a los clásicos de la Filosofía y a pensadores nuestroamericanos, y me estrené en los desafíos lógico-lingüísticos de la Ética y en la problemática socioambiental; esto último gracias al naciente movimiento ecologista belga y a la onda ¨verde¨ europea.
De esta pequeña aventura personal vivida en pareja y con un grupo de compañer@s se puede concluir que la migración y el exilio, que siempre significan desgarramientos y sufrimientos humanos, también pueden y deben ser, si la acogida es generosa, oportunidades para un enriquecimiento ético, cultural e intelectual, que nos permiten mejorar como personas y contribuir mejor en nuestras tierras de origen al regresar a ellas. (Sabemos que la gran mayoría de los expatriados sueña y planea ese regreso, sin que nadie los deporte).
Pero ojalá que en el futuro la migración sea un fenómeno excepcional y de pocas personas, porque el modo de vida ecomunitarista vigente en cada rincón del Planeta dará a cada persona la oportunidad de desarrollarse plenamente como individuo comunitario-universal-cósmico en su tierra de origen.
Por ahora cabe exhortar a las comunidades receptoras de migrantes y exiliados a que los acojan solidariamente para que puedan forjar las herramientas que les permitan retornar voluntariamente a sus tierras de origen cuanto antes.
Bibliografía mínima
Sirio López Velasco, Los Exiliados y Otros relatos (2020), disponible gratuitamente en https://phillosacademy.com/los-exiliados-y-otros-relatos yen https://www.scribd.com/document/557262176/Los-exiliados-y-otros-relatos
Sirio López Velasco, Decálogo, Manifiesto y Compendio Ecomunitarista (2025), gratuitamente disponible en https://www.editorafi.org/ebook/c054-decalogo-manifiesto-compendio-ecomunitarista
Sirio López Velasco, Filosofía Ecomunitarista Aplicada vol. 2 (2024), disponible gratuitamente en https://doi.org/10.58942/eqs.108
Sirio López Velasco, Filosofía Ecomunitarista Aplicada vol. 1 (2023), disponible gratuitamente en https://www.editorafi.org/ebook/a042-filosofia-ecomunitarista-aplicada