Santiago Alba y el brazo izquierdo de la OTAN

El filósofo español Santiago Alba, afincado en Túnez, ha adoptado posturas abiertamente otanistas en los últimos tiempos (1) . Tiempos oscuros, que no sabemos muy bien cuándo han comenzado. Acaso ha caído la noche en Occidente justo en el instante en que, de forma salvaje y vil, la OTAN emprendió sus bombardeos "humanitarios" sobre Serbia (2). Esa maquinaria de guerra inicialmente creada y, en gran parte, pagada por los yanquis se engendró con el objeto de lograr una contención del poderío soviético durante la Guerra Fría. Pero la maquinaria hubo de estrenarse de manera cobarde, justo cuando el poder soviético era un fantasma, justo cuando el comunismo ya no era sino ese espectro que recorría el mundo: el espectro es un muerto, y su realidad sólo consistía en la memoria. Pero, a falta de imperios comunistas, ahí estaba Serbia , tratando de defender su legalidad federal. Una maquinaria –la OTAN- falsamente "europea" masacrando entonces a un pequeño país europeo.

La "civilizada" fuerza militar del Occidente colectivo destrozó Libia, y ahí sigue destrozada, y con su maraña tupida de bases norteamericanas extendida por toda Europa, la organización recuerda a los pueblos del "Viejo Continente" que ellos ya no son nada. La OTAN y el Pentágono les reaviva la idea de que ellos son viejos, no engendran hijos, no producen, no cuentan. Los altos mandos yanquis dicen lo mismo que decían los viejos espadones de España, "no se os puede dejar solos". A los ojos del Alto Mando otanesco, jerifalte que siempre es un norteamericano, el europeo no vigilado siempre se entrega, al mínimo descuido, al fascismo o al comunismo. Vengan los gendarmes yanquis a protegernos de nosotros mismos, y a protegernos de esa parte aún demasiado europea e imperial que es Rusia.

Santiago Alba se escandaliza de la izquierda que él denomina "estalibán" (¿?). Así llama a una nómina –no muy extensa, la verdad- de izquierdistas españoles que disienten de él y se apartan del credo de los opinantes otanescos. Para hallar explicación de la existencia de tales tics nostálgicos, a modo de tropismos e irrefrenables pulsiones anti-yankis, el filósofo Alba recurre al psicologismo: siempre hay razones ocultas detrás de una conducta que se sale del dogma. Complejos, hábitos ancestrales contraídos, leninismo trasnochado… cualquier motivo psicologista sirve para poder no-entender al otro, para patologizarlo. Alba denuesta las tendencias leninistas, la nostalgia de la ya extinta URSS, pero parece haber calcado, de su parte, de ese mismo imperialismo rojo estalinista el afán por psiquiatrizar. El disidente, todo aquel que nos contradice, necesita reeducación o terapia de conducta. Veámoslo en un párrafo muy significativo:
"Algunos, incluso muy jóvenes, sucumben a la ilusión porque, pese a sus alianzas con la extrema derecha mundial, pese a sus declaraciones contra Lenin, ven una continuidad entre Putin y la revolución bolchevique. Hay un rescoldo soviético en la rebeldía antisistema de cierta izquierda, como hay un rescoldo de nostalgia franquista en la rebeldía antisistema de la derecha. La mayoría sucumbe, en todo caso, porque siguen pensando, en definitiva, la inquietante pluralidad del nuevo orden mundial con años de retraso; es decir, contra la hegemonía absoluta de los EEUU y la OTAN. Su posición revela una especie de etnocentrismo negativo y, en realidad, muy narcisista: son nuestras instituciones occidentales las que introducen todo el mal en el mundo. Contra ellas no solo está permitido cualquier medio; es peor: contra ellas, acabamos reivindicando, como política y socialmente superiores, dictaduras atroces (pensemos, por ejemplo, en Bachar Al-Asad) e imperialismos alternativos, como el ruso, cuya intervención criminal en Siria pasamos por alto o defendimos como liberadora " [Santiago Alba: "Ucrania y la izquierda, Sin Permiso, 10/04/22, https://www.sinpermiso.info/textos/ucrania-y-la-izquierda]. (3)

Lo cierto es que no hace falta ser un gran analista para detectar en párrafos como éste un número abundante de falacias. Nunca puede entrar en la discusión racional el argumento "y tú más". Hacer un breve repaso de las "atrocidades" rusas recientes en el mundo, ocultando las atrocidades yanquis y otanescas en el mismo período de tiempo es algo ofende a la inteligencia de cualquier lector, incluso del más rusófobo. El Occidente colectivo saldría perdiendo en cuanto a número de acciones bélicas, sin más, y también saldría muy perjudicado en el recuento de los actos criminales, genocidios y violaciones de los derechos humanos, escritas estas atrocidades con todas sus letras. Acciones bélicas y acciones criminales de carácter agresivo, no justificadas en nombre de la seguridad nacional o en el de la legítima defensa. Acciones imperialistas, muchas veces indiscriminadas, casi siempre contrarias a las reglas internacionales. También ofende a la inteligencia del lector, repito, incluso a la del lector más rusófobo, añadir calificativos que le predispongan automáticamente contra el imperialismo "alternativo" de Putin (¿acaso está escrito que sólo el imperialismo del Tío Sam es el auténtico y único posible?): se añaden siempre los calificativos morales, como "dictaduras atroces", "intervención criminal"… Realmente, todo esto que nos ofrece Alba Rico es literatura de baja calidad, y no tiene nada que ver con poner sobre la mesa una descripción geopolítica realista y hacer ver a los lectores qué riesgos corren los pueblos de Europa con su actitud actual. La actitud de callar, dejarse hacer y consentir una guerra a sus puertas, una guerra en la que no hubo simplemente una invasión del imperialismo "alternativo" ruso, sino una estrategia de cerco otanesco a ese poder ruso, una agresión basada en el cerco geopolítico ininterrumpida desde la caída de la URSS, junto a un genocidio contra la población rusa de Ucrania. ¿Algo más? Si: un intervencionismo violento e ilegal, después del golpismo, a favor de ultranacionalistas y nazis ucranianos; y esto así por lo menos desde 2014. No es sano, correcto ni ético añadir calificativos para investirse de razones: eso es literatura barata, que abusa del adjetivo y "no va a la cosa", callándose además los adjetivos que, en una justa reciprocidad, merecerían las acciones "humanitarias" de la OTAN y de los norteamericanos.

Pero tampoco es sano, correcto ni ético escribir artículos con juicios de intención, y menos cuando las intenciones (explicación psicologista) tienen que ver con mecanismos irracionales que el disidente objeto de los juicios no controla, pero que un Santiago Alba omnisciente sí. De este modo, quien se arroga tener la razón, en este caso tener la razón de criticar a los antiotanistas, se siente capaz de leer el subconsciente de quien de él disiente. Esto no es filosofía, ni quien obra demuestra poseer capacidad de análisis geopolítico de calidad… esto es creerse Dios. Todo aquel izquierdista que no se baje del carro de "OTAN NO, Bases Fuera" es tachado, de inmediato, de "putinejo", prorruso, nostálgico de la URSS, etc. No se puede explicar la disidencia, empezando por la disidencia o falta de concordia con el pensamiento de uno mismo, por medio de unas especiales dotes psicoanalíticas. Esto de la "nostalgia" es muy manido. No sirve para explicar nada, sólo sirve para marcar las fronteras entre "Pro-Putin" y "Pro-OTAN". Hay muchos movimientos extremos a la derecha que ya nada quieren saber de Franco, Mussolini o Hitler, y hay mucho izquierdista que reniega de la URSS… La nostalgia es subjetividad y no explica, ni siquiera acompaña siempre a los movimientos políticos ni a las tendencias ideológicas de los colectivos. Es otro calificativo retórico para denostar a los que no son de nuestro agrado.

Santiago Alba deplora en su artículo la presencia exasperante de un "fatalismo geopolítico", de un vicio intelectual, la realpolitik, que posee justamente su contrafigura en lo que llama el historicismo moral. En el fondo, ambas actitudes se complementan, se "exigen" la una a la otra, como la luz y la oscuridad. El propio autor es un fatalista de la realpolitik y un consumado moralista, al tiempo, cuando acepta el status de los norteamericanos (por extensión, la Anglosfera) como gendarmes del mundo no dispuestos a "imperialismos alternativos" de ningún tipo. Y también, salta a la vista que el señor Alba es un moralista, que no pierde tiempo en juzgar los crímenes otanescos, pentagonales y, en general, los genocidios de la muy liberal Anglosfera, pero que dedica abundantes páginas y precioso tiempo al engorde del argumento del "tú también" aplicado a los rusos.

Resulta llamativo que aquel que denuncia el fatalismo de la izquierda "estalibana" [sic] (¿?), no sea capaz de observar en sí mismo altas dosis de fatalismo. Sólo hay un imperio, nos dice don Santiago, y sólo debe haber uno: el yanqui, con su cortejo fiel que es el Occidente colectivo. Y ya sabemos que este imperialismo es malo, muy malo. Pero el "imperialismo alternativo" de Putin (¿y el de los chinos?) va a ser peor. A esto se reduce toda la campaña de S. Alba Rico con respecto a la necesidad de una izquierda otanista. Es muy explícito, lo dice con todas sus letras:
" […] es terrible decirlo, pero Putin ha demostrado que en estos momentos no hay una alternativa a la OTAN. La izquierda europea debería estar pensando en propuestas al respecto para el futuro en lugar de predicar un pacifismo que tiene mucho sentido en Rusia, contra la decisión de su gobierno de hacer la guerra, pero que en Ucrania es sinónimo de sometimiento y rendición. Los ucranianos han decidido no rendirse y nadie, me parece, debería reprochárselo. " ["Ucrania y la guerra", ibíd.].

Aceptemos al imperio yanqui, que es menos malo. No aceptemos a nadie que le rechiste, que será peor: a esto podemos reducir la producción literaria de este pensador "de izquierda" que cree situarse en el lado correcto de la historia, en el lado, además "moral".

A diferencia de él, no vamos a verter aquí juicios de intenciones, ni ensayos psicoanalíticos que delaten por qué aquellos que debieran posicionarse –ahora y siempre- en contra de un mundo capitalista depredador, el mundo del liberalismo anglosajón liderado hoy por los EE.UU. , ahora prefieren ese liderazgo a cualquier otro, o se inquietan ante el fin inminente (imposible de negar) de la unipolaridad. Seamos notarios y no psicoanalistas.

Con respecto a los "ucranianos", don Santiago debería aplicarse aquello que todo izquierdista debería tener en su ADN: desconfiar de esa supuesta homogeneidad de un supuesto pueblo monolítico y sin fisuras. Cuando los nacionalistas catalanes y vascos hablan en nombre de "un pueblo" catalán o vasco distinto del español, y no admiten la infiltración y la consubstancialidad de lo español, en el catalán y en el vasco, innegable hasta en el último rincón de su nueva y recién inventada patria, ¿qué pensar de esos nacionalismos? Los marxistas sabemos bien que lo "ucraniano", si bien posee formalmente entidad estatal, soberana, a la vez dicha formalidad incluye materialmente a millones de rusos y de rusófonos, así como, por vía de analogía, lo catalán y lo vasco incluye, en todos los sentidos de la palabra "incluir", a lo español. Los marxistas sabemos que detrás de todo antinacionalista hay otro nacionalista pero aferrado a su propia causa. No podemos hacernos solidarios de un nacionalismo cuando nos venga bien, y denostarlo cuando nos venga mal. El "derecho de los ucranianos a defenderse" es abstracto y retórico si no incluimos dialécticamente el derecho de los rusos, los rusos de Ucrania y los rusos de Rusia, a defenderse. ¿Le tengo que explicar la dialéctica al señor Alba, quien, según creo, ha estudiado filosofía en la universidad? El derecho de Puigdemont o de Otegi a "defender" sus supuestos pueblos sometidos, catalán y vasco, respectivamente, debería medirse dialécticamente con el derecho de millones de españoles que viven en tales regiones, muy a gusto y muy felices siendo españoles, y a quienes un acto separatista ilegal les privaría de una condición nacional española, privación forzada que eo ipso violaría todos los derechos fundamentales de sus personas así como la soberanía de la nación española.

Lo más descabellado del artículo de Alba que aquí glosamos viene al final. En los últimos párrafos nos dice que el problema de Europa consiste en su "putinización". El estadista ruso está alentando a la ultraderecha en los más diversos países, al parecer, y entre ellos cuenta España. Desde su atalaya norteafricana (Alba vive en Túnez) el filósofo de la izquierda otanista observa con preocupación cómo su continente de origen "se vuelve nazi", y de ello tiene mucha culpa Putin:
"Putin ya había invadido sigilosamente la UE a través de partidos ultraderechistas que, en Hungría, en Francia, en Italia, en España, cuentan con mucho más apoyo que sus equivalentes en Ucrania. En este trance difícil, nuestro cometido debe ser el de "desnazificar" desde dentro Europa mediante una profundización de la democracia; es decir, mediante políticas sociales, civiles y económicas que consoliden y aumenten nuestros derechos democráticos. Si no presionamos para que la UE sea más justa, más democrática, más independiente, más ecologista, más hospitalaria, de nada servirá que Putin pierda la guerra en Ucrania porque la habrá ganado en Europa." (ibíd.)

Nunca fue más necesario aportar citas textuales del autor, para así dejar evidencia de que no cargamos la mano, que no exageramos. El texto nos parece increíble. Y ahora, repito, no se trata de hacer juicios de intenciones sobre el otanismo de S. Alba Rico. Con los ojos abiertos como platos, leyéndole y no creyendo cuanto se lee, uno puede comprobar que esta tesis es la de don Santiago Alba cuando afirma que, de una manera u otra, no es Soros ni Bill Gates, ni los Rockefeller, ni los fondos depredadores de inversión (Blackrock y Cía) los que se dedican a destrozar Europa, a fragmentar sus pueblos, a desestabilizar las sociedades con revoluciones de color, guerras híbridas, legislaciones aberrantes y tráfico de seres humanos… Es Putin, y principalmente Putin quien debe estar moviendo hilos en "los nazis" que siempre llevará Europa dentro, para así salirse el ruso con la suya. El "Nuevo Mundo" que quiso ser el imperio del dólar siempre verá nazis en el Viejo Mundo, y cuenta con el brazo izquierdo de la OTAN en su "peinado" de putinejos. Mientras tanto, los auténticos y más graves genocidios del siglo XXI son y serán cometidos por la Anglosfera.

Notas:

(1)Vide Carlos X. Blanco, "la izquierda otanista": https://www.lahaine.org/est_espanol.php/la-izquierda-otanista

(2) Vide mi reseña en audio del libro de la profesora Vesna Stancovic, La Destrucción de Yugoslavia (Letras Inquietas, La Rioja, 2023): https://www.youtube.com/watch?v=K3WdJ29GTDc, y el libro mismo aquí reseñado.

(3)La referencia original está en : https://ctxt.es/es/20220401/Firmas/39345/Santiago-Alba-Rico-Ucrania-bombardeos-guerra-Maria-Jamardo.htm



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Carlos Javier Blanco

Doctor en Filosofía. Universidad de Oviedo. Profesor de Filosofía. España.

 carlosxblanco@yahoo.es

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