¡Ganó Arauz, lero, lero!

Hace poco, pero es que no han pasado ni diez años para decir que fue hace mucho tiempo, repito: hace poco, que el gobierno de Lenin Moreno masacró a diestra y siniestra a cuanto indígena se le dio la gana y regó la sangre de su pueblo como escupitajo de un traidor inflado de su poder y de su arrogancia.  Las imágenes dantescas le dieron la vuelta al mundo, el pueblo ecuatoriano clamaba por ayuda, el Estado lo masacraba a plena luz del día, cosa que ni en las dictaduras de décadas pasadas en Latinoamérica. 
 
En ese momento se pensó que tal vez la dignidad de un pueblo arrodillado por la dictadura de un traidor, no solo de su pueblo, pero del progresismo latinoamericano, traidor a su propia herencia indígena; se levantaría y defendería sus derechos honrando así la vida de los masacrados. Pero no sucedió, lo vimos retroceder con la cabeza arrastrando el suelo. Fue así como el traidor, remedo de dictador se hamaqueó en ellos revés y derecho, les midió el pulso lo tenían aguajoso, un pulso aguajoso.  Jactancioso de la sumisión de su pueblo, de las agallas perdidas y de la sangre desteñida que en otros tiempos rojeaba hirviente en dignidad, le dio viaje a cuanta idea de perversión tuvo, fue así como vimos aquellos cuerpos abandonados en las calles en tiempos de covid, con la tristeza infinita de sentir a un pueblo derrotado, sin el menor impulso de preservación. Era Guayaquil, pero el corazón de Ecuador desfalleciente. Era el rostro de la Latinoamérica mancillada por el neoliberalismo. 
 
Será en las elecciones, se pensó, en las elecciones van a reaccionar, volverán a la democracia a la primera, como en Bolivia. Bolivia no necesitó más, su sangre derramada fue suficiente para que levantaran la cara y dignificaran en las urnas a los caídos, a los sobrevivientes, a las familias dolidas que perdieron familiares, para que honraran a los niños que esperan por un futuro con oportunidades de desarrollo. Fue  en las urnas. ¿Qué más que en las urnas? Y no se puede decir que a ellos no les mintieron los medios de comunicación corporativos, no se puede decir que la oligarquía latinoamericana no se movilizó para desacreditar a quien ponía la cara por Evo, por su pueblo indígena, por el pueblo boliviano. No se puede decir que lo de Bolivia no fue cuesta arriba. 
 
Bolivia vivió en ese tiempo de dictadura la violencia de un sistema que intentó ahogarlos para evitar un voto consecuente. Entonces no es pretexto para que digan que influyó en Ecuador, porque es una vergüenza y una decepción que Arauz no barriera con todos a la primera. Arauz tuvo que haber ganado con una cantidad de votos que ni la peor de las traiciones pudiera esconder. Por más votos robados, por más uniones de candidatos vestidos de izquierda y de pueblos originarios al servicio de la derecha neoliberal. No hay pretexto, por más análisis que escriban los intelectuales progresistas, en pro de la tibieza de una sociedad a la que le tembló la mano para responderle a Correa, a sus muertos. No hay justificación alguna ante esta bajeza, una puñalada al sacrificio de tantos. 
 
¿Es que acaso ya olvidaron lo que fue la Revolución Ciudadana en Ecuador? ¿Ya olvidaron que la sangre, aunque se seque tiene memoria y respira? Ahí están sus muertos hablándoles, dolidos por la tibieza, por el olvido. Les queda decir a los  pro Arauz que lero, lero, ganó, se llevó la delantera y van a la segunda vuelta con un respiro de ir encabezando la carrera. Como si de una apuesta de bicicletas se tratara. No jodan.  Como gatos panza arriba ahora,  arañando, esperando una segunda vuelta a ver si la ganan, ahora sí, cuando tuvieron que respaldar a  la Revolución Ciudadana a la primera, ya que no lo hicieron cuando Moreno masacró a su pueblo en las calles. Solo tenían que salir a votar, así lloviera, así cayeran rayos, así los ríos se desbordaran, tenían que salir a votar y demostrarles a todos los que creyeron que eran imbéciles, que los podían manipular, que les sintieron el pulso aguajoso, que ahora iban con dignidad a respaldar su derecho a vivir en paz construyendo una democracia de oportunidades. Es que no era ni por Arauz, ni por Correa, vaya, era para salvarse ustedes mismos de embrocarse solos. 
 
A ver si en este tiempo, se les oxigena el corazón, les vuelve el pulso y logran rescatar a su país en la segunda vuelta, de otra manera, se verán con otro episodio de dictaduras, saqueos, corrupción, violencia institucionaliza, más hermanos migrando forzadamente y con las costillas de su país al aire libre, para que se las cuenten los traidores, desde el despilfarro de la poltrona.  Escribo este texto con el amor que le tengo a Latinoamérica y porque eso me da el derecho absoluto de sentirme ciudadana de cualquier país de la Patria Grande.  Y no, no vengo como gata panza arriba, arañando mi mandíbula desencajada para ser parte del festín (culeco) que hoy celebra que lero, lero, ganó Arauz, porque no han ganado nada, al contrario. 
 

 



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Ilka Oliva Corado

Escritora y poetisa guatemalteca. Se graduó de maestra de Educación Física para luego dedicarse al arbitraje profesional de fútbol. Hizo estudios de Psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala, carrera interrumpida por su decisión de emigrar a Estados Unidos en 2003, travesía que realizó como indocumentada cruzando el desierto de Sonora-Arizona.
Es autora de doce libros: Historia de una indocumentada. Travesía en el desierto de Sonora-Arizona; Post Frontera; Poemario de luz de faro; En la melodía de un fonema; Niña de arrabal; Destierro; Nostalgia; Agosto; Ocre y desarraigo; Relatos; Crónicas de una inquilina y Transgredidas, publicados en Ilka Editorial.
Una nube pasajera que bajó a su ladera la bautizó como “inmigrante indocumentada con maestría en discriminación y racismo”.
Sitio web: https://cronicasdeunainquilina.com/

 cronicasdeunainquilina@gmail.com      @ilkaolivacorado

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