La entrevista a Putin

El periodista conservador estadounidense, Tucker Carlson, hizo una entrevista a Putin en el Kremlin, emitida el 8 de febrero. Bajo una batería de durísimas críticas tanto por parte de los políticos enajenados de su país como por parte de los de la Gran Bretaña. Boris Johnson, ex primer ministro británico, califica al periodista de "traidor al periodismo". Una manera como otra cualquiera de definir el periodismo conforme a lo que es en realidad: por un lado, una actividad aparatosa al servicio de los dueños de los mercados y del dinero, y por otro una máscara y un escudo al mismo tiempo del poder político, a su vez sometido al poder económico y financiero a escala mundial. Pero también la ocurrencia de un orate, de un descerebrado. Pues ¿en qué puede consistir la traición de un periodista al periodismo? ¿Acaso el periodismo y los periodistas están al servicio de una causa determinada? La frase misma ocurrencia delata al periodismo interpretado por gentuza como Johnson. Con esa mentalidad han estado escribiendo la historia del capitalismo los políticos y los militares anglosajones después de que el periodista y escritor Ryszard Kapuscinsky dijese que "lo que antes era una fuente de información, se ha convertido en un instrumento de formación de la opinión pública", o "el periodismo no cuenta la realidad, la fabrica". Ya sabíamos que las Agencias de prensa estadounidenses configuran la opinión pública de Occidente, impiden el lenguaje conciliador y condicionan la independencia de las Agencias europeas… si es que éstas la desean. Pero con esa frase Johnson pone el broche de oro al mayor desprecio que ha de sentir el ciudadano y la ciudadana despejados hacia el periodismo de esa clase. La supuesta defección de Tucker Carlson consiste en haber actuado con criterio e independencia, no haberse dejado influir ni dominar. Otra rebeldía más, aunque a menor escala, de un periodista después de la de Assange, otro heróico periodista que denunció la corrupción de esa actividad.

El caso es que la Revolución Naranja de 2002 en Ucrania la vinculan círculos rusos con el fascismo. El nacionalismo ucraniano de grupos de extrema derecha y de ucranianos-americanos (incluyendo a la esposa de Víctor Viktor Yushchenko, Kateryna Yushchenko, nacida en los Estados Unidos) pese a ser marginal, está considerado por los nacionalistas rusos como ramas del árbol del fascismo. El hecho de que ucranianos-americanos tuviesen una parte muy activa en aquellas manifestaciones y en la anulación por el Tribunal Supremo de las elecciones que volvieron a repetirse les lleva a afirmar sin género de dudas que la Revolución naranja fuese incentivada por la CIA.

Vivimos en occidente una parodia, un engaño, una gigantesca mentira para que el sistema capitalista, ahora manejado virtual o realmente en el mundo occidental por la ideología neoliberal divulgada en los años 80 por la primera ministra Margaret Thatcher, los economistas del grupo llamado los Chicago Boys, Friedman y los ensayistas mediáticos Hermanos Kaplan, basado en la privatización de todo lo posible y el troceado de las actividades de una superestructura o de un sector económico, siga funcionando. Y esto ocurre cuando -está a la vista- la única posibilidad de que el planeta y la humanidad se salgan de una crisis vital definitiva, es con un intervencionismo a fondo político y económico de los Estados, en la línea del sistema ideológico chino en el que la propiedad privada está supeditada a la que es de todos, la propiedad pública …



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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