Trump viene por nosotros

Una vez más ante el juez, Donald Trump pronunció serenamente "inocente" a cada uno de los cargos que lo acusaban, esta vez, de conspirar contra los derechos políticos de los ciudadanos estadounidenses. Este nuevo juicio se suma a los procesos por manipulación indebida de documentos confidenciales y los presuntos pagos para silenciar a una actriz porno con la que tuvo un affaire. A pesar de la gravedad de las controversias que le rodean, el expresidente se mantiene sólido en la preferencia republicana para las elecciones presidenciales de 2024.

Esta semana me zambullí en el documento de 45 páginas publicado por el fiscal especial Jack Smith, exponiendo las acusaciones contra Trump. Me llamó la atención que el ex presidente no está acusado de sedición, delitos por los que han sido condenados muchos de los implicados en el asalto al Capitolio, sino de conspiración. El juicio busca despejar si Trump se convirtió en el eje de una conspiración que atenta contra los derechos políticos de los estadounidenses, mediante:

  • La incitación de una turba violenta contra el Congreso.

  • Avalar opiniones legales falsas.

  • Promover falsos electores a los Colegios Electorales.

  • Desestimar pruebas legales de abogados oficiales.

  • Presionar a funcionarios electorales para "encontrar" miles de votos que le permitieran falsear la elección.

Trump esgrime su derecho a la libertad de expresión para sustentar su defensa. Un manido argumento que reproducen comentaristas y la vasta maquinaria comunicacional de la derecha para justificar cualquier exceso, a pesar del alto precio que redes como Fox News han pagado por ello. Revelan así su profundo cinismo: si tu revuelta triunfa, impones tu ley; si fracasas, te refugias bajo la misma ley que desafiaste. Las libertades constitucionales valen como escudo o arma según convenga en la maniobra.

No hace falta ser abogado para apreciar la solidez del documento acusatorio. Sin embargo, a pesar de la avalancha de cargos, Trump tiene posibilidades de salir victorioso. Por un lado, por absurdo que parezca, el jurado podría dar validez a su argumento de libertad de expresión. Por otro, aun siendo condenado, no hay nada que impida que Trump sea reelegido como presidente y se autoindulte. Un peculiar desafío se cierne sobre el sistema constitucional e institucional americano, amenazando con desestabilizar su propia democracia a través de las grietas de su sistema legal.

No es casualidad que, a solo horas de ser acusado, Trump desafía a las cortes y al sistema en su totalidad: "¡SI VIENEN POR MÍ, IRÉ POR USTEDES!", una amenaza para alimentar la polarización y apostarle a los extremos: si lo encarcelan, sus posibilidades electorales aumentan desde su posición de héroe-mártir; si no lo hacen, también ganaría, al elevar su estatus de revolucionario ante las bases fascistas de ese cascarón vacío en el que se ha convertido el partido republicano.

La democracia en juego

El simple hecho de someter a juicio a un expresidente, popular por demás y figura dominante de uno de los dos partidos hegemónicos en la democracia estadounidense, sitúa a esta misma democracia al borde del abismo. La naturaleza binaria de su resolución —culpable o inocente— puede generar consecuencias de gran envergadura para el futuro político de la nación.

Si se declara culpable al expresidente, el Partido Republicano —dominado por Trump y sus seguidores— intensificaría su narrativa identitaria conspiranoica de un país en declive a causa de un sistema amañado y contrario a los valores que alguna vez lo hicieron grande—"Make America Great Again". Esto avivaría aún más la ya polarizada sociedad estadounidense. Si Trump es absuelto, se intensificarán las sospechas de una institucionalidad corrupta que favorece a los poderosos, inmunes a la justicia, tal y como ya apuntan aquellos que contrastan el trato que recibe Trump, libre a pesar del cúmulo de cargos en su contra.

Además, si Trump resulta vencedor en las elecciones, a pesar de las múltiples acusaciones criminales que enfrenta, sus tácticas para alcanzar el poder —incluso subvirtiendo los fundamentos de la democracia— serán legitimadas. Esto pondría en tela de juicio la propia legitimidad de la presidencia de Biden y, al mismo tiempo, reforzaría las tácticas más perjudiciales del populismo en la política contemporánea.

Defender la democracia

Hoy, el principal desafío que enfrentamos quienes nos suscribimos al "ideal democrático de vida" es prevenir que Trump vuelva a la presidencia de los Estados Unidos.

Mires lo advierte, "más que a principios liberales abstractos, nos debemos a la defensa de instituciones muy concretas: el parlamento y sus partidos, el poder judicial y sus jueces, el poder electoral y sus tribunales, el ejército y sus armas y no por último, la Constitución y sus leyes." La paradoja en el caso de Trump radica en que él explota las grietas de este diseño institucional para intentar subvertir la democracia.

Francisco Toro apunta que todo el sistema constitucional estadounidense fue diseñado desde sus inicios para resistir el embate de políticos populistas que se valen de las pasiones de sus seguidores para subvertirlo. Esto es exactamente lo que ocurrió esta semana en voz del fiscal Jack Smith, quien, desde la institucionalidad, encarna la defensa de la democracia. Sin embargo, eso no es suficiente para contrarrestar la amenaza que representa Trump. Es necesario enfrentar al fascismo con la plena fuerza democrática, recurriendo además a la movilización del pueblo, tal y como acaban de demostrar los socialistas españoles.

El Partido Demócrata, como la principal fuerza política en competencia con los republicanos, tiene la responsabilidad de aprender de la estrategia de los socialistas españoles, convocando a una amplia coalición política que barra electoralmente a Trump y relegue al trumpismo a los márgenes del espectro político, tal como acaba de suceder con Vox.

El principal desafío que enfrentamos hoy, quienes defendemos el "ideal democrático de vida", es prevenir que Trump vuelva a la presidencia de los Estados Unidos. De fracasar en este empeño, las consecuencias serían nefastas: se impulsaría el ascenso de las derechas populistas en Europa y el imperialismo putinista habría logrado uno de sus principales objetivos, aun en retirada en el campo de batalla.

En lo personal le apuesto a la fortaleza de la consciencia democrática de los estadounidenses. Ya una vez supieron librar al mundo de Trump. Confío en que lo harán de nuevo. Debemos impulsar el auge democrático que representaron las elecciones en España, extendiéndolo al próximo año con las derrotas electorales de Trump, Maduro y hasta la debacle en el campo de batalla de la invasión rusa a Ucrania. Apostemos a la esperanza.



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Andrés Izarra

Periodista. Ex-ministro de Comunicación en Información y de Turismo de Venezuela. Fue director de la cadena multiestatal TeleSUR.
Blog: https://izarraa.medium.com


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