El agronegocio destruye la vida, el ecomunitarismo la preserva

En Brasil y en A. Latina el gran agronegocio capitalista de la soja transgénica aumenta sus ganancias aumentando el área de producción y usando agrotóxicos que envenenan la tierra, el agua, el aire y a los seres vivos (incluyendo a los humanos). Para aumentar el área de su producción derriba progresivamente las florestas. Caso paradigmático de ese comportamiento es la extinción progresiva de la selva de la Amazonia brasileña y de los países vecinos. En Brasil se sabe que hay grandes propiedades capitalistas volcadas a la producción de soja, de ganado y/o a la explotación forestal que superan las 300 mil hectáreas de extensión y siguen creciendo. Ese gigantesco número de hectáreas con un solo dueño (individuo, empresa o Sociedad Anónima) existe incluso en el pequeño Uruguay, donde esos megalatifundios están dedicados a la industria de la forestación (con los árboles exóticos que son el eucaliptus y el pino) para la producción de pasta de celulosa (controlada por una multinacional finlandesa), y para la producción de soja transgénica o de arroz. Al mismo tiempo los gráficos adorados por los capitalistas y los economistas que son portavoces del capitalismo tienen como figura ideal la de una recta de crecimiento (de la producción, de las ganancias, del PIB) que se eleva de izquierda a derecha en el ángulo inclinado mayor posible (soñando con llegar a 90 grados).

Pero se olvidan de que en la naturaleza y la vida los fenómenos no se rigen por rectas, sino por loops de retroalimentación. Así, en un modelo simplificado de la relación entre una especie predadora y una que le sirve de presa para su alimentación, hay un equilibrio inestable que funciona de la siguiente manera: cuando la especie predadora aumenta progresivamente la cantidad de presas capturadas, las crías de las primeras se hacen más y más abundantes, al tiempo en que disminuyen progresivamente las crías y por consiguiente la población de la especie capturada; mas cuando esa disminución se hace aguda, falta comida para la especie predadora, que ve su mortalidad aumentar progresivamente; hasta que su disminución por ese aumento de mortalidad llega a ser tan significativa que disminuye significativamente la propia predación; con lo que comienza a crecer nuevamente y progresivamente la población de la especie predada (pues ahora es menos capturada), hasta que se vuelve a la relación original entre ambas especies; y así ocurre sucesivamente en una serie indefinida de loops de retroalimentación que permite la sobrevivencia de ambas especies. Inspirándonos de ese modelo podemos proponer una interpretación de “efecto boomerang” (que no es un tipo de loop como el antes citado) para entender lo que está sucediendo con el agronegocio.

Constatamos que las investigaciones científicas internacionales han permitido comprobar con números precisos en estos dos últimos años un hecho que la teoría sospechaba desde antes: como las selvas son una fuente importante de la evaporación que da lugar a las nubes y en consecuencia a la lluvia, la disminución de las áreas de selva lleva a la disminución de la cantidad de lluvia. Resultado –y esto lo agregamos nosotros- en Brasil y los países que comparten la Amazonia, el agronegocio está serruchando la rama en la que está sentado; porque al ir acabando con la selva, va disminuyendo la cantidad de lluvia, o sea la cantidad del agua indispensable para que sobrevivan sus plantaciones (como las de soja transgénica) y sus grandes rebaños de ganado. Así el agronegocio capitalista está operando activamente, a causa de un efecto boomerang, en favor de su propia ruina. (Es como si la especie predadora a la que nos referimos antes, acabase con la especie que le sirve de alimentación; haciéndolo se condena ella misma a la extinción, por falta de alimento). Ese hecho ahora comprobado con números precisos agrega otro elemento a la vasta serie de argumentos favorables: a) a la preservación-regeneración de las florestas (como lo exige la tercera norma fundamental de la Ética), b) al combate contra los megamonocultivos (más aún cuando usan masivamente agrotóxicos), y, c) al establecimiento de una economía en la que los seres humanos se reconcilien entre sí y con el resto de la naturaleza. Esa es la economía defendida por el Ecomunitarismo: a) ecológica y sin patrones, y, en la agroindustria, basada en la agricultura orgánica practicada en propiedades comunitarias (en A. Latina indígenas o negras), estatales, cooperativas o familiares, que nunca pueden exceder el tamaño ecológicamente razonable según el ecosistema del lugar del que se trate, b) que aplique el lema “de cada un@ según su capacidad y a cada un@ según su necesidad, respetando los equilibrios ecológicos y la interculturalidad” (para que cada persona pueda desarrollarse como individuo universal gracias al amparo de su comunidad, y lo haga con respeto y solidaridad hacia las culturas diferentes de la suya propia, y preservando-regenerando la naturaleza no humana), c) que utilice sólo energías limpias y renovables (como la eólica y la solar, por ejemplo), d) que aplique las “6R”: Reflexionar sobre qué Planeta queremos para nosotros y nuestros descendientes, Rechazar el consumismo y el despilfarro (practicando la frugalidad voluntaria), Reducir-Reutilizar-Reciclar insumos y residuos, y Revolucionar el capitalismo hacia el Ecomunitarismo, y, e) que complete el viejo slogan ecologista como sigue: Pensar globalmente y actuar localmente, pensar globalmente y actuar globalmente (porque hay problemas que sólo la Humanidad actuando en conjunto podrá resolver, como lo es el del cambio climático), y pensar localmente y actuar globalmente (porque hay problemas locales que sólo la cooperación internacional podrá hacer solubles, como lo es hoy el caso de las muertes por COVID-19 en países tan pobres que no pueden comprar vacunas, y que sólo podrán vacunar a su población si la solidaridad internacional los provee de las dosis necesarias).


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Sirio López Velasco

Uruguayo-brasileño-español. Filosofo y Lingüista, profesor universitario jubilado

 lopesirio@hotmail.com

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