El arrepentimiento

Ignoro qué sucede en este aspecto en otras sociedades europeas de cultura judeo-cristiana, pero desde luego de la sociedad española, con el nuevo sistema político y social después de la dictadura, ha desaparecido, primero del vocabulario y luego de la vida cotidiana e incluso de la vida familiar el concepto y praxis de la palabra arrepentimiento... Parece que arrepentirse de haber actuado en un momento de debilidad, de un modo incorrecto según un código de conducta cívica o simplemente humana más allá de lo tipificado en el código penal o incluso penado por éste, fuese deshonroso. Otras palabras, honra y honor, absolutamente devaluadas…

Nadie se arrepiente de nada, nadie parece tener inconsciente que en un momento dado traicione su intención, su voluntad; nadie reconoce haber tenido un descuido, un error de cálculo u otras causas, inconscientes o conscientes, de un comportamiento inadecuado o execrable. Empezando por los gobernantes. Eso de ufanarse de "tengo la conciencia tranquila" de aquel gobernante español infame, me lleva a recordar a Dostoyevsky y su obra Crimen y castigo, en la que el protagonista escribe un artículo para un periódico, distinguiendo entre los hombres corrientes y los hombres extraordinarios. El hombre corriente alberga el sentimiento de culpa. El hombre extraordinario puede ordenar, consentir o inducir la muerte de miles de seres humanos, ser vitoreado por la muchedumbre y en ningún momento de su vida aflora luego ese sentimiento de culpa y de arrepentimiento. Es más, a menudo se pavonea de ser, a los ojos de la población de medio planeta, un mal nacido. En la invasión de Irak a cargo de tres hombres "extraordinarios", Bush, jr., Blair y Aznar, que fingieron e hicieron creer al mundo que Hussein tenía "armas de destrucción masiva", que era necesario invadir su país y pasar a cuchillo a ese gobernante, sólo Blair tuvo sentimiento de culpa. Se convirtió al catolicismo y se arrepintió de aquella falsía y posterior decisión propia de la más abyecta de las barbaries de los tiempos de la post modernidad…

Yo creo que fue a partir de entonces cuando empecé a detectar en la sociedad española, en la educación, en la enseñanza, e incluso en la religión de consumo (esa religión en la que muchos políticos se refugian pero no practican, para justificar abominaciones y para explicar por qué participa de la política una facción que evoca la sensibilidad cristiana), la supresión en la vida ordinaria, de la palabra arrepentimiento.

En todo caso, vengo observando hace muchos años que en el desenvolvimiento y relaciones de la sociedad civil, sólo en muy raros casos alguien pide disculpas en una situación que honra a quien las pide, aunque no sea necesario por tratarse de una nadería. Pero es que en las relaciones familiares, en las relaciones paterno o materno-filiales, pasa lo mismo. Son muchos los casos escandalosos explotados por las cadenas de televisión, de agravios, de ofensas, de comportamientos desnaturalizados de un hijo o de una hija, ya responsables, en los que se confirma esa lacra, esa manera de abrir las puertas a una reconciliación, habitual en otros tiempos impregnados de más humanismo aunque los gobernantes fuesen indeseables.

Con ello llego a la conclusión de que en la sociedad española, salvo en sectores de una sensibilidad tradicional propia hasta ayer de las relaciones humanas ya muy lejos de la barbarie, han desaparecido del vocabulario las palabras arrepentimiento, culpa, disculpas y reconciliación…



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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