Decolonialidad, democracia y antiimperialismo en Nuestra América

Las luchas obreras, indígenas, campesinas, afrodescendientes, juveniles y de mujeres (entre las más notables) que se han producido en nuestra América desde comienzos de siglo se caracterizan por darle una mayor profundidad y un mejor sentido a la democracia, entendiéndola como algo más que la oportunidad de emitir un voto y elegir gobernantes. Y tales luchas tienen lugar en medio de represiones y del surgimiento de nuevas derechas y sectores ultrareaccionarios que, de una u otra manera, pretenden limitarlas y acabarlas, contando en muchos casos con la anuencia imperial de Washington. A todo esto se suma el papel injerencista de la Organización de Estados Americanos, cuyo secretario general no ha dudado en secundar los planes hegemónicos estadounidenses hasta el colmo de avalar el golpe de Estado propiciado al Presidente boliviano Evo Morales, argumentando un fraude electoral inexistente.

Aún cuando la soberanía nacional, la autodeterminación de los pueblos y la intervención del Estado en la economía han estado bajo asedio por los intereses geopolíticos y económicos de Estados Unidos y las grandes corporaciones transnacionales, en la actualidad se ha intensificado dicho asedio. La pretensión de adueñarse de los mercados, de los territorios ocupados, en gran parte, por los pueblos originarios, y de los recursos naturales estratégicos de todo lo que comprende nuestra América, al sur del río Bravo, ahora combina diversos métodos, tanto los aplicados durante la Guerra Fría como los extraídos de las nuevas tecnologías de la informática y la comunicación. Esta realidad es aupada desde adentro de cada una de nuestras naciones por sectores derechistas, cuyos rasgos racistas, violentos, misóginos y antidemocráticos son más que evidentes y constituyen lo que podría calificarse su ideología; siguiendo las pautas marcadas por grupos y partidos políticos similares de Europa y Estados Unidos. La posición antiimperialista que esto originaría tendría, como consecuencia asociada, una posición antifacista, en defensa de los derechos nacionales, democráticos y humanos que están plasmados en cada Constitución; lo que exigiría adoptar de quienes los defienden una militancia permanente.

Vistas en conjunto, las diferentes luchas populares emprendidas a lo largo de nuestra América pueden enmarcarse igualmente en un proceso de descolonización frente a la permanencia de la colonialidad, representada por el pensamiento eurocentrista que perdura en los centros académicos y en muchos ámbitos de la vida social, lo que vendría a complementar (o a integrarse a) la lucha contra el racismo, el patriarcado y el capital. No podrían circunscribirse nada más a una conquista parcial o local cuando el sistema u orden establecido se mantiene inalterable en sus raíces, sin atacar decididamente las causas de los problemas estructurales que nos han agobiado desde mucho tiempo. La descolonización del pensamiento reivindicaría a las clases y sectores sociales preteridos y oprimidos que serían, así, reconocidos y considerados sujetos históricos del nuevo tipo de sociedad a construirse.

Por ello, para que la democracia sea realmente funcional, participativa y popular, es preciso "hacer - como lo expresa Enrique Dussel - que la gente pueda participar, que no sea sólo representativo, que no se reduzca a una cúpula burocrática que gobierna desde arriba hacia abajo. Hay que modificar las instituciones políticas desde la base para poner un límite a la representación. La participación no puede ser sólo eventual, a través de algún tipo de plebiscito o consulta: la participación debe ser orgánica, con la presencia constante del pueblo, con las instituciones construidas a tal efecto. Eso exige por supuesto un tipo radicalmente nuevo de Estado, de una revolución con la participación institucional del pueblo". Dado este paso trascendental, se podrá afirmar que existirá realmente una revolución en nuestros países, sin que hayan obstáculos que no puedan superarse, gracias en gran medida, a esos movimientos de obreros, indígenas, campesinos, afrodescendientes, jóvenes y mujeres que se hicieron visibles y cuestionan abiertamente el injusto, desigual y excluyente régimen imperante.



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Homar Garcés


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