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Javier Batarrita Elexpuru: la primera víctima del llamado conflicto vasco

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Hermanos y Hermanas:

La primera víctima del conflicto tras el nacimiento de ETA se llamaba Javier Batarrita Elexpuru y fue ametrallado un 27 de marzo, hace 57 años en Bilbo, por la Policía franquista, quienes por querer acabar con militantes de aquella nueva organización, lo acribillaron como advertencia con 49 balazos pensando que era un militante.

Es complicada la referencia a la primera víctima del llamado conflicto vasco, cuando se trata de una época donde la negación a los derechos rebosa cualquier termómetro al uso. Desde el derecho al sufragio hasta el de la vida, pasando por el de la libertad de prensa, el lingüístico, el de manifestación, el de asociación o cualquier otro de los citados en el listado de Naciones Unidas.

Unos derechos que fueron promulgados en diciembre de 1948, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, a los que España se fue sumando gradualmente con notoria lentitud (sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial en 1968; sobre los Derechos Económicos, Sociales y Culturales y, asimismo, sobre los Derechos Civiles y Políticos en 1977; sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer en 1984; contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes en 1987; o sobre los Derechos del Niño en 1990).

Es complejo hacerlo cuando, coincidiendo con la promulgación universal de los DDHH de 1948, el Gobierno franquista ejecutó a dos vascos en Barcelona: Félix Pérez de Lazarraga (de Gasteiz) y Andrés Mellado (de Portugalete).

El nacimiento de ETA como origen del quebrantamiento de un derecho fundamental como es el de la vida, se movería en unas coordenadas que no son las objetivas: la de las muertes de Txabi Etxebarrieta y el guardia civil José Pardines en 1968. Descartado el false flag (propaganda negra) sobre Begoña Urroz, ya denunciado desde estas mismas páginas antes de que la apertura de los archivos policiales lo corroborara, la cuestión se centraría en ¿quién fue la primera víctima mortal en los relatos que sugiere para ese tiempo el Estado? La respuesta es única: Javier Batarrita Elexpuru.

Aquel 27 de marzo de 1961, inspectores del Cuerpo General de Policía, junto a guardias civiles y números de la Policía Armada, se apostaron frente a la gasolinera de la cuesta de Miraflores, en Bolueta, a la entrada de Bilbo. Casi a las diez de la noche del mismo día, después de parar un Peugeot 403 y abrir sus puertas, los policías dispararon contra sus ocupantes. Los agentes del Estado, después de efectuar el ametrallamiento, abandonaron el lugar, convencidos de que acababan de ejecutar a Julen Madariaga, José Mari Benito del Valle y Manu Aguirre.

En el interior del vehículo realmente iba Javier Batarrita, de 33 años, quien habría fallecido tras la emboscada. José A. Ballesteros, el segundo ocupante del coche, se debatiría durante varias semanas entre la vida y la muerte.

El "Crimen de Bolueta", como se denominaría en lo sucesivo por las fuerzas proscritas, dejaría constancia para la primera generación de militantes de ETA de que no estaban ante una conspiración de salón, y que determinadas actitudes fuera de la línea habitual de la oposición se podían pagar con la vida.

En este caso tres jóvenes ajenos a cualquier organización (el herido grave era hijo del exgobernador civil de Ourense), habían sido literalmente fusilados, y lo habían sido en función de que las fuerzas policiales los habían creído militantes de ETA que hasta entonces se dedicaba a hacer pintadas con la palabra -Askatasuna-, recordando el bombardeo de Gernika, y estudiar historia vasca.

Julen Madariaga, el objetivo de la acción policial, poseía un coche de las mismas características y color que Javier Batarrita. Sin embargo, durante esas fechas Madariaga se encontraba en la universidad inglesa de Cambridge. La pista que al parecer siguió la policía provenía de una reunión que habían celebrado Benito del Valle y Manu Agirre en Gasteiz con Rubén López de Lakalle y Angel Aranzabal para formar un grupo de ETA en la capital alavesa.

La policía, que tenía noticias de la reunión sin confirmar el lugar, buscaba el coche de Madariaga (un Peugeot gris) en las entradas de Bilbo. Benito del Valle, quien volvía ese mismo día de Gasteiz, conducía un Seat 1400 negro.

Este es el relato de una revista del PNV: "A las 9:48 (de la noche) exactamente, notamos una oleada de nerviosismo en el instante en que un automóvil Peugeot 403,  escapotable, color claro, se acerca a unos 50 kms./h. al puesto de gasolina. Un guardia civil detuvo el coche y apuntando al conductor con su metralleta le ordenó  estacionara en la esquina. El conductor, alarmado, obedeció, sacó la mano, detuvo el automóvil y abrió la portezuela para averiguar qué pasaba. Sonó un disparo y luego se sintió el traqueteo de metralletas mezclado con disparos de fusil y pistola. Los disparos continuaron con furor unos segundos. El conductor cayó como un paquete. De su boca salió un chorro de sangre que se mezcló con los restos de aceite de la carretera y dejó una gran mancha de color parduzco".

Al día siguiente, Ibáñez Freire, gobernador de Bizkaia, reseñaba una nota en la que se anunciaba la "versión oficial": "Las fuerzas de policía habían recibido una notificación de Vitoria comunicando que un vehículo con idénticas características al del Sr. Batarrita llevaba a tres terroristas armados. Por error de vehículo, se ha escapado un disparo y hay que lamentar un muerto y un herido grave". En realidad, Batarrita habría recibido 49 impactos de bala.

El escarmiento parecía la razón de mayor peso a la hora de enjuiciar la actitud policial. Abandonaron el lugar (volvieron cuando tuvieron constancia de la equivocación para borrar las huellas del crimen) sin preocuparse por el estado de las víctimas. Incluso Ballesteros, el herido grave que quedaría paralítico de por vida ya que una bala se le alojó en la espina dorsal, fue recogido por los vecinos e ingresado de forma clandestina en un hospital, bajo nombre falso, para ocultar su probable identidad de resistente, que a la postre no iba a existir. 

La viuda de Batarrita llamó asesinos a los policías del Hospital de Basurto. Su osadía le llevó a ser detenida en la comisaría de Indautxu. Los medios también cumplieron su papel. "Es humano errar aunque los yerros tengan a veces tan dolorosas consecuencias", escribió El Correo Españo''. Y por su parte los jueces, advirtieron que diez policías serían juzgados por el crimen de Bolueta. El resultado, fue la absolución. Como previsiblemente sucedería con el caso de Iñigo Cabacas, nadie fue capaz de identificar al autor (autores) de los disparos.

Rescatando la Memoria Histórica Revolucionaria.

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